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Bocaditos de dulce de leche, guayaba y turrones de maní son dulces populares.

Delicias dulces con sabor a tradición

Las tomaban con cuidado, con sus dedos las llevaban a la boca y dejaban que en la punta de la lengua se diluyan. El sabor dulce se transformaba en el de algún licor.

Las tomaban con cuidado, con sus dedos las llevaban a la boca y dejaban que en la punta de la lengua se diluyan. El sabor dulce se transformaba en el de algún licor.

Era el proceso que seguían quienes degustaban las tradicionales mistelas, caramelos con centro líquido que en su interior contienen alcohol. Tequila, aguardiente, ron, entre otros son la ‘sorpresa’ de aquel azucarillo.

Delia Calderón lleva más de 18 años preparándolas, aprendió a hacerlas en su natal Colombia, en donde las llaman borrachitas. En Ecuador conoció más sobre aquella golosina, que en la época de 1.590 tomó popularidad en la capital.

En un principio el licor venía en una botella, con el paso del tiempo se convirtió en un caramelo.

“Las hago con un molde especial y luego les inyectó el licor”, explicó Calderón. Ella conoció del oficio por su esposo Marco Antonio Jiménez.

El producto fue parte de una feria de dulces tradicionales que se realizó en el Museo de la Ciudad, en Quito, en días pasados; a propósito del verano.

En un hondo recipiente había una especie de colada con capulí y otras frutas. Se trataba del Jucho, una bebida en donde se mezlcan los alimentos con especias como el clavo de olor.

Consuelo Ñacato, vendedora, comentó que es una bebida muy tradicional en la provincia de Tunguarahua, zona en donde se da la mayoría de las frutas. La misma solía ser consumida en la época de Carnaval.

También se lo bebía en las fiestas del Pawkar Raymi, conocida como la festividad del florecimiento y en el que se agradece a la vida de la Tierra, así como a los elementos que ella provee.

El Rosero, hecho a base de mote, babaco, peras, frutillas, piñas y chamburos, se remonta a la época de la Colonia, en donde en los conventos y en los claustros quiteños solían prepararlos.

Para Ñacato es fundamental que las nuevas generaciones conozcan sobre aquellas delicias gastronómicas, que en muchos hogares se han dejado de preparar.

“La gente piensa que el mote solo se lo debe consumir en sal y no en dulce, pero en el Rosero lo hacemos dulce”, explicó.

Para hacerlo hay que moler el mote o cocerlo y que quede en porciones muy pequeñas, después se lo agrega con algunas frutas que deben cocinarse para que queden aún más blandas.

Manuela Cobo, perteneciente a la tercera generación de preparadores de las tradicionales quesadillas del barrio San Juan, en el Centro Histórico de Quito rememoró que su abuelo Juan Cobo León inició con la receta.

En un principio, las vendía por el sector de La Ronda, pero después se estableció a San Juan.

El barrio es conocido por la venta de aquel pan de dulce, que si se lo hornea en ladrillo le da un sabor característico.

Otra masa famosa de la capital son los buñuelos y pristiños, que usualmente se consumen en época de Fiestas de Quito, pero que durante todo el año también son degustados por los comensales.

Gladys Morales es experta en su preparación, aunque los dos son parecidos comentó que los buñuelos llevan leche y huevo en su masa, mientras que los pristiños se hacen solo con agua y mantequilla. Cada uno con sus formas diferentes se fríen en aceite caliente y se acompañan con miel.

“Los buñuelos son como huevitos de regalo que se dan al Niño Dios”, comentó, ya que en diciembre en época de Navidad son muy apetecidos.

Aquellos productos son algunos de los postres populares de la gastronomía quiteña y ecuatoriana.