Soltera, de profesión estilista y soñadora. Johanna Maribel Tapia de 33 años, trabajaba en Guayaquil cuando, motivada por alcanzar a su novio en Estados Unidos y cumplir con el ‘sueño americano’, decidió migrar. Su gran error: hacerlo de manera ilegal. Ir por la ruta sin regreso.

El sábado 17 de abril fue la última vez que se supo de ella. “Nos llamó para decirnos que no le escribamos porque ya iba a cruzar el desierto. Tres días después nos llamaron y nos dijeron que mi hermana no pudo continuar y que se quedó abandonada”, relata su hermana Concepción Tapia.

Se cree que Johanna estaría desaparecida en la frontera entre México y Estados Unidos, en el desierto entre Ciudad Juárez, México y El Paso, Texas.

Aquí también se emitió una alerta por Washington Quizhpi Quizhpi, de 25 años y de la comunidad Sisid, en Ingapirca, Cañar. Él iba a ver a su madre, Salomé Quizhpi, quien vive en Baltimore, Maryland, en EE. UU. Pero en su ruta habría sido detenido por las autoridades norteamericanas, que “lo devuelven a una de las ciudades más peligrosas del mundo, Ciudad Juárez, un lugar con activa participación de narcotraficantes, coyoteros, secuestradores, con mafias y grupos criminales organizados como los Zetas”, asegura William Murillo, vocero de 1800migrante.com.

Su madre añade que “recientemente lo operaron y además es sordo de un oído. No aparece por ningún lado”. El protocolo de búsqueda que inicia 1800Migrante.com se da en las cárceles y bases de datos de las instituciones carcelarias en la frontera, una vez que se confirma o no su estatus, se avanza hacia una segunda etapa de búsqueda local, en hospitales, albergues y otros con la ayuda de voluntarios y redes de migrantes.

Otro caso es el de Gonzalo Sarmiento, originario de la parroquia Achupallas, del cantón Alausí, provincia del Chimborazo. Está desaparecido desde el 12 de marzo pasado.

Sin embargo, el hombre, de 45 años y con 3 hijos menores de edad, ya había pasado algo similar, pues el año pasado lo intentó y allí pudo salvar su vida porque lo pudieron ubicar y llevarlo a un hospital, pero estuvo detenido por varios meses. Esta vez la suerte parece ser distinta.

Sarmiento se había endeudado fuertemente de su primer viaje y la situación del Covid en el Ecuador empeoró todo, asegura su esposa. El coyotero le dijo que tenía tres oportunidades para intentar llegar a la tierra de los grandes sueños, ya había utilizado una y le quedaban dos más. Ella no quería que viaje otra vez, era muy peligroso, pero fue tanta la insistencia que al final accedió a apoyarlo. “Él se iba a ir de todas maneras y como para que no se vaya resentido, mejor lo apoyé… esta vez se fue despidiendo desde el más pequeño de la casa”, sollozaba, sin poder terminar toda la frase, porque la traicionaron las lágrimas por lo que vive.