Para José Orlando Arévalo Coello, de 52 años, la muerte era un espectáculo en el que quien parte de este mundo ya nada puede hacer, por lo que aconsejaba a sus ‘parceros’ que se porten bien para que sus sepelios sean de la mejor manera.

Él, además, aseguraba que no había que tenerle miedo a la muerte, ya que eso es lo más seguro que tienen las personas.

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Y a las 20:50 del viernes 24, a él le llegó su momento ‘seguro’. La ‘huesuda’ tocó a la ‘puerta’ de Orlando, quien en la ciudad de Quevedo era conocido como Diablo, apodo que se había ganado desde muy pequeño, ya que se salvó de morir quemado porque su madre habría ofrendado la vida por él.

En Quevedo, la loma ubicada en el sector El Desquite, al sur de la localidad, que conecta con la parroquia 7 de Octubre, era conocida como la ‘Loma del Diablo’, ya que en la esquina de la avenida Jaime Roldós y la 29 residía Arévalo.

Fue en este mismo lugar donde el Diablo se encontraba vendiendo naranjas y en un descuido, según testigos, llegaron sujetos en motos y lo balearon por siete ocasiones.

Luego del tiroteo, el hombre cayó sobre la vereda gravemente herido y quienes lo rodeaban lo embarcaron a una camioneta y lo ingresaron al hospital del cantón.

Por su parte, los familiares de José Arévalo buscaron llevarlo a otra casa de salud en Guayaquil, en la que pudieran salvarlo de sus graves lesiones. Sin embargo, el tiempo transcurría y a pesar de que había una ambulancia en los exteriores, se conoció que nadie quería hacerse cargo de su traslado, pues se comentaba que si llevaban al Diablo los podían interceptar en el camino y desencadenarse otro hecho violento.

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En la casa de salud donde se encontraba se activó el Código Plata, protocolo en el que la Policía Nacional resguarda a un interno relacionado a un hecho violento.

Encuentros ‘casuales’ con la Policía

Poco tiempo después, el Diablo fue retirado del hospital Sagrado Corazón de Jesús en Quevedo, pero en el trayecto perdió la vida.

En esa ciudad, el Diablo era casi un personaje público. Para la Policía Nacional, también era muy conocido, ya que tiene un largo historial delictivo. Lo atrapaban usualmente por el delito de extorsión, pero no duraba mucho tiempo detenido.

Y es que el Diablo era muy conocido en Quevedo, debido a que hacía el ‘enganche’ para recuperar carros robados.

Los que lo buscaban tenían la certeza de que por medio del Diablo podían recuperar sus vehículos y al final, aunque pagando, quedaban felices.

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