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La historia de la quiteña Valeria Armendáriz, 'maestra' de la mecánica y del pole dance
A los 16 años, esta quiteña descubrió su ‘amor’ por reparar vehículos. ¡Hasta los Maserati los deja ‘papelito’!
Valeria Armendáriz tenía 16 años cuando descubrió que, a diferencia de muchas chicas de su edad que soñaban con profesiones convencionales, ella se dedicaría a la reparación de motores. Hoy, su vida gira en torno a motores, grasa, aceite y piezas de vehículos, pero también al pole dance, su desestrés.
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El amor y la pasión que mueven a esta quiteña de 35 años entre herramientas, escáneres y otros aparatos sofisticados dentro del taller que abrió hace aproximadamente dos décadas, comenzaron con un viejo Volkswagen Escarabajo que su entonces novio (ahora esposo) compró con sus ahorros.
Era un carro alemán de 1973, de color verde, que siempre los dejaba botados en las calles de Quito.
“Se le rompía todo, y eso fue lo que me motivó a estudiar mecánica. Pasó por tantos talleres que un día me aburrí y dije: ‘ya no, tengo que solucionar esto yo. ¿Qué pasa si se queda en una carretera?’”, recuerda Valeria, quien de niña se entretenía viendo a su papá, que, sin ser mecánico, arreglaba su vehículo.
El interés por las reparaciones surgió de tantas visitas al mecánico. Valeria estaba dispuesta a aprender; nunca se quedaba sentada dentro del vehículo. Bajaba y preguntaba todo sobre los arreglos y el desarrollo del motor. Al ver su interés, don Diego, el dueño del negocio, le enseñó lo básico.
Un día, después de varias instrucciones, le dio la oportunidad de realizar un trabajo que salió bien.
Aunque hace 18 años se hablaba poco de emprendimientos, Valeria y su esposo decidieron abrir un pequeño taller en el garaje de su casa, donde empezaron asistiendo a los carros de amigos y familiares. Compraron lo indispensable: un compresor, una gata y una caja de herramientas que Valeria todavía mantiene y cuida como oro, como un fiel recordatorio de sus inicios.
El camino para obtener conocimientos, ganarse la confianza de los clientes y equipar su taller con tecnología de punta ha sido arduo y costoso para Valeria. Cuando comenzó sus estudios de mecánica, había solo tres mujeres y más de 400 hombres.
Aunque es tecnóloga en electromecánica, no pudo finalizar sus estudios para obtener el título de Ingeniera Automotriz, carrera a la que llegó hasta el noveno nivel. La falta de recursos económicos le impidió completar el último semestre. A pesar de ello, se actualiza con cursos para mantenerse al día con las nuevas tecnologías y es embajadora de marcas de aceites, herramientas y productos automotrices.
Con la llegada de los modernos carros chinos, Valeria ha equipado su taller con equipos de alta tecnología, ya que estos vehículos son muy sofisticados y cuentan con numerosos módulos electrónicos.
Entre sus clientes están empresarios, gente de la televisión, influencers y más. Valeria puede reparar desde el motor de un Maserati (que pertenece al dueño de una radio) hasta el de un Volkswagen Escarabajo, su modelo favorito.
Reconoce que las redes sociales le han ayudado a darse a conocer y a posicionarse, pero más allá de eso, es el trabajo que realiza junto a otros siete profesionales lo que marca la diferencia. “Un trabajo mal hecho puede ser arriesgado”, asegura.
Su esposo es especialista en transmisiones automáticas y electrónicas, repara computadoras. También es el encargado de las redes sociales.
Se ríe del rechazo
Ser mujer en su campo le ha costado el rechazo de algunos que le piden que “llame a su papá o al dueño del taller”, e incluso la han puesto a prueba desconociendo su profesionalismo. Ella lo toma con humor.
Según Valeria, el 80% de sus clientes son mujeres, quienes confían en ella no solo para el mantenimiento de sus vehículos, sino también para explicarles la importancia de tareas como el cambio de aceite, la verificación del aire en las llantas y frenos.
Su jornada laboral inicia a las 08:00 y termina a las 20:00. Los hijos no están todavía entre sus planes porque el taller le ocupa mucho tiempo. Los momentos que tiene para ella los dedica al pole dance, su terapia para liberar el estrés.
Hace 4 años, comenzó a practicar esta disciplina, que es considerada un deporte completo. Valeria ha aprendido a subir con gran destreza y fuerza por el tubo vertical de cuatro metros y medio de altura.
Aprender a ejecutar las diversas figuras le ha costado lesiones y quemaduras, especialmente en las entrepiernas. Según ella, ha superado todas las pruebas en el pole dance, incluyendo el pole exotic, donde debe presentarse con estiletos y falda corta para pasar a la siguiente fase.
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