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Paro nacional: Los informales de Montebello también sufren por las movilizaciones
Vendedores ambulantes del exterior del mercado pierden más de lo que ganan. Ellos ya no tienen clientela por la poca afluencia al lugar.
El juguito de guanábana bien helado que vende Alexander Gómez, de 40 años, en los exteriores del Mercado de Transferencia de Víveres, en el kilómetro 12.5 de la vía a Daule, no le está ‘rindiendo’.
Ya no vende los usuales 35 dólares diarios, el precio de la base del fresco (la fruta y la leche) ha subido de 0.60 centavos a un dólar en el caso de la guanábana y, para colmo, la vía de acceso al mercado está cerrada “por prevención”, según dijo a EXTRA un agente de la Autoridad de Tránsito y Movilidad (ATM).
Sin embargo, todas estas son posibles consecuencias del paro nacional que, desde el lunes 13 de junio, fecha de inicio, ha ‘frenado’ el movimiento en todo el país.
El venezolano Alexander Gómez, quien desde hace año y medio se ha apostado en este lugar para hacer ‘billete’, por efectos de la protesta, tiene que arreglárselas todos los días con 10 dólares o un poco más para sostener a su familia: esposa y dos hijos.
Afirma que en la entrada del mercado llegan a estar hasta cuatro vendedores ambulantes; no obstante, la mañana de ayer notó que él era el único allí, ya que una vendedora de raspados y otros dos de comida no arribaron. “Es por el alza de los alimentos y porque no llega mucha gente al mercado” expresa.
Y no es el único. Alipio Contreras, de 60 años, cuida motocicletas y autos en la entrada del centro de abastos y también anda corto de ‘money’ en estos días.
Cuenta que antes llegaban hasta 60 motos con las que se hacía 16 ‘latas’ en su jornada, que iniciaba a las 06:30 y finalizaba a las 15:00; mientras que, últimamente, tiene en su bolsillo al final del día entre siete u ocho dólares, de los que cinco destina para sus gastos de almuerzo (2,50) y el combustible para su moto, que completa pasando un día.
En una moto igualita a la que Alipio cuida anda Miguel Cevallos, esposo y padre de familia de tres menores de edad, movilizando a los que salen con las fundas de alimentos.
Él ya no se puede dar el lujo de tomarse una sopita de queso, sino que se restringe a servirse tanto él como su familia arroz con queso porque sus ingresos alcanzaron solo la mitad de lo habitual: de 12 a 6 dólares. “Y de paso hay que dejar para el lunch y el pasaje de los niños”, cuenta Miguel, quien como Alipio y Alexander, tampoco sabe hasta cuándo pueda sostenerse con pocos recursos.