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Comunas de Puná se sienten desamparadas por la falta de obras
En la Isla falta de todo. No hay Agua Potable ni alcantarillado y el Centro de Salud solo ofrece paracetamol.
Abandonados a su suerte por los gobiernos de turno. Así se sienten los comuneros de la isla Puná, pues durante años (décadas en realidad) todos les han prometido obras y mejoras, pero estas nunca llegan.
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Es que en las comunas del oeste y sur de la isla, las necesidades son muchas y a pesar de que piden e insisten a las autoridades locales y provinciales que estas sean atendidas, las solicitudes siempre quedan en nada.
Agua potable, internet de calidad, alcantarillado, un hospital que tenga medicinas y equipos para atender emergencias, un muelle funcional y sobre todo la construcción de obras viales son algunos de los pedidos que hacen los miles de comuneros de este lado de Puná.
“Agua potable no tenemos, la que sacamos de los pozos es salobre y no sirve para el consumo ni para riego. Electricidad hay, con fallas, pero sí llega de la parroquia a través de generadores a diésel que contaminan. El servicio de internet es pésimo, se va a cada rato. Para la salud tenemos el Seguro Social Campesino, que algo ayuda, pero en emergencias hay que buscar lancha a Posorja y una ambulancia que lleve al enfermo a Guayaquil. Hace poco una mujer dio a luz en una lancha porque no llegó. Imagine la falta que hace un hospital”. Así resumió Daniel Gonzabay, un comunero, algunos problemas urgentes de la isla.
Víctimas de la demagogia
Shirley Castro, líder barrial de la comuna Campo Alegre, una de las más grandes y con mayor importancia económica de Puná, por su producción de moluscos y crustáceos, aseguró que “siempre que están en campaña (los políticos) vienen, prometen de todo, pero luego de que les damos el voto se olvidan de nosotros”.
Castro explicó que, por ejemplo, a la comuna la atraviesa un brazo de manglar que cuando sube la marea divide la localidad en dos y no hay cómo cruzar. Por este motivo solicitaron un puente al Municipio, que envió a hacer la inspección. Después un ingeniero hizo mediciones para determinar dónde colocar el puente y el tamaño adecuado, pero no volvieron y quedaron en la misma situación.
“El temor es que se viene El Niño. Imagínese un aguaje con una de esas lluvias. ¿Cómo vamos a terminar? ¿Cómo pasamos al otro lado? Los chicos no podrán ir a la escuela, no podremos ir a las tiendas por alimentos o al centro de salud”.
Manuela Medina, comunera de Estero de Boca, una de las localidades más pequeñas y deprimidas, concuerda con Castro. Ella asegura que la mayor preocupación al momento es la construcción de vías asfaltadas, porque el invierno está a la ‘vuelta de la esquina’ y si normalmente con una lluvia copiosa quedan anegados, no quiere ni imaginar qué ocurrirá cuando se presente El Niño.
“Quedamos encerrados, en invierno no podemos salir ni a Cauchiche ni Bellavista (las dos comunas más cercanas con salida al mar y hacia Posorja), o para Campo Alegre (donde está el único centro de salud del oeste de Puná), porque si llueve no hay carros ni cómo trasladarse. Observe el ‘polverío’ que se arma. Con la lluvia se hace lodo y (los vehículos) se quedan atrapados. Nos tienen abandonados. Esperamos que con el nuevo Gobierno esto cambie y nos atiendan”, suplicó.
A pesar de su enojo con las autoridades locales, en la última elección de alcalde Cynthia Viteri obtuvo la mayoría de votos en la isla (35,77 %), superando a Aquiles Álvarez (33,88 %), el actual principal funcionario guayaquileño.
En un recorrido de EXTRA por las comunas del oeste y sur de la isla, se corroboró que no hay vías asfaltadas ni caminos lastrados. Todo es tierra, lodo y monte. Tampoco hay señalética que permita ubicar las localidades o la distancia entre comunas. Moverse por las rutas de Puná es como viajar por el desierto, aunque los transportistas fleteros las recorren de memoria.
No hay plazas de trabajo
En Cauchiche, los habitantes no tienen fuentes de trabajo que les generen ingresos para solventar sus necesidades, pues no hay ni turismo ni empresas que inviertan en alguna planta industrial. Por eso no les queda otra que dedicarse a la agricultura y ganadería para el autosustento o migrar a las ciudades.
“Aquí cuando hay condiciones se realizan cultivos de ciclo corto, como maíz, sandía, melón, zapallo; pero cuando hay sequía no hay forma, se subsiste con los chivos y vacas, que se crían para el consumo familiar. Por falta de trabajo los jóvenes se van, pero los adultos mayores se quedan, aunque muchos están retornando por la inseguridad en la ciudad (Guayaquil) y Posorja, y vuelven a dedicarse a cuidar animales para la venta”, detalló María Magdalena Banchón, presidenta de la comuna.
Deudas en salud y educación
Banchón indicó que la educación es otro problema, pues en su comuna solo hay colegio hasta décimo año, y para hacer el bachillerato les toca ir a Campo Alegre, un viaje de 40 minutos en camino de tierra, a veces en moto, lo que implica un gasto económico diario.
En esa comuna también está el centro de salud, que debe atender a otras siete localidades (Bellavista, Estero de Boca, Cauchiche, Subida Alta, Puná Vieja, Aguas Piedra y Río Hondo), pero este no se encuentra en condiciones óptimas.
El tumbado se está cayendo a pedazos, solo tienen paracetamol y los ‘médicos’ son estudiantes haciendo la práctica rural, que no tienen experiencia y trabajan de lunes a viernes en horario de oficina, denunciaron los habitantes.
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