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Martha Jaramillo duda de que el cadáver que volvió a enterrar sea el de su hija. Asegura que la chica fue víctima de femicidio. En 2016 el caso fue cerrado como muerte por precipitación.Ángelo Chamba / Extra

No hay descanso para Samia

Martha Jaramillo duda de que el cadáver que volvió a enterrar sea el de su hija. Asegura que la chica fue víctima de femicidio. En 2016 el caso fue cerrado como muerte por precipitación.

Sentía que el dolor emergía, poco a poco, desde lo más profundo de su ser. A más de un año del entierro, Martha Jaramillo revivió la pena de verse parada frente al ataúd de su hija, Samia Carrasco. Una nueva pericia que se practicaría al cadáver de la muchacha, de 27 años, condujo a su madre hacia el camposanto de San Francisco, en Ibarra, Imbabura, para la exhumación de la joven, hallada sin vida la mañana del 18 de diciembre de 2016. Pero aquel episodio de lágrimas no terminó ahí.

La tarde del 18 de mayo, casi un mes después de la diligencia, la llamada de la panteonera de ese cementerio le oprimió el pecho. El cuerpo de Samia estaba llegando desde la morgue de Quito, donde se le realizaron los análisis, para nuevamente ser sepultado y nadie le había informado. “En ese momento, me puse en el corre a corre a buscar una cajita”, refiere la mujer. El trámite de extracción de un cadáver, que en el caso de Samia se realizó el 4 de abril, implica que el féretro sea abierto con una palanca que rompe la madera, por lo que no fue posible volver a enterrar a la chica en el mismo ataúd. Pese a que su madre no estaba de acuerdo con la exhumación, ya que incumple el protocolo establecido por la Organización de Naciones Unidas (ONU) sobre muertes violentas contra mujeres, debió aceptarlo y esperar más de 20 días a que le practicaran las pericias en la capital. “Tampoco me lo informaron, quería tener un médico de confianza que certifique la nueva autopsia, pero no nos avisaron cuándo se hizo. Ni siquiera hay certeza de que esa sea mi hija”, agrega. En su mente, Martha retorna al pasado y recuerda el día en que Samia salió de casa, el 16 de diciembre de 2016. Era temprano y un joven con quien mantenía una relación sentimental la pasó a buscar.

“El informe de la forense que le practicó la primera autopsia reveló que tuvo una muerte violenta”, explica su madre, mientras está a la cabeza de una investigación por la muerte de Samia. Ahora cuida del hijo de la presunta víctima. Con las manos señala, en un dibujo, las partes del cuerpo en las que tenía fracturas. Carrasco sufrió un trauma craneoencefálico, patadas en la pelvis y dos costillas rotas.

Días después de la desaparición, el 26 de diciembre, un agente de la Dinased le mostró la foto del cadáver de una chica, hallado en la quebrada de Imbaya (Ibarra). Un dolor terrible la sacudió al reconocer la figura delgada de su hija en el anfiteatro. Sus restos habían sido trasladados a la morgue de Esmeraldas “por falta de espacio en los frigoríficos” y allá se le practicó la necropsia. “Fuimos con el papá de Samia. La doctora me explicó que su cuerpo estaba intacto para haber rodado por una pendiente. No tenía heridas superficiales que hubiera dejado cualquier caída en ese terreno”, recuerda la señora con las imágenes de la hondonada, impresas a color sobre una hoja de papel. Desde el instante mismo en el que la chica fue reportada como extraviada, Martha se convirtió en investigadora y hasta la fecha ha sumado a la causa 17 testigos claves.

Pese a que el caso fue cerrado como “muerte por precipitación”, ella interpuso una acusación particular por el delito de femicidio en contra del hombre con el que salía la muchacha en ese momento. Con la foto de Samia en las manos, Martha recorrió varios puntos de la ciudad blanca. Pese a que días más tarde se confirmó su muerte, sus averiguaciones continuaron, especialmente en el barrio Milagro, donde residía el sujeto. “Lo llamé por teléfono para preguntarle dónde estaba mi hija. Me dijo que no sabía y que él tenía las manos limpias”, refiere y, una vez más, analiza las palabras del tipo. “Si no le hizo nada, ¿por qué se justifica antes de tiempo?”.

Perder a Samia es una tragedia que la progenitora no logra explicar con palabras. Hoy, sus otros dos herederos y su nieto (hijo de la chica) calman, de a poco, la angustia que consume el espíritu de la madre al no encontrar respuestas a la muerte de la muchacha. “Quisieron establecer que mi hija se había suicidado, pero sé que él la mató”, detalla con las manos hundidas en cientos de documentos con los que busca asentar los maltratos que habría sufrido la fallecida por parte del implicado.

Droga y maltrato

La primera impresión que Martha tuvo de él no fue nada buena. “Hablaba de una herencia de su familia y que no le importaría matar a su madre y a su hermano por quedarse con la plata”, manifiesta. Esas palabras se grabaron en su memoria y cuando él salió de su casa pidió a su hija que evaluara su relación. Sin embargo, la muchacha no le dio importancia al comentario y siguió saliendo con el sujeto.

Un día, cuando la madre llegó al hogar, notó que faltaba el tanque de gas. “Él se lo había llevado y, unos días después de la desaparición de mi hija, este hombre llegó a la casa. Me dijo: sabrá que ya vendí el cilindro, pero aquí le dejo 30 dólares, que Samia le responda por lo demás”, acota. Martha sabía que el trato que el tipo le daba a su hija era malo. En algunas ocasiones ella llegó a la vivienda con los brazos y el rostro amoratados. Según sus propias averiguaciones, el sujeto, quien administraba una clínica de rehabilitación de drogas, está involucrado en la venta de sustancias ilícitas, incluso una noche Samia fue “intercambiada por mercadería” en una vivienda, ubicada en un cerro de la localidad.

La noche anterior, la víctima habría ido a una fiesta con el sujeto, pero en medio de la velada, él se portó agresivo y le pidieron que se marchara. “Ella se fue con él. A la mañana siguiente llegó llorando donde sus amigos con los zapatos en la mano. El hombre la había dejado donde unas personas a cambio de droga”, comenta. En otro de sus recorridos, la madre encontró a una mujer a quien le preguntó si había visto a su hija. La señora recordó que hace unos días la chica iba acompañada de un joven, quien “a empujones le obligó” a pedirle dinero. “Mi hija le dejó la cédula en prenda por tres dólares... Cuando le conté la historia me entregó el documento y cuando le quise pagar me dijo que no, que jamás imaginó que ella había muerto”.

La tragedia en la quebrada

En la recopilación de información que realizó Martha por todos los sitios por los que había pasado su hija, llegó a un motel de Imbaya, justo delante de la quebrada. A ese sitio el individuo solía ir, generalmente solo. “Un empleado del lugar contó que pasaba encerrado, al parecer, consumiendo sus cosas”, precisa. Según la versión que el investigado dio a la Policía, el 16 de diciembre entró con Samia a la habitación 11, pero al percatarse de que no tenía dinero saltaron el muro del lugar y ella cayó a la quebrada. “Si fue un accidente, ¿por qué no pidió ayuda?”, cuestiona la señora con los ojos empapados de lágrimas. Para ella, existen varias irregularidades en el testimonio del tipo, quien actualmente está en libertad. “Unos días después, este hombre se escribe con una amiga y le cuenta que tuvo un accidente en esa misma pendiente, de la que rodó 36 metros y por eso tenía rota la cabeza... Es mucha coincidencia”, finaliza. EXTRA se contactó con la Dirección General del Servicio Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses para obtener información sobre las pericias realizadas al cadáver de Samia Carrasco. La directora Paula Vernimmen explicó que los restos de las joven han sido sometidos a varios exámenes para determinar su identidad y la causa de su muerte. Adicionalmente, agregó que cuando se concluyan los estudios se emitirá un informe a la Fiscalía.