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En este centro existen 192 profesionales de la salud, que se rotan en turnos de 24 y 12 horas. A ellos se sumaron los porteños.Gustavo Guamán

La unión salva más vidas

Médicos capitalinos y guayaquileños colaboran juntos en el Centro de Atención Temporal para pacientes con COVID, en el norte de Quito.

Dicen que cada guayaquileño tiene, al menos, un amigo, familiar o conocido que falleció con COVID-19 en abril y mayo. Y Diego Garzón, médico general porteño que ahora ayuda a salvar vidas en Quito, lo confirma.

Las primeras semanas del estallido del virus en el Puerto Principal fueron dolorosas y extenuantes para él y sus colegas. Cumplían turnos de 24 horas, estaban aterrados.

Ahora él y 20 profesionales cumplirán 15 días en la capital para compartir sus experiencias en cuanto a la atención de pacientes, aunque “con esta enfermedad nada está dicho”.

“Nadie está preparado para esto, nadie se imaginó vivir algo así”, dice Garzón.

Los médicos se hospedan en un hotel del centro-norte de Quito y cumplen turnos de 12 horas en el Centro de Atención Temporal ubicado en el parque Bicentenario, en el antiguo aeropuerto capitalino.

El equipo se incorporó al Centro de Atención Temporal el 30 de junio.Cortesía

La experiencia

Según Iván Barreto, médico que lidera el equipo, las 21 personas que llegaron, por acuerdo entre los municipios de Guayaquil y Quito, fueron elegidas por su atención a los pacientes y el rendimiento en las labores de la pandemia.

Este grupo es unido y las largas jornadas los fortaleció, según Garzón. Entre ellos hay médicos, enfermeras e instrumentistas. La mayoría son mujeres.

“Estar ahí con los pacientes durante los mayores picos de contagio, mayor cantidad de muertes, fue duro”, comenta Garzón, para quien este fue un suceso trágico que marcó a su ciudad. Ni siquiera puede contabilizar el número de personas que atendió. Eran demasiadas.

“Perdíamos la noción del tiempo, pero cada paciente fue atendido como si fuera el primero”, menciona.

Pero aclara que no están confiados, pues saben que habrá virus para rato, aunque ya tienen más certezas en cuanto a la atención de contagiados.

Los porteños tienen claras las señales de alarma: fiebre de más de 37 grados, dolor de cabeza, pérdida de olfato y gusto, entre otros. Además que las pruebas de hisopado son la herramienta más importante para detectar el virus.

Guayaquil logró controlar el brote, dice Barreto, buscando a los infectados en sus casas, para evitar que salgan. “La atención primaria es primordial, podría incluso prevenir la necesidad de un respirador artificial”, explica.

75 %
del equipo médico guayaquileño es femenino.

Todavía está en análisis la posibilidad de que los guayaquileños se queden por más tiempo, o quizá que viaje otro equipo. “Todo depende de la Alcaldía”, indica Barreto.

El temor a la tragedia

Fernando Abarca es un cardiólogo clínico quiteño que trabaja en el CAT, al igual que su hermano. Su mayor temor es contagiarse o que alguien de su familia ‘caiga’.

Esto porque si perdieran la vida, ni siquiera podrán despedirse apropiadamente. “Vemos que lo único que tienen las familias de los fallecidos por este virus es una bolsa. No pueden verlo, ni tocarlo”, expresa.

Por eso, él y su ñaño decidieron aislarse y rentar un departamento cerca del CAT para proteger a sus seres queridos. No los han visto por aproximadamente cuatro meses, solo lo hacen por videollamadas. “Psicológicamente sí nos afecta porque tenemos necesidad de la familia”, dice.

Están receptivos a lo que pueden aprender con los guayaquileños. “La idea es evitar una tragedia como la que vivieron. Acá los hospitales ya están llenos”, comenta Abarca.

Adentro deben cumplir extremas medidas de bioseguridad.Gustavo Guamán