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¿Cómo es el guayaquileño? 204 años siendo resiliente y alegre
Este 9 de octubre, los guayaquileños celebran su independencia con el mismo espíritu indomable que caracterizó su gesta libertaria de 1820
Guayaquil, la Perla del Pacífico, se engalana para celebrar sus 204 años de independencia, este miércoles 9 de octubre. En cada rincón de la ciudad, se siente una energía vibrante y el espíritu de los guayaquileños resplandece con fuerza, superando las sombras que el presente pueda proyectar.
Cortes de luz, asesinatos, extorsiones, secuestros y otras dificultades asechan actualmente a quienes han nacido o crecido en la ciudad más poblada del Ecuador, pero ningún obstáculo es lo suficientemente grande como para apagar la alegría y resiliencia que define a quienes han hecho de Guayaquil su hogar.
La identidad del guayaquileño
El guayaquileño tiene una esencia inconfundible: la risa fácil, el corazón generoso y una actitud desenfadada ante la vida. Jorge Villegas, comerciante de 80 años, lo describe con una sabiduría que solo el tiempo puede otorgar: “El guayaquileño siempre ha sido bondadoso, amable y cariñoso. Es humilde”, destaca con una sonrisa que evoca la tradición de esta urbe porteña.
Esa misma calidez y hospitalidad se siente en cada esquina, como en la de las calles Víctor Manuel Rendón y Panamá, donde Alfonso Criollo, un relojero que simboliza la tradición del Puerto Principal, se sienta junto a su caja de herramientas y dice a EXTRA con orgullo: “El guayaquileño es lo máximo. Es un hombre trabajador, guerrero, libre como siempre lo ha sido”.
Mauro Barcia, comerciante
Resiliencia en tiempos difíciles
A pesar de las dificultades que la ciudad enfrenta, Guayaquil es sinónimo de resiliencia. Ulises Silva, que transita las calles con el pecho erguido por el orgullo de ser guayaquileño, lo tiene claro: “Aquí puedo trabajar tranquilamente”, afirma, mientras a su lado, Franco Rivas, supervisor de operaciones, añade: “El guayaquileño se esfuerza día a día. Es emprendedor, entusiasta y visionario”.
Por su parte, Gabriela Pazos, una joven abogada, resalta que ser guayaquileña es "ser una mujer fuerte, trabajadora y con carácter". Esa fuerza interior es lo que les permite mirar al futuro con optimismo, a pesar de las circunstancias. A su vez, Mauro Barcia, también comerciante, destaca: “El guayaquileño es madera de guerrero, trabajador y alegre. Enfrenta las dificultades con valentía; nada se gana con llorar”.
Guayacos, aunque nacieron en otra tierra
Los rostros de Guayaquil relatan historias de sacrificio y esfuerzo. Martha Rocuano, tras 41 años de trabajo en esta ciudad, ahora disfruta de su jubilación contemplando la brisa del Malecón 2000. Aunque no nació en la Perla del Pacífico, se siente "una guayaquileña guerrera", encarnando ese espíritu indomable que define a tantos.
María Pérez, quien llegó desde Manabí hace 35 años y ahora se dedica a cuidar carros en la avenida 9 de Octubre, habla con picardía: “Las guayaquileñas son educadas, pero cuando el hombre las hace enfadar, sacan las uñas”.
Pero Guayaquil también abraza a los extranjeros que quedan cautivados por su hospitalidad. María López, una joven venezolana que ha hecho de esta ciudad su hogar, resume con cariño: “El guayaquileño es chévere, son personas muy amables. El guayaco es 'salidísimo', goza demasiado, rumbea, son demasiado buena gente”.
La alegría como sello distintivo del guayaquileño
La alegría es el alma de Guayaquil y se refleja en los gestos cotidianos de quienes, como Verónica Ortega, disfrutan trabajar en esta ciudad de clima cálido y gente acogedora. “El guayaquileño es alegre, divertido y de buen corazón. Siempre está dispuesto a ayudar”, afirma con entusiasmo.
En la esquina de Córdova y 9 de Octubre, el grito de "La Joya, La Joya, La Joya" resuena a diario, donde Génesis Avilés anuncia su servicio de taxi ruta desde este rincón del centro de Guayaquil hacia las urbanizaciones de La Aurora, en Daule. Su sonrisa contagia a sus clientes y a quienes a diario escuchan a esta "guayaca de corazón", que se autodefine como orgullosa, trabajadora y divertida.
Y no podía faltar un tradicional personaje de la ciudad: Marcos Izurieta, fotógrafo con 40 años de experiencia en la Plaza San Francisco, quien sin titubeos garantiza que “el guayaquileño es alegre por naturaleza. Nunca retrocede, siempre va hacia adelante. Somos madera de guerrero”, destaca.
A pesar de los desafíos que enfrenta Ecuador, Guayaquil se erige como un símbolo de perseverancia y libertad, al igual que en la gesta histórica del 9 de octubre de 1820. En aquel entonces, los guayaquileños se levantaron contra la opresión; hoy, su espíritu indomable se manifiesta en el comercio, la música, los sabores de su cocina y, sobre todo, en la fortaleza de su gente, que inyecta vida a una ciudad que nunca se rinde.
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