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Los miradores, el 'peligroso' atractivo de las noches en Guayaquil
Ver la ciudad desde lo alto, tomar aire y despejar la mente son las razones de las visitas. Quienes llegan dicen estar ‘mosca’ ante cualquier sospechoso
Para curar las penas. Esa fue la razón por la cual Michelle, Lili, Benjamin y Jordano, de la misma familia, llegaron al mirador del cerro del Carmen. Ellos estaban relajados conversando, riendo y ‘brindando’ con juguito. El viento de la noche era el indicado para llevarse la tristeza que Michelle sentía, según uno de sus parientes. “Dile: ‘por ti estoy aquí’”, dijo él entre risas.
Aunque faltaban pocos minutos para las 20:00, este sitio alto, ubicado en la zona centro de Guayaquil, se encontraba lleno. A pesar de que la mayoría de ciudadanos dicen sentirse ‘ahuyentados’ por la inseguridad de las noches, los sitios turísticos que ofrecen la vista panorámica de la Perla son los predilectos para pasar un rato ameno cuando la luna brilla.
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“Vinimos para distraernos un poco y despejar la mente. Se pasa todo el día encerrado que ya hay que cambiar de vista”, dijo Jordano.
Pero no eran los únicos en ese sitio. Una pequeña familia (papá, mamá e hijo) estaban en una esquina. Los juegos infantiles eran su diversión. Tres parejas más ‘adornaban’ el lugar y otro grupo de tres personas llegaron poco después para incluirse en la ‘reunión’ a oscuras.
Lili, por su lado, resaltó que no estarían mucho tiempo, pues mientras más tarde se hiciera más peligro sentían, ya que el espacio se encuentra al pie de la calle. “Aquí hay policías luego de la 01:00. Recién a esa hora hay patrullaje”, aseguró “por experiencia propia”. El cuarteto, que había llegado en motocicletas, ‘peló’ los ojos durante el camino, ya que los dos minutos de ascenso son los más intimidantes. “Aunque aquí también se da ‘papaya’ porque cualquiera pasa, ve quiénes tienen teléfono y vienen listos para robar”, afirma Jordano.
Un poco más al oeste de la ciudad, en el sector de Bellavista, se encuentra otro mirador. Esa noche del miércoles pasado las personas parecían haberse multiplicado. No había espacio que no estuviera ocupado por los turistas y hasta varias mascotas. Algunos se tomaban selfies y otros solo conversaban, pero todos parecían estar a gusto y sin preocupaciones.
Entre los visitantes destacaba Jordan, un cachorro shit zu al que su dueña, Deicymar Palencia, llevó a ‘turistear’. Fue uno de los que más disfrutó, parecía un conejo que brincaba por todas partes y recibía el ‘saludo’ de los presentes.
“Se siente tranquilidad. La seguridad en la garita nos hace sentir un poco de eso, pero igual hay que estar a ‘cuatro ojos’”, comentó.
Cuando ella fue cuestionada qué tan segura se siente no dudó en decir que está “la mitad”, porque entiende que nadase la garantiza, aunque señaló que esta salida “es un alivio al estrés de todos los días”.
Walter Vanegas, cuencano residente en la urbe porteña, tampoco temió ir esa noche a ver la luna. Estaba en su esplendor. “Cuando he venido no ha pasado nada de robos o algo por el estilo, pero considero que lo adecuado sería que patrullen o custodien cada cierto tiempo”.
Walter, cuando recibe a algún amigo de otra ciudad, piensa enseguida en el mirador. “Los traigo porque con la vista se les va el miedo de salir”, finaliza bromeando.
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