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Peter Freire sobre el animal, cortando la malla y la cuerda que se habían enreado en su cuerpo y que podrían terminar matándolo.Cortesía Peter Freire

Galápagos: El increíble relato del buzo que arriesgó su vida por un tiburón ballena

La historia del guía turístico ya es noticia mundial. Él puso en riesgo su vida por cortar las mallas y cuerda que atrapaban al animal de 14 metros

La temperatura del agua estaba acogedora y el ambiente era propicio para una última inmersión en el mar. En el extremo norte de las islas Galápagos, en el punto más alejado del archipiélago, la isla Darwin, algo heroico estaba por suceder. Un encuentro entre un hombre y un tiburón ballena, considerado el pez más grande del mundo.

Peter Freire, guía turístico desde hace 34 años y buzo por cerca de 25 años, lideraba una visita con nueve turistas alemanes deseosos de encontrarse con tiburones ballena, que por esta zona suelen avistarse entre julio y diciembre, cuando llegan siguiendo a la corriente de Humboldt.

Este buzo, nacido en Santa Cruz, pero criado en la isla Floreana, la que tiene menos gente entre las cuatro islas pobladas, aún vive la emoción que experimentó el pasado domingo 1 de octubre, cuando cerca de las 16:35 tuvo el encuentro con el enorme pez de unos 14 metros de longitud, calcula él.

La isla Darwin, en cuya zona marina ocurrió este suceso, se encuentra en el extremo noroeste del archipiélago. Junto con el islote Wolf, son los sitios más apropiados para la observación de especies como el tiburón ballena, por sus aguas cálidas, entre 24 a 26 grados de temperatura, y el cruce de corrientes.

“Habíamos hecho ya tres inmersiones. Nos levantamos como a las 05:30 y empezamos a las 06:30; luego a las 09:00 hicimos otra inmersión y una más después de almuerzo y no habíamos podido encontrar al tiburón ballena. Ese día la visibilidad no estaba tan buena”, recuerda.

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Sin embargo, la última fue la vencida. Y con creces. Bajaron a las 16:00, y 35 minutos después y 18 metros abajo, “al sur del balcón o teatro” (términos con que identifican a una área de plataforma submarina), Peter observó una mancha oscura que venía hacia ellos y se dio cuenta de que era un tiburón ballena. Se trataba de una hembra.

Este buzo y guía turístico, que aprendió a nadar desde muy pequeño cuando su padre, un pescador, lo llevaba a vender su mercadería a Santa Cruz, en un pequeño bote en el que se hacían hasta 6 horas de navegación, recuerda el momento del encuentro con el enorme animal, que llega a medir mucho más que un bus de transporte urbano.

“Ya cuando estaba cerca pude ver que llevaba una red, una malla oceánica, o como también le llaman plantado o malla fantasma, que no es más que un arte de pesca. Estaba enredado en su cuerpo”, relata Freire.

Lo primero que hizo fue tocar el sonajero (como una campanita) para llamar a los buzos “y todos salimos inmediatamente nadando sobre él”. De los 9 turistas con los que viajaba, solo 6 se metieron con él en esa última incursión de la tarde. Justo la que les traería a todos ellos la satisfacción de encontrarse frente a frente con el pez más grande del mundo.

Sin embargo, movido por la adrenalina del momento, Peter no lo pensó dos veces e impulsado por las largas aletas que utiliza, cuenta, “me acerqué hasta el lomo del pez para cortar la malla, al tiempo que iba chequeando la información que me daba la computadora de buceo sobre el oxígeno que tenía”.

"Al bucear y mientras el animal iba bajando, debía controlar el consumo de aire y tiempo de fondo. Porque el oxígeno, dependiendo del tiempo que te quede, puede ser tóxico, puede producir parálisis o embolia cerebral".Peter Freire, buzo y guía turístico

Para su suerte, el animal siguió unos tres minutos de manera horizontal, “mientras seguía corta y corta”. De pronto, lentamente, comenzó a descender. El tiempo apremiaba, pues al usar una mezcla de aire con nitrox al 32% (contiene más oxígeno que el aire atmosférico, que es de 21%) tenía un límite de profundidad de 34 metros.

Peter se apuró y llegando a los 26,7 metros logró cortar la red y la cuerda. Uno de los turistas alemanes que lo acompañaban en esta aventura se acercó y le ayudó a mover la malla, mientras el resto filmaba esta heroica acción.

Así lucía el lastre de malla y cuerda que arrastraba el animal y que incluso se le habpía incrustado unos 10 cms en su piel.Cortesía Peter Freire

Habían pasado entre 6 y 8 minutos y tanto él como sus clientes alemanes habían tenido una experiencia inolvidable: salvar al pez más grande del mundo. Después de eso, el retorno a la superficie, desde los 26,7 m que bajó, fue lento. El límite de subida es de 18 metros por minuto; de hacerlo muy rápido se revientan los pulmones.

A ponerle nombre al tiburón ballena

Luego de su experiencia, Peter Freire le envió registros gráficos y videos a varios expertos, entre ellos a la científica Sofía Green, quien maneja datos sobre los récords de avistamientos de tiburones ballenas en Galápagos y ella le aseguró que este “es un nuevo individuo que entró a las islas”.

Por ello, él puede ponerle nombre y ya decidió uno: “Se llamará Rossy, en honor a mi esposa”, dijo con orgullo por su pareja, nacida en Santo Domingo de los Tsáchilas, pero hoy residente en las islas.

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