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Los juegos de índor ‘reinaron’ en Abel Castillo y General Gómez. Además, fueron invitados a un torneo en otro barrio.JUAN FAUSTOS SANDOVAL / EXTRA

Guayaquil 'respiró' deportes callejeros

El día de su Independencia, la ciudad estuvo marcada por el índor y ecuavóley. En barrios del centro-oeste de la urbe sigue la tradición de 'pelotear'

En el barrio de Abel Castillo y General José Gómez, en el centro de Guayaquil, Messi aún viste el uniforme del Barcelona de España. Lleva la 10 en la espalda, pero juega de 9. Mide más de 1,80 metros y ‘cuerpea’ a los defensas como si fueran monigotes de aserrín.

No se trata del famoso futbolista argentino, sino de Carlos Álvarez, un ‘pelotero’ del sector. Practica índor con la camiseta del ídolo blaugrana, pero por su corpulencia tiene más ‘pinta’ de Adriano, el atacante brasileño que se lució en el Ínter del balompié italiano. O, comparando en criollo, su físico es similar al de Eduardo ‘Tanque’ Hurtado.

El deportista callejero y sus ‘panas’ aprovecharon el feriado por la Independencia de la ciudad para ponerse sus ‘chuzos’ y ‘pegarse’ unos partidos a lo ‘guayaco’, cerrando la calle, enfrentándose con equipos de cinco integrantes cada uno y metiendo harta ‘pata’ dura.

La ‘gallada’ le sacó el ‘jugo’ a esa intersección, del lado de Abel Castillo, porque hay casas altas que tapan ese sol intenso de las tardes en la urbe, que penetra la piel como el fuego a los pollos en los asaderos a la brasa.

En el grupo predominaron muchos vecinos que, por su aspecto, no parecen superar los 40 años. Incluso hubo un par de ‘pelados’, que se ven de apenas 17 y que, por su juventud, corren ágilmente esquivando los calzados de marca y uno que otro Venus, que ‘encarna’ al índor por su típico uso en esta actividad.

El primer encuentro fue el del Messi de la Abel Castillo, quien con sus 35 años presume de tener estado físico para poder participar hasta en cinco cotejos seguidos.

Los juegos de índor no pierden su vigencia en las zonas populares de Guayaquil.JUAN FAUSTOS SANDOVAL / EXTRA

Mientras él y los demás disputaban el control de un pequeño balón decorado con pentágonos rojos y negros, Manuel Barrera los miraba atentos.

El vecino, de 61 años, observaba cada jugada, moviendo las cejas y las manos cada vez que alguien se ‘comía’ el gol.

A Manuel le dicen el arquitecto, porque precisamente esa es su profesión. Preguntarle sobre esta tradición guayaquileña de jugar en la calle es activar un recuerdo fresquito en su memoria.

“Desde que yo era chico, en mi época de colegio, se juega índor aquí. Era con arcos de piedra, no con metálicos. Buenos peloteros salieron de aquí... el Pelado Ramos, el Chino Díaz...”, contó, enumerando en tono orgulloso aquellos ‘vecis’ que lograron ser profesionales.

LOS QUE VUELVEN

No tan lejos de ahí, en San Martín y Babahoyo, Wilson Campoverde estaba atento al juego de ecuavóley de sus amigos. Iba marcando el puntaje de cada equipo en un recuadro de madera, con palitos de aluminio colocados horizontalmente y con bolas plásticas dentro. El objeto es parecido a un ábaco, elemento usado antiguamente para operaciones aritméticas.

“Jugamos los sábados o en días de feriado. Lo bonito de nosotros es que la mayoría ya no vivimos aquí, pero venimos a hacer deporte un rato a nuestro antiguo barrio”, contó.

En la esquina de San Martín y Babahoyo, antiguos moradores van a jugar.JUAN FAUSTOS SANDOVAL / EXTRA

Para él y sus ‘parceros’, el ecuavóley es un deporte que les ofrece dos conexiones: continuar con esa amistad de décadas con cada juego y, al mismo tiempo, no alejarse totalmente del lugar donde se criaron dentro de la ciudad, donde aún se respira un ambiente de vecindad lejos del apabullante comercio de la popular Bahía o de la avenida 9 de Octubre.

El centro-oeste de Guayaquil lució así en estas fiestas. Con calles marcadas por juegos y campeonatos entre moradores para festejar a la Perla del Pacífico que los ‘parió’.