Las graduaciones suelen ser de los días más importantes de los estudiantes. Los padres de familia, desbordados de alegría de que sus retoños culminan esta etapa, no temen en gastar billete para celebrarlo. Dora Arévalo, comerciante de licores, es una de las que confirma la situación.

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Ella, hace más de 20 años, mantiene un local en la Bahía de Guayaquil, el corazón comercial de la urbe porteña, y cuenta que las últimas dos semanas sus ventas han incrementado, debido a las ‘farras’ que están armando.

“No ha sido un gran aumento, pero salimos de no vender casi nada, debido a la violencia y al estado de excepción”, cuenta.

Los padres han llegado buscando un licor que vaya acorde a la ocasión: el champán, para homenajear al graduado a lo grande, según Arévalo.

 “Se suelen llevar la botella de 1.700 mililitros en 15 dólares. En realidad, es un muy buen precio”, afirma. Sin embargo, aquel no es el único trago que más le piden. “Cubata o Switch también llevan bastante, porque es barato y es para los jovencitos”, dice la comerciante.

Para ella, el vender los productos, incluso los más baratititos, es un alivio ya que el comercio de licores, específicamente, se mueve al ‘son’ de los locales que atienden en las noches, como bares o restaurantes nocturnos y, debido a las restricciones, ninguno de sus compradores han adquirido grandes cantidades.

Y, como en toda fiesta, aparte del alcohol, la decoración es la clave para sentirse en ambiente. Sandra Velásquez, emprendedora, también ha hecho su billetito en estos días. Ella, por su parte, vende todo tipo de decoraciones (al por mayor y personalizadas) también en la Bahía.

“Se ha movido bastante el negocio, ha subido en un 80 %. La gente sí está invirtiendo en sus allegados y les lleva todo tipo de regalos”, cuenta.

La comerciante asegura que los que más salida tienen son los arreglos de 10 dólares, que son “sencillos, pero bonitos”. “Se los damos bien puestos, del color que el cliente desee y hasta con el nombre del graduado”.

EXTRA pudo constatar que en los exteriores del colegio Vicente Rocafuerte de Guayaquil (VR), uno de los negocios que más rendía frutos era la venta de encebollados, pues los ‘vicentinos’ se congregaban para comer entre panas.

Por su parte, algunos padres han realizado grandes gastos por la culminación escolar, como es el caso de Derwin Armario y Ámbar Barreth. Ambos invirtieron cerca de 300 dólares en todos los aspectos relacionados con el evento de clausura de su hija Laleska, estudiante del colegio VR.

Armario explicó que después del evento tenían planeado organizar una ‘jama’ familiar para celebrar a su hija, ya que, según él, “es una ocasión especial, algo que ocurre una sola vez en la vida”. Sin embargo, no tenían planeado realizar una gran fiesta debido a que su hija pertenece a un círculo social un tanto cerrado, según mencionó.

Por otro lado, José Franco, padre de un estudiante a punto de graduarse en una unidad educativa privada ubicada en la ciudadela Kennedy de Guayaquil, compartió que ha gastado cerca de 500 ‘latas’ en los preparativos de la graduación, incluyendo invitaciones, birrete, fiesta y hasta alquiler de vestidos de gala para la hermana y la madre del graduado. Considerablemente, el efecto ‘graduación’ ha impulsado la economía local.

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