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‘Vendedores’ del sueño americano
Para el traslado, los compatriotas tienen que desembolsar fuertes cantidades de plata. Una travesía peligrosa para quienes buscan un mejor futuro.
Son las 08:00. El celular timbra. Una voz rasposa, con un cantado particular, responde del otro lado de la línea: “¡Buen día!, disculpe, me conecto en media hora. Estoy cerrando un cruce”. Y cuelga. Treinta minutos después, Don Carlitos (cuencano, trigueño y de mirada chispeante) aparece en la pantalla del móvil. No es su nombre real, pero así lo conocen sus colegas. Es coyotero.
Como él, otro hombre dedicado al mismo negocio camufla su nombre por seguridad. Él se hace llamar Don Santy, también de Cuenca y, a pesar de las similitudes, ambos no se conocen. Aun así, concuerdan en algo: la finalidad de su ‘oficio’ es ayudar a otros para que salgan de la pobreza, a pesar de los riesgos.
La historia del coyoterismo la empieza Carlitos, de 26 años. Nervioso, cuenta que hace siete meses se inauguró en la ‘movida’ y el origen de su ‘oficio’ no es casualidad. En 2019, cuando cruzó la frontera con un coyotero mexicano, memorizó la ruta y apuntó cada detalle. Después regresó al Ecuador, tras trabajar un año en suelo yanqui. “Llegué a los siete meses de la pandemia. Empecé mi ‘negocio’ y me hice socio con el mismo que me hizo pasar”.
Santy, en cambio, dice que a los 23 años (ahora tiene 33) su ‘sueño americano’ se frustró a pesar de haber pagado 10 mil dólares. “Cuando llegué a la frontera, los ‘polleros’ me exigieron el doble y como no tuve me devolvieron al Ecuador”. Desde entonces, él decidió entrarle al negocio y ya lleva una década.
Nueva ola
Con la pandemia, la migración tuvo un despunte. En abril de 2021, 3.574 personas, entre 19 y 29 años, dejaron el país. De ellos, 1.951 son hombres, según el Ministerio de Gobierno.
Javier Chiliquinga, sociólogo y experto en el tema, considera que la crisis sanitaria fue el detonante para activar una nueva ola migratoria. La anterior fue en el 2000, producto del feriado bancario. “La población tiene necesidad de conseguir ingresos. Y si estos no están dentro de la frontera, salen a buscarlos por la vía legal o ilegal, generalmente con un coyotero que es una válvula de escape”, señala.
En lo que va del año, la Subsecretaría de Migración registró la salida de 41.998 ecuatorianos con destino a México. En los aeropuertos internacionales de Quito y Guayaquil se generaron 54 alertas de posibles pasajeros que buscaban cruzar ilegalmente a Estados Unidos: 31 eran menores de edad.
Y en esa ola, ambos coyoteros buscan su ‘oportunidad’. Carlitos cuenta que a diario cruzan por la frontera 50 migrantes. Todos cargados de esperanzas, pero también de miedos: a perder la vida, a ser deportados o simplemente a seguir hundidos en la pobreza.
“Hay muchos coyoteros que ofrecen el servicio en Ecuador o México. Pero si quieren cruzar tienen que ser bien machos, porque aquí no hay papito ni mamita que les ayude”, dice.
En abril de 2021, el Ministerio de Gobierno reveló que 9.787 personas viajaron a México como turistas. Mario Centeno, jefe de la Unidad Antitrata de Personas y Tráfico de Migrantes, afirma que en muchos casos, esa condición es una fachada para cruzar la frontera.
“En las perfilaciones que hemos hecho se nota que algunos de ellos son de nivel económico bajo. No llevan maletas y solo van con la intención de conseguir un ‘coyote’ que les lleve a Estados Unidos, o ya hay uno que los está esperando”.
El dinero lo mueve todo
Santy afirma que en sus cruces el riesgo es menor porque no utiliza rutas peligrosas tradicionales. Él ideó otros canales, amparado en el dinero.
Según él, dos son los requisitos para llegar al otro lado: coraje y plata. Pero en ocasiones el miedo supera la necesidad y echarse para atrás es recurrente. “Si se arrepienten, ya ni modo. No devolvemos el dinero y tampoco les obligamos”, dice Carlitos. Él cobra 13 mil dólares por ‘pasada’. Es el más económico y efectivo en el mercado, asegura.
Por su parte, el otro coyotero comenta que su tarifa es un poco mayor (15 mil dólares), pero lo justifica con la tranquilidad que entrega a sus clientes.
Ambos saben que el peligro es su fiel compañero. Reconocen que su ‘trabajo’ es ilegal y saben que la cárcel puede ser su próxima parada, pero no se inmutan.
La Unidad Antitrata de Personas y Tráfico de Migrantes confirmó que en 2021, ocho de 170 migrantes deportados de la frontera mexicana denunciaron al coyotero que contrataron. La finalidad: recuperar su dinero.
Rozando la muerte
Carlitos precisa que su única preocupación en esta labor es salir con vida, pese a conocer de memoria las rutas que frecuenta. Cuenta (como si fuese algo fácil) que la travesía dura 15 días, desde que salen en avión de Ecuador. “Escoger la ruta depende de las condiciones del día o la noche. Ya definida, vamos una hora en camioneta y después cuatro horas desierto adentro, a pie”.
Para evitar picaduras de serpiente, alacranes u hormigas venenosas, lo mejor es llevar botas altas de doble planta. Y si ‘la migra’ ronda con drones o helicópteros fronterizos, botarse al suelo boca abajo es la salida.
Según un reporte de Aduanas y Protección Fronteriza (CBO, por sus siglas en inglés), el 37 % de las muertes se generan en el desierto de Arizona.
También es común encontrar en el paso restos cadavéricos, ropa podrida... Aunque lo más recurrente es toparse con cárteles de narcotráfico, como Los Zetas, que, según el coyotero, cobran 200 dólares por migrante para dejarlos pasar.
“Están escondidos en el desierto. Ellos ya nos conocen. Se les pide permiso para pasar. Dicen: ‘Bueno, pero ya sabes cuánto tienes que aflojar’”.
El río Bravo es otra ruta. En los últimos siete años murieron allí 850 personas ahogadas, según la CBO. “Ahí utilizamos un cabo que va de lado a lado para que pasen bien agarrados. Ese río es traicionero”, cuenta.
Pero atravesar el muro de San Diego no es poca cosa. Con una escalera improvisada, hecha con cabos o varillas, trepan 5,5 metros. “Una vez cruzado el ‘paquete’, es hora de volver”, afirma Carlitos.
Santy dice en cambio que no se complica. Su mejor estrategia es sobornar al guardia de turno de la garita fronteriza.
Son las 12:00. La conversación termina y Don Carlitos y Don Santy seguirán traficando migrantes. Quizás hasta que los cojan o hasta que llegue el heredero del negocio. O simplemente hasta que la muerte les dé el cruce.