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Forrados contra el coronavirus en las votaciones
Votantes fueron a sufragar con trajes de bioseguridad porque intuían que en los recintos iban a haber aglomeraciones
Ni el calor o las bromas de sus amigos alejan a Lisbeth Piloso de su traje de bioseguridad. La joven, de 28 años, resaltaba en una de las filas para sufragar en la Universidad de Guayaquil, al norte de la ciudad. El traje iba combinado con guantes, doble mascarilla, visor y, ella, empuñaba un frasco con alcohol.
“Mis amigos siempre me dicen que por qué no salgo a fiestas o reuniones, pero yo prefiero perderme de esas cosas a perder a mi mamá. Por eso he venido a sufragar también de esta manera”, dijo la chica que acudió a su junta durante las primeras horas de la jornada electoral.
En el sur, en la Universidad Politécnica Salesiana, Angelly García también fue a sufragar con su traje bioseguro. Ni ella ni ningún familiar padecen de alguna enfermedad, sin embargo siente responsabilidad de cuidarse porque ya intuía que habría aglomeraciones.
Y no se equivocó. De dos a cuatro horas tuvieron que esperar las personas que acudieron a ejercer su derecho al voto a esa junta electoral. Antes de que el Consejo Nacional Electoral (CNE) anunciara la apertura de las puertas de los recintos, en los exteriores de la Salesiana se habían formado filas que parecían interminables y sin distanciamiento.
Angelly estaba tranquila por su bioseguridad, pero le preocupaba el tiempo que llevaba en la cola. Durante las horas que estuvo parada, vio cómo pasaban personas con la mascarilla mal puesta o gente comiendo sin el tapabocas.
“Cada uno tiene que ver cómo se protege. Siempre he sufragado aquí y esta vez ha sido tedioso, porque nunca hemos hecho fila para ingresar y ahora tuvimos que hacerlo. Nos podríamos contagiar todos”, señaló.
Cerca de Angelly, en el centro educativo Juan Federico Heinert, Gustavo (nombre protegido), llegó ‘forrado’. Él padece de cáncer de próstata desde hace dos años y, hasta para salir a la esquina, usa su traje. En ese lugar no había filas, pero para el adulto mayor, de 72 años, el virus puede estar en cualquier parte y no piensa arriesgarse.