Tito Serrano lleva casi tres décadas trabajando en un minimarket de las avenidas Víctor Emilio Estrada y Las Monjas, en Urdesa Central, norte de Guayaquil. Durante todo este tiempo, nunca había experimentado el miedo que ahora lo atormenta, erizándole la piel cada vez que se entera de un nuevo acto delictivo.

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La noche del jueves 22 de agosto de 2024, un hombre fue asesinado a tiros cerca del negocio en el que trabaja, propiedad de un familiar. La víctima, quien había llegado en una motocicleta con otra persona, para comprar cervezas, fue atacada por sujetos que también se movilizaban en un vehículo similar.

“Urdesa se ha vuelto una zona peligrosa. Antes solo escuchábamos de asesinatos en otros sectores de Guayaquil, pero ahora el crimen no tiene fronteras, puede ocurrir en cualquier parte, incluso en áreas residenciales. Como ciudadanos, nos sentimos desprotegidos. Hace seis días mataron a un señor a dos cuadras de aquí”, expresó Serrano.

El hombre asesinado la noche del jueves fue identificado como Wellington Javier Montero Sandoval, de 37 años. Sus atacantes, quienes lo esperaron para dispararle seis veces, con un arma calibre 9 milímetros, abandonaron la motocicleta, reportada como robada, en la cooperativa 24 de Mayo, en el sector La Florida, del noroeste de la ciudad. Montero tenía tres antecedentes judiciales: uno por porte de armas y dos por tráfico de drogas.

El 17 de agosto, también en Urdesa Central, en las calles Mirtos y Jiguas, fue asesinado el policía en servicio pasivo Reemberto Wilfrido Silva Flores, de 59 años, mientras conducía su vehículo.

Quince días antes, en un restobar de la avenida del Rotarismo y calle Sexta, a ocho cuadras del lugar donde fue baleado Montero, dos mujeres, Lisbett Yazmín Valenzuela Álvarez y Susana Karen Coello Chaguay, fueron asesinadas por sujetos que llegaron en un vehículo.

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