Exclusivo
Actualidad
Darién: La pesadilla del migrante empieza al cruzar la selva
Denuncias de migrantes, sobre lo que viven luego de atravesar la jungla, muestran una realidad desconocida. Autoridades panameñas buscan soluciones
De un fondo verde emergen las débiles figuras de hombres, mujeres y niños agotados. Han salido de la selva del Darién de Panamá y se dirigen hacia los puestos de migración. En los rostros y piernas de los migrantes se refleja el cansancio y dolor. Algunos, un tanto desorientados, parecen desfallecer. La tortura de la jungla, entre robos, picadas de insectos, deshidratación, enfermedades, secuestros y hasta violaciones, parece haber terminado. Sin embargo, a decir de los viajeros “más experimentados”, la pesadilla apenas inicia...
Luego de pasar la selva, el protocolo regular es registrarse en los puntos de Centro de Recepción Migratoria para el censo necesario y los que tienen las posibilidades, tomar un bus que los transportará durante 12 horas hasta a Chiriquí, la frontera con Costa Rica. Desde ese punto se continúa el viaje a la Yoni.
Sin embargo, algunos migrantes no cuentan con los 40 dólares que cobran los buses privados y la opción que ofrece Panamá, en conjunto con la ONU (Organización de las Naciones Unidas) y algunas organizaciones, es mantenerse en los albergues gratuitos.
Que los de Senafront (Servicio Nacional de Fronteras) los maltratan, que les dan comida podrida, que el agua está contaminada, que todos están enfermos por la insalubridad y hasta que los llevan con mentiras, son algunas de las denuncias que rondan en los dos Centros de Recepción Migratoria (Lajas Blancas y San Vicente), ubicados en el ingreso de Panamá.
En estos sitios, los migrantes que arriban reciben atención médica y psicológica por parte de instituciones públicas, además de alimentación (desayuno, almuerzo y merienda) y un sitio para poder dormir durante las noches. Todo esto de manera gratuita.
Sin embargo, al llegar al sitio, es muy común escuchar decenas de quejas por parte de los viajeros que denuncian llevar varios días ahí. “Nos han entregado comida con moho, dañada y hasta podrida, el agua está putrefacta y todos estamos con diarrea. No hay nadie que esté sano en este lugar”, denunciaba Jaime Játiva, un venezolano que pretendía llegar con sus cinco hijos y su esposa a EE. UU., pero llevaba ocho días encerrado en el sitio porque no tenía dinero para seguir con el viaje.
migrante venezolano
Otro migrante de nacionalidad colombiana afirmaba lo dicho por Játiva y reclamaba que en algunas ocasiones las autoridades que están encargadas de cuidarnos los tratan mal. “Son groseros, nos insultas y a algunos hasta les pegan y amenazan. Ese no debe ser el trato con los extranjeros”.
También reclaman sentirse “presos” en un país ajeno. “Yo no tengo dinero para poder salir de aquí y encerrado no lo conseguiré, quiero salir a trabajar a la ciudad y no me dejan. Una vez salí junto con toda mi familia y mientras caminaba en la carretera, llegó un camión y me devolvió acá. Nos tienen obligados a estar aquí y eso no deben hacer”, reclamó una venezolana, quien prefirió no revelar su identidad por miedo a las represalias.
Autoridades panameñas aceptan que hay descontrol
“Se ha vuelto más fácil traficar personas que un kilo de droga”, así de determinante fue el ministro de Seguridad Pública de Panamá, Juan Manuel Pino, al referirse sobre los problemas que se generan en la selva del Darién. Una zona, que pese a los esfuerzos de las autoridades panameñas y colombianas, es gobernada por las bandas criminales y algunas comunidades indígenas.
El éxodo de más de 679.000 migrantes desde 2009 hasta la actualidad, se ha vuelto prácticamente incontrolable, de hecho, las autoridades panameñas admiten que es poco lo que se puede hacer ante tan grande terreno (más de 5.000 kilómetros de jungla). “Se debe entender que el Darién no es una ruta, le pedimos a las personas que no migren por esa zona porque es muy peligrosa. La vida de las familias corre peligro en la selva. Son demasiados kilómetros de selva que no se pueden controlar”, aseveró Pinos, quien insiste constantemente: “Darién no es una ruta”.
Según las autoridades locales, los últimos meses se han mantenido constantes reuniones de las autoridades de Colombia, Panamá y Estados Unidos y Costa Rica, para poder ejercer más control en las fronteras. Sin embargo, solo en lo que va del año, han migrado más de 183.000 personas irregularmente, una cifra que probablemente sea histórica, ya que en todo 2022 se registraron 248.000 ingresos por esta frontera terrestre.
Ante esto, una de las opciones, que se barajaron de manera extraoficial, fue la de cerrar esta ruta; sin embargo, la directora nacional de Migración de Panamá, Samira Gonzaine, aseguró que esto no se puede hacer. “Es imposible cerrar el Darién. No se puede impedir el paso, además, es un área protegida. Eso no se ha considerado ni se hará”, dijo tajantemente la funcionaria, quien advirtió que al atravesar la selva hay muchas estafas. “Llegan engañados y a punta de mentiras. Ofrecen el Darién como que si fuera fácil atravesarlo y tenemos entendido que lo venden hasta en $ 1.000, pero todo eso solo es una estafa. Reiteramos a los migrantes que no atreviesen el Darién”, insistía Gonzaine, quien detalla que Venezuela, Haití y Ecuador son los países que más aportan con migrantes por esta ruta ilegal.
Por otra parte, el teniente José Chacón, principal del Servicio Nacional de Fronteras (Senafront), explicó que constantemente buscan mejorar la seguridad de las personas que quieren atravesar la selva.
“Pese a que insistimos que no se debe hacerlo, debemos buscar brindar seguridad a quienes lo hacen, es por eso que tenemos algunas estaciones en una zona de la selva para controlar los robos y violaciones que constantemente se dan; además, cuando existen heridos o fallecidos vamos al rescate de ellos”.
Respecto a las acusaciones de maltrato y mal estado de los alimentos que los migrantes denuncian, Chacón respondió: “Aquí se trata de dar la asistencia humanitaria necesaria. Se brinda alimentación gratuita, seguridad, un lugar para que descansen temporalmente y atención a la salud; sin embargo, constantemente llegan más migrantes, por lo que se vuelve complicado el control en el sitio”, explicó.
El ‘infierno’ no es el final...
Atravesar el Darién no significa el final de la travesía, realmente apenas es el comienzo del trayecto centroamericano.
Los que logran vencer la selva, deberán tomar un bus que cuesta 40 dólares y que los llevará hasta la provincia de Chiriquí en Panamá, en un viaje de al menos 12 horas.
Desde ahí cruzarán la frontera con Costa Rica y, posteriormente, atravesarán por Nicaragua, Honduras, Guatemala y México, de donde muchos son deportados a sus países, asesinados por carteles de drogas o por ‘coyoteros’. Finalmente, los que superan todo, llegarán hasta Estados Unidos, donde todavía se corre el riesgo de ser capturado por las autoridades ‘gringas’ y ser devueltos a sus países de origen.