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Crónica

Rosita siempre se detiene para conversar con él sobre sus ‘estudios universitarios’.Romina Almeida-EXTRA

Conoce al 'más querido' del barrio Garay

Alfredito Duarte es una persona en situación de calle. Tiene 30 años viviendo en el suroeste de Guayaquil. Nadie lo señala de loco, pues dicen que es parte del lugar

En las calles Gallegos Lara y Huancavilca, en el barrio Garay, vive hace tres décadas don Alfredito, un adulto mayor en situación de calle, de quien se calcula tendría unos 80 años de edad, eso estiman los habitantes del sector.

El hombre de tez trigueña y dentadura irregular ha sido acogido por los moradores, pues su personalidad es apacible, risueña y amigable, a pesar de que su mente divaga. Nadie sabe qué lo hizo perder la razón, pero cuentan los vecinos que, al parecer, todo fue producto de la brujería realizada por una mujer. Esa es la explicación que repiten todos.

Camina descalzo, pero eso sí siempre anda con una cucharita de plástico, por si aparece la ‘bendición’ gastronómica de todos los días.

Él desayuna, almuerza, merienda y hasta ‘pica’ gracias a la bondad de los residentes de la zona.

Alimento no le falta manifiesta Rosita Tierra, de 47 años, dueña de un local de fritada, al cual siempre acude Alfredito.

Se le fue la mente...

“Se acerca para que le sirva porque tiene que irse a la universidad, pues todavía no termina sus estudios. Luego tiene que sacar plata del banco y allá lo espera Amado Avilés”, ese es el discurso que de manera reiterada le dice su comensal y ella le sigue la corriente.

A él le gusta la papita, el huevo, la fritada o solo el chicharrón, aunque hay días en los que le pide tarrina completa, pues afirma que tuvo un día agotador en la U, sostiene la emprendedora gastronómica, oriunda de Riobamba.

Dentro del menú lo que más le apetece es el chaulafán criollo, a diario le pide este plato, que contiene llapingacho, fritada, granitos, chicharrón, huevo o chifle, es su favorito. Si no está doña Rosita, igual deben darle su ración, eso es lo que le ha dejado indicado a su hija, quien labora con ella y al resto de trabajadores.

“Les he dicho que lo atiendan no más, y que le den lo que a él guste, porque es mi esposo y es la verdad, mi marido se llama así”, expresa entre risas Rosa, a quien le causa gracia cuando Alfredito llega y le dice que lo atienda rápido porque llega tarde a la universidad. Ella hace esperar un poco a sus clientes para despacharle su porción.

Indica que lo hace con todo el corazón, pues su comensal es muy querido por el barrio porque es buena gente y no tiene vicios. Su problema es que sufre de algún trastorno mental.

Del desayuno se encargan Magaly Quiñónez (60) y su esposo, quienes lo conocen hace 30 años. “Él vivía por aquí y su hermano, don Juan, cuidaba los carros del sector, pero falleció”, señala Quiñónez.

Otro habitante de la zona, Josué Coello (28) relata que una fundación intentó llevárselo, pero Alfredito no se dejó coger y los moradores lo defendieron. “Para nosotros es parte del barrio y dentro de nuestras posibilidades lo ayudaremos”, enfatiza.

En el sector trabaja su sobrino, Juan Duarte, quien afirma que han intentado comunicarse por medio de redes sociales con su prima, Lourdes Duarte Zambrano, pero no hay señales de ella. “Él vive en las calles por su delirio, por eso intentamos contactarnos con su hija para que vele por él. A mí no me reconoce, me trata bien, pero creo que no sabe quién soy. Él quiere permanecer en la calle”, finaliza.

Al adulto mayor le gusta recibir comida, pero la ropa la desaparece.Romina Almeida-EXTRA