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El dramático relato de la madre del sacerdote Enrique Arcos, hallado muerto en Panzaleo
La madre sospecha que un robo del que fue víctima podría tener relación con el secuestro y asesinato de su hijo, quien era alguien apreciado en Ambato
“Me pidió la bendición, también me bendijo, cargó su mochila y se fue”, recuerda Rebeca Sevilla con dolor, al rememorar la última despedida de su hijo, el padre Enrique Fabián Arcos, de 53 años. La imagen de su vástago partiendo, lleno de vida y energía, es el último recuerdo que guarda esta madre, quien hasta el final conservó la esperanza de volverlo a ver entrar por la puerta de casa.
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Como toda mamá, Rebeca deseaba que su hijo volviera sano y salvo. El 30 de octubre de 2024, el padre Enrique desapareció sin dejar rastro. A las cuatro de la tarde, su madre lo bendijo en la puerta de su hogar, lo vio alejarse en su auto, un KIA rojo de placa TBK-4069, sin sospechar que sería la última vez.
¿Qué fue lo que sucedió en la vivienda del sacerdote?
Minutos después de que Enrique Arcos se fuera, dos sujetos irrumpieron en la casa para robar. Golpearon a la señora y, tras rebuscar entre sus pertenencias, se marcharon. Con el tiempo, ella comenzó a atar cabos y sospecha que estos hombres formaban parte de una banda, posiblemente la misma que luego siguió a su hijo Enrique y lo secuestró.
“Le robaron la vida, lo secuestraron y lo mataron”, dice Rebeca Sevilla con el dolor grabado en cada palabra. No encuentra consuelo. Jamás imaginó que, a sus 93 años, despediría para siempre a su hijo, un hombre de fe, de una forma tan cruel y despiadada.
¿Qué fue lo que hallaron y se relacionó al caso?
La noche del domingo 3 de noviembre de 2024, la pequeña localidad de Lampata Chasqui, en la parroquia Panzaleo, Cotopaxi, se sumió en la conmoción al descubrir el cuerpo sin vida de un hombre en el botadero de basura de la zona.
Las primeras inspecciones realizadas por las autoridades indicaron que el fallecido presentaba evidentes signos de violencia.
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El cuerpo mostraba indicios de ataduras en las extremidades inferiores, además de daños relacionados con antropofagia, resultado de haber estado expuesto en la zona y probablemente afectado por la fauna local. Es decir, por el tiempo de exposición del cadáver, se presume que fue devorado en parte por los animales del área.
¿Cómo avanza la investigación?
La Fiscalía informó a través de su cuenta en X (antes Twitter) que se ejecutaron alrededor de 20 allanamientos en la provincia, sumados a otras diligencias realizadas en torno a la desaparición y muerte de Enrique Arcos Sevilla.
El coronel Fabricio Silva, jefe de la Subzona de Policía de Tungurahua, informó que solicitaron colaboración desde Quito, incluyendo personal especializado y drones, para localizar al padre Enrique, quien ahora vive en los corazones de quienes tanto lo apreciaban. Ellos, esperan justicia.
El sacerdote seguía en labores a pesar de una grave condición médica
El padre Enrique Arcos servía en la Diócesis de Ambato. Luego de realizar labores pastorales en Izamba, fue trasladado a la parroquia de Huachi Chico. Hace algún tiempo sufrió una parálisis facial, lo que limitó sus actividades para permitirle recuperarse. Sin embargo, su fe y su entrega a Dios nunca menguaron.
Tras conocer la noticia, decenas de devotos acudieron a las iglesias para rezar por el alma del sacerdote. Mariana Mar, una fiel seguidora, expresó conmovida: “Es triste y lamentable que la violencia que vive nuestro país llegue al punto de cobrarse la vida de un servidor de Dios”.
Rebeca Sevilla sigue esperando que la justicia haga su parte y que la memoria de su hijo, un hombre de paz y servicio, inspire a la comunidad a rechazar la violencia. “Su bendición siempre será mi consuelo”, dice, mientras clama en silencio para que Enrique descanse en paz.
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