Exclusivo
Judicial

Referencial. Generalmente, las víctimas son contactadas a través de redes sociales, WhatsApp o Facebook.Archivo

Mercaderes del engaño

Esta modalidad se ha convertido en una ‘moda’ para los delincuentes en los últimos meses. Los casos han incrementado.

Un mensaje inesperado llamó su atención. Quien le escribía se identificaba como su tía que reside en Barcelona, España. Le pedía ayuda porque había realizado un supuesto envío de productos tecnológicos y no había alguien que los retirara en Ecuador.

Hasta ese momento, había algo de lógica, porque los hijos de la pariente también habitan en el extranjero. Sin embargo, era extraño que de forma repentina su tía la contactara para un favor de ese tipo.

Esta es la historia de Ana (identidad protegida), quien tras una serie de situaciones -bajo presión- fue convertida en víctima de estafa.

46 casos diarios por estafa se denunciaron en promedio en 2019.

El primer mensaje al WhatsApp llegó la mañana del 26 de octubre pasado. La perjudicada estaba en su domicilio, en la Alborada, norte de Guayaquil. “Hola sobrina”, fue el texto que empezó todo.

Luego, los otros mensajes de la supuesta familiar fueron clave para el cometimiento del delito, porque a través de ellos pedía información relevante de la víctima, como su dirección exacta, número de cédula y teléfono.

De ahí, le empezaron a llegar documentos falsos, como un recibo de una aerolínea y oficios de la Aduana del Ecuador, porque el paquete enviado presuntamente estaba en Quito, trabado.

Es por eso que al siguiente día un sujeto, quien se identificó como el agente aduanero Ever Guzmán Guzmán, la contactó para decirle a Ana que dentro del envío había siete celulares no reportados y que, para proceder con la entrega, antes debía cancelar una multa. El monto: 1.585 dólares.

En consecuencia, la afectada realizó un avance de efectivo con una tarjeta de crédito y acudió al banco donde se realizan pagos de la Aduana, pero en el sitio le pedían el número de liquidación, algo que los estafadores no pudieron darle.

No obstante, el delincuente logró engañarla y le indicó que ese dinero debía depositarlo en una cuenta bancaria, a nombre de Wilson Orlando Oña Llumipinga, pero la estafa no terminó con eso, pues los pillos querían más.

El siguiente invento de los estafadores fue que en el paquete había un objeto extraño, posiblemente droga, pero que había una forma de ayudar para que los productos salieron sin problemas: con más dinero.

Para ese momento, Ana ya había contactado a su verdadera tía y sabía que había sido víctima de estafa, pero les siguió la corriente a los ladrones para obtener más datos y estos le dieron otro número de cuenta bancaria, al cual no hizo más depósitos, pero entregó los detalles en la Fiscalía.

Con esos datos, la Unidad Cuarta de Patrimonio Ciudadano, del Ministerio Público, indaga el caso y busca esclarecerlo a partir de la información con la que cuentan, como nombres de los propietarios de las cuentas y de los números telefónicos.

Como Ana, entre enero y septiembre de este año 11.813 personas fueron estafadas, bajo diferentes modalidades. Pero esta, se ha tornado común.

Miriam León, quien habita en la ciudadela Urdesa, norte porteño, se ha visto obligada a cambiar al menos dos veces sus cuentas de Facebook y los nombres con los que aparece en ellas, por múltiples intentos de estafa a personas cercanas.

En el caso de Ana, la Fiscalía ha pedido que se designen peritos para analizar la procedencia de los mensajes.

Ella relata que la primera vez, hace aproximadamente un año, contactaron a su concuñado para narrarle una historia similar a la de Ana. Los delincuentes dijeron al allegado que ella estaba en un país de Europa y que no tenía forma de contactarse, pero necesitaba ayuda para que unos productos enviados por ella llegaran sin problemas a Ecuador.

Pero esta vez los estafadores cometieron un error, porque se basaron en imágenes que la mujer había subido a sus redes sociales sin hacer mención que eran solo un recuerdo. Es por eso que ella, en ese momento, no estaba fuera del país, sino en su casa, en la misma que horas antes había estado su concuñado, a quien buscaban estafar.

El allegado no cayó en la trampa y respondió a sus mensajes como si les creyera, hasta que le exigieron sus datos para continuar con el “procedimiento”.

Cuando este les negó la información, los individuos bloquearon su usuario y desaparecieron.

Pasados seis meses, otros -o los mismos- estafadores, crearon perfiles falsos de Facebook para pedir ayuda por ella. Esta vez, contactaron a una cuñada. Y a inicios de diciembre, aparecieron con otra cuenta de la misma red social, para pedir ayuda a una de sus mejores amigas, quien tampoco ‘pagó piso’.

En aumento

Para enero de este año ya se notaba un incremento en las denuncias por estafa en Ecuador, pues según los registros del Ministerio Público, 1.709 personas presentaron una queja formal por este delito, cuya sanción va de cinco a siete años de prisión.

En 2019, en el mismo mes, hubo 1.352 afectados que expusieron su caso en la Fiscalía. Eso significa que 2020 empezó con un incremento del 26,41 %. En marzo, a raíz de la cuarentena, las denuncias disminuyeron, pero a partir de mayo se incrementaron cada mes.

Incurren en otros delitos

César Peña Morán, fiscal de Guayas, explica que estas historias son más frecuentes y reitera que en los últimos meses se ha notado un incremento de estos sucesos en la Fiscalía.

El funcionario precisa que, a pesar de que evidentemente sean casos de estafa, los delincuentes también pueden incurrir en otros delitos, como la apropiación fraudulenta por medios electrónicos (pena de 1 a 3 años), la asociación ilícita (3 a 5 años) o delincuencia organizada (7 a 10 años).

Peña menciona que la o las infracciones penales que cometen estos grupos delictivos se establecen durante la investigación, en base a las pruebas que se recaben.

Precaución

Peña explica que en las redes sociales, sobre todo en Facebook, hay que tener cuidado al realizar publicaciones, porque a través de estas se podría brindar toda la información que los delincuentes necesitan para planificar sus delitos.

“Hay muchos usuarios que tienen su página y publican sus fotos y estados de viajes que realizan. En ocasiones, también hacen públicos sus contactos, como números telefónicos e incluso dan información de dónde se encuentran, hacia dónde van, entre otros detalles que sirven a personas dedicadas a delinquir”, comenta.

Para el operador de justicia, es necesario mantener las cuentas en privado, al igual que la información de detalles que se realizan en ese momento. “Es preferible no publicar todo en el momento que estas ocurren. Si está en un viaje y se quiere subir algo en sus redes, es mejor esperar un poco, para no dejar en evidencia el sitio en el que en ese momento se encuentra”, añade.

“Hay que tener mucho cuidado. Este es un delito que se ha puesto de ‘moda’ en los últimos meses, a nivel nacional”, concluye Peña.

Ana solicitó a la Superintendencia de Bancos el cierre de la cuenta en la que tuvo que hacer el depósito.

Cómo protegerse

En una publicación dedicada a la protección del fraude por internet, en el portal oficial del Gobierno de los Estados Unidos, se aconseja no entregar información personal a gente de quien se desconfía (a pesar de que estas digan ser familiares).

Además, se menciona que no se debe escribir información personal en medios electrónicos o en sitios webs que hayan llegado por enlace a través de algún mensaje extraño.

También se recomienda no dejar la computadora encendida todo el tiempo, porque queda vulnerable a cualquier ataque cibernético.

Otra forma por la que delincuentes pueden obtener información es cuando se entrega datos a desconocidos que suelen ofrecer préstamos a través de redes sociales. Ellos utilizan esa información para luego delinquir.