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Masacre en Montañita: con cerveza y armas en su ataúd despidieron al Moro
‘Hasta pronto, comandante’, escribían en estados de WhatsApp sus seguidores. Familia decidió cremar su cuerpo para evitar cualquier acto de violencia
Se fue entre fiesta. Jefferson Emilio Santana López, conocido como el Moro, se fue a la tumba ‘vacilando’ hasta el último. En medio de pirotecnia, mariachis, música a todo volumen con unos parlantotes en varios autos, bielas y harta bala, sus panas le dieron un paseo por el barrio donde solían armar las jodas.
El ataúd lo cargaron en hombros, querían que ‘recogiera sus pasos’ en la zona que lo vio crecer, la Ciudadela Naval, de Manta, Manabí. Unas 100 personas, algunos a pie y otros que hicieron rugir el motor de sus motos, acompañaron el momento.
El Moro, como lo llamaban todos, fue asesinado el fin de semana en la comuna Montañita (Santa Elena), en una masacre en un restaurante que cobró la vida de otras 5 personas inocentes, entre ellos una mujer embarazada que festejaba sus 5 años de matrimonio y un venezolano que había hecho del Ecuador su casa, donde pensó que tendría un mejor futuro.
Las amistades del fallecido se enteraron de que su cuerpo iba a ser cremado y por eso decidieron hacerle un homenaje ‘con todas las de ley’. Las letras de los corridos mexicanos parecían puñaladas de sentimiento, pues al escucharlos sus amigos lloraban e incluso uno se abalanzó sobre el cadáver, le acarició el rostro y hasta le pusieron dos armas de fuego y un portabalas en el pecho.
En medio de toda la algarabía, los panas le guardaron unas cuantas cervezas en el cofre mortuorio. Y para que ‘huela a chupa’ le rociaron un poco de licor en el cuerpo. Las lágrimas de sus más cercanos amigos cayeron sobre la vestimenta blanca con la que vistieron a Santana López.
Hubo gritos que se mezclaron con una lluvia de balas que se lanzaron al aire mientras el cuerpo recorría las calles de la Ciudadela Naval. Y mientras los mariachis entonaban música nostálgica, juegos pirotécnicos llenaban el cielo de luces y colores. En sus estados de WhatsApp, los seguidores del fallecido lo despedían con la frase “Hasta pronto, comandante Moro”.
El cadáver de Jefferson Santana estuvo primero en la casa donde residía una de sus abuelas y después pasó por donde vivía con su mamá. Luego de ambos homenajes, el cuerpo fue trasladado a la vía Manta - Rocafuerte, al crematorio que tiene el puerto manabita.
Eran cerca de las 23:30 y una caravana de motos acompañó al que sería el último momento donde iban a poder observar el cuerpo. La decisión de que quede en cenizas fue de la familia. “Podría ser que no se quería tener velorios y evitar alguna situación. Lo que pasó hace unos días en una sala de velación ha puesto a pensar sobre estos casos”, dijo un conocido del Moro, que prefirió el anonimato.
La mujer embarazada también fue sepultada
Gema María Sánchez Zambrano, la mujer que estaba embarazada y que fue víctima colateral de esta masacre, fue velada en el Sindicato de Choferes de la ciudad de Chone. A las 14:00 se efectuó la misa de cuerpo presente en la Catedral San Cayetano, y cerca de las 15:00 su cuerpo fue trasladado al camposanto Jardines de los Recuerdos para su sepultura.
Acusado por el crimen de un niño de 3 años
Según los archivos de la Policía Nacional, en junio del 2015 Jefferson Santana López fue detenido en Guayaquil, por pertenecer a una organización delictiva dedicada al robo de carros. Poco tiempo después quedó libre.
Pero dos años después, el 19 de abril del 2017, el Moro fue detenido de nuevo, esta vez en Portoviejo, Manabí. Él tenía una boleta de captura al ser sospechoso del crimen de un infante, hecho ocurrido la noche del 21 de marzo, cuando un niño de tres años recibió un disparo en la cabeza después de un forcejeo entre su padre y varios hombres, informó en ese entonces la Policía.
Este crimen ocurrió en la calle 16 y avenida 36, del barrio Santa Martha, de Manta. El niño estuvo grave y a los 8 días falleció en un hospital de Quito. Por este caso el Moro fue enviado a prisión en la provincia del Guayas.