Aunque las previsiones climáticas no auguran lluvias fuertes en Quito durante esta semana, los vecinos de La Comuna duermen con un ojo abierto, por el miedo. Este barrio y La Gasca han sufrido dos aluviones en los que han muerto más de 30 personas, entre 2022 y 2024, por lo que cuando llueve, aunque sea poco, ya es motivo de angustia para los moradores.

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María Rosario Guasgua, una de las vecinas más cercanas de la quebrada de El Tejado, contó a EXTRA que los apagones agudizan este temor con el que prácticamente han aprendido a convivir. “Se va la luz de seis de la tarde a media noche, por lo general. Son las horas más sensibles”. Generalmente en la tarde -noche ha sido cuando se han registrado los aluviones. “¿A oscuras cómo podemos reaccionar?”, expresó.

Luego de las desgracias se tomaron precauciones. Una de ellas fue la colocación de cámaras de vigilancia en varias partes de la quebrada. “Se supone que quienes tienen acceso pueden alertar a todos para evacuar”, relató Olga Guevara, otra moradora de la zona. También se colocó una alarma comunitaria como una forma de alerta temprana para los habitantes en la esquina de las calles José Berrutieta y Fulgencio Araujo (zona cero del aluvión). “El problema es que sin luz no funcionan ni las cámaras ni la alarma”, reclamó Olga.

A esto se suma que cuando no hay fluido eléctrico la señal de las telefónicas es inestable y no es posible comunicarse. “No hay internet y los que nos ha servido mucho son los chats comunitarios. Estamos con miedo”, agregó María Rosario. El pedido de los moradores es que sea considerada como zona riesgo para que se suspendan los apagones. “La semana anterior ya llovió un poco fuerte. No hay que confiarse”, sentenció la vecina.

El Municipio de Quito anunció que se trabaja en un plan integral de corto, mediano y largo plazo que incluye la construcción de mallas dinámicas en la cuenca media de la quebrada para contener los flujos arrastrados por un aluvión. Estas mallas se instalarán en dos zonas estratégicas, con un costo de 230.000 dólares.

Además, cuenta con un reservorio donde se acumula material en la parte superior de la estructura de disipación. Según el Cabildo, las mallas reducen el riesgo de inundaciones y erosiones, protegiendo las infraestructuras y las zonas habitadas. Aún así, quienes ya vivieron dos desgracias, no están seguros de que no vuelva a pasar. 

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