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Guayaquil: El centro se vuelve cada vez más peligroso
La zona de la iglesia San Alejo, patrimonio cultural de la ciudad, está en peligro. Los ‘malandrines’ que recorren el sector han hecho de él una ‘fiesta’, pero de ‘oscuridad’.
“Si no hubiera sido porque cerramos la puerta de la iglesia, lo mataba”. El padre Roberto Rodríguez, sacerdote de la parroquia San Alejo, del centro de Guayaquil, tiene clarito el recuerdo de la pelea a cuchillo entre dos hombres, que se viralizó en redes sociales.
Él fue uno de los ‘ángeles’ ese día, porque además de vestir de blanco, salvó a alguien de una ‘puñetiza filuda’ la mañana del sábado 27 de agosto.
Las riñas entre ‘panas’ o conocidos suelen importar ‘un comino’ en redes sociales. Sin embargo, esta hizo ‘mecha’ porque el ring no era cualquier lugar, sino que los contrincantes se estaban peleando con arma blanca ¡afuera de la mismísima iglesia!
Dos hombres, de nacionalidad colombiana y comerciantes de zapatos, fueron los protagonistas de tremenda osadía.
Según lo que le comentó el ‘salvado’ al padre Rodríguez, quien ha estado frente a la parroquia durante dos años, el pleito comenzó porque empezaran a discutir por su ‘metro cuadrado’ de venta dentro de un parque contiguo a la iglesia, que por estos días solo recibe a cinco o seis personas en las misas diarias, por el temor que sienten los feligreses ante la delincuencia.
“La pelea empezó allá (el parque) y avanzó hasta aquí porque uno de ellos estaba acompañado por otras ocho personas y lo siguieron”, narra el religioso.
El puente del terror
No obstante, ni la pelea lo preocupa tanto como la situación de peligro en la que se encuentra el sector donde se asienta el templo, lugar donde él también reside. “Esto es súper oscuro en las noches. No se puede andar tranquilo”, manifiesta el sacerdote.
La razón de su temor tiene ‘nombre y apellido’: el paso elevado de la calle Chile, que ‘oculta’ lo que sucede entre un callejón y las paredes de la congregación y que, a decir de Rodríguez, no cuenta con patrullaje policial continuo, a pesar de tener una UPC a unos 200 metros.
Con él coincide uno de los comerciantes del sector. Ernesto, quien prefiere no revelar su apellido porque tiene miedo a represalias, ha sido testigo de varias escenas que lo han dejado ‘como loco’.
Ha visto cómo roban, estafan, hacen sus necesidades biológicas y hasta se drogan en ese pequeño pasaje y “ni un solo policía se hace presente”.
¡Cuidado con esa mujer!
Él cuenta que los engaños suceden de una manera que la ‘pípol’ ni se imagina. “Es con la pelotita”, como bautiza Ernesto al ‘inofensivo’ juego al que recurren dos o tres hombres para ‘patear’ a los que circulan en la zona y no andan ‘once’.
“Esta otra forma es nueva y es peor. Se suele poner una mujer con atributos y se le acerca a algún hombre que va pasando. Cuando ‘el pato’ se hace hacia atrás porque se sorprende de la reacción de la mujer, en ese momento aparecen el marido, el tío, la mamá y los primos de la mujer, que hacen como si le hubiera faltado el respeto a ella y lo encaran. Luego, mientras lo entretienen, se pueden ir hasta de golpes. Obviamente, ahí mismo lo desvalijan”, explica.
Un equipo de EXTRA recorrió la zona a las 15:00 del martes pasado y las ventanas y puerta de la Unidad de Policía se encontraban cerradas.
Este Diario solicitó respuesta de esta novedad al Distrito de Policía 9 de Octubre. El subteniente Christian Cedeño, parte de la jurisdicción, aseguró que el lugar se encontraba vacío porque “el personal se encontraba patrullando”.
Además, afirmó que los patrullajes se realizan a pie y en vehículo.