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Con 28 años en el servicio, el experto asegura que los casos que más le impactan son los femicidios.HENRY LAPO

El 'exorcista' de las mentes criminales

Ítalo Rojas, psicólogo forense de la Policía, ha escuchado relatos de violadores, femicidas... Además es amante de las almas puras: los animales.

Es lunes. El sol quema. Y da igual. La cuesta de la avenida Mariana de Jesús, en Quito, agota. El objetivo, al final, es el Laboratorio de Criminalística y Ciencias Forenses: un edificio enorme donde nos espera Ítalo Rojas, 1,75 metros de estatura, delgado, 58 años...

Son las 14:00. El cielo está azul. Tras cruzar la puerta -aire acondicionado, ambiente tenso- se camina por un corredor cuyo tope es la oficina de Ítalo, psicólogo forense, ‘exorcista’ de mentes criminales. Y un detalle más. Es amante de las almas puras: los perritos. Cuenta a EXTRA por primera vez su historia.

Mayor de la Policía, se siente intimidado. Pero solo hasta que toma una bata blanca con la que camufla su uniforme y se acomoda en una silla negra -parece ergonómica-. Desde allí dice que recibe a diario de dos a cuatro personas: violadores, femicidas, delincuentes y también víctimas.

Y en su laboratorio les hace una “autopsia” psicológica.

Por dos banquillos, que están frente a su escritorio, han pasado más de 2.000 criminales en sus 28 años de servicio profesional. El 75 % estuvo ahí por violencia sexual. El 25 % por homicidios y desaparecidos, recuerda.

- “De los seres humanos se espera siempre lo peor… y también lo mejor. He visto tanto”, asiente.

Los casos que más le impactan son los femicidios. En lo que va del año se registraron 23 a escala nacional. Su voz se quiebra cuando habla del tema.

- “Estos hechos son lacerantes para mí (... ) una señora recibió 54 puñaladas en pleno Día de la Mujer. Aún está abierto el proceso”.

El abuso sexual a niños es otro punto frágil. Hace cinco años conversó con un violador, de 35 años, acusado de haber ultrajado a su hija de 12 cuando estaba ebrio. “Al recobrar la conciencia intentó suicidarse, pero falló... me decía que quería morir, se sentía sucio y avergonzado. Sabía que destruyó la vida de su hija”.

Después de unos segundos, su voz recobra fuerza y afirma que esto no le quita objetividad para realizar su trabajo. Tiene la certeza de que aún queda algo bueno por rescatar en estas mentes oscuras.

El edificio de Laboratorio de Criminalística.HENRY LAPO

Una ‘vocación’

De pocas palabras, Ítalo revela la mayor debilidad: su familia. Su terapia: el deporte. Sus mejores amigos: los perros. En su oficina -cinco metros de largo por tres de ancho- reposa un mueble de madera con una foto. “Es María Clara. Mi mascota. Murió atropellada hace cuatro años”, dice.

Desde su niñez ha tenido 10 mascotas y confiesa ser amante de los canes. Siempre que se choca con algún callejerito, aplaca su hambre con croquetas que usualmente lleva. Y desde hace siete años es padrino de Marcela, una perrita que llegó a la morgue de Quito, situada a 200 metros del Laboratorio de Criminalística.

Para su cuidado destina un fondo especial que él llama ‘pensión alimenticia’.

Dice que la falta de malicia es lo que separa al animal del hombre. “Los perros no mienten, no traicionan y no tienen malas intenciones. Pero los seres humanos somos llenos de maldad y motivaciones poco sensibles con el resto”.

Añade que los ayuda por amor y respeto. Cuando escucha “abandono animal”, su ceño se frunce y cruza los brazos, y enseguida suelta: “Hay que tener duro el corazón para botar a un ser indefenso. Es indignante”.

En la morgue, la perrita que apadrinó Rojas. HENRY LAPO

Hace dos semanas encontró en un tacho de basura a una cachorra de seis semanas. Ahora es su nueva mascota. La forma en cómo la halló no es un caso aislado. Según el Programa Animal Ecuador (PAE), en la capital deambulan cerca de 4.000 perros callejeros y mueren atropellados 30 cada día.

Esta realidad le trastoca el alma. Para alejar de su mente la crueldad del mundo dice que opta por el deporte. Subir en ‘bici’ al volcán Casitagua (3.497 metros) es su terapia. “Disfruto del silencio de la montaña y del frío de la madrugada. Solo así puedo estar lúcido para continuar con mi trabajo”, afirma.

Ítalo sigue -y seguirá- convencido de que el amor al prójimo es la única forma de trascender en la vida y espera despertar eso en la conciencia de los criminales y en los enemigos de los animales.