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Comerciante demuestra en TikTok que no falta trabajo sino voluntad para trabajar
Comerciante sube en redes sus experiencias como vendedor informal en Guayaquil. Asegura que los mayores obstáculos son los prejuicios y la envidia
Con su ‘acordeón’ de cajas de chocolates bien armado y su ‘labia’ afinada para ‘palabrear’ a sus clientes, Mario Molina sale todas las tardes a ‘camellar’ en las calles de Guayaquil.
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Mario es un comerciante informal de 33 años que lleva más de una década vendiendo golosinas en los buses urbanos de la ciudad. Su zona de trabajo va desde la Universidad de Guayaquil, en el centro, hasta la ciudadela La Garzota, al norte de la urbe. Así, su jornada de trabajo es un vaivén en los buses que cubren esa ruta.
Los usuarios habituales de este tramo suelen encontrárselo durante sus recorridos y aseguran que su labor se destaca por la forma educada de abordar a sus clientes, sin ninguna insinuación violenta. “No viene como ‘batracio’ a decir que ha estado preso o que no quiere recaer en la pillería, te ofrece educadamente (sus productos)”, comentó Carlos Jurado, usuario de la línea 131.
“A la cárcel no vuelvo”
Mario recordó que tuvo que caer hasta lo más bajo para darse cuenta de que si seguía una vida criminal iba a terminar encerrado por muchos años o, peor aún, muerto. “Yo me crie en el barrio y desde pelado andaba metido en cosas malas. La primera vez me cogieron robando, me persiguieron, me tiraron contra el piso y me arrestaron. Pasé un año preso”.
Luego de salir, tardó apenas 22 días en volver a prisión, esta vez por un delito mucho más grave -aseguró- aunque prefiere no especificar cuál. En esa ocasión pasó once meses en la cárcel. Su última captura, asegura, fue porque le tendieron una trampa, pues “un policía me plantó 35 fundas de heroína y estuve otro año preso”.
Tras su última detención decidió que “la tercera es la vencida” y que no volvería más a la cárcel. Así fue que empezó a enmendar su camino; sin embargo, al tener un pasado criminal, se le cerraron las puertas del mercado laboral y fue entonces que decidió vender dulces en las calles.
“Así como hay que tener valor para coger un arma y hacer muchas cosas malas, también hay que tenerlo para subirte a un bus a vender. Mi jornada comienza a las cuatro de la tarde, prefiero salir a esa hora porque empieza el movimiento fuerte en las calles, la gente sale de trabajar y en el bus a la final no tiene ganas de comerse un chocolate, pero sí le lleva a los hijos en las casas”, explicó.
¿Quién ha sido su mayor apoyo?
Mario considera que no habría podido cambiar su vida sin el apoyo incondicional de su esposa, la única que no lo desamparó en los momentos más difíciles, cuando nadie creía en él.
“La familia me dio la espalda. Hay familias buenas y malas, hay las que te ayudan y otras que te abandonan. Llegué a dormir en una trinchera y la única que estuvo ahí fue mi esposa, siempre alentándome”, enfatizó.
Recordó que los primeros meses, tras salir de la cárcel, fueron tenaces, pues tuvo que vivir en hoteles donde a las 07:00 le tocaban la puerta para que desaloje y pasaba el resto del día en la calle, buscando cómo hacer el dinero para pagar otra noche de hospedaje.
Así, día a día, se fue ganando el pan y también fue ahorrando dinero, con el cual finalmente pudo alquilar un lugar para vivir y comprar poco a poco los enseres de su anhelado hogar propio.
¿Qué dicen sus seguidores en TikTok?
Con su trabajo duro, Mario ha adquirido una motocicleta, muebles, electrodomésticos y puede costear el alquiler de una vivienda en un conjunto residencial; además, realiza viajes frecuentes a Colombia, donde compra mercadería para el negocio de venta de ropa de su esposa.
“La idea de la ropa nació porque había muchas cosas sin usar en el armario. Mi esposa dijo que se iba a poner a vender unas blusas que tenía guardadas, le fue bien, entonces se nos ocurrió reunir un capital y la primera ocasión se fue ella a probar suerte y traer mercadería desde Colombia. Como le fue bien, repetimos el viaje juntos y así ya hemos ido como ocho veces”.
Mario comparte sus logros en su cuenta de TikTok, en la cual tiene casi 28.000 seguidores, y sus videos, que tienen cientos de miles de reproducciones, acumulan medio millón de ‘me gusta’. En las filmaciones cuenta sus experiencias como vendedor ambulante y promociona la mercadería que tiene en venta.
“La idea surgió después de que una señora me vio armando la agarradera en las fundas de chocolate y me preguntó cómo la hacía, entonces hice un video que reventó (de reproducciones), tiene casi dos millones de vistas”, destacó.
Sin embargo, lamentó que pese a que todo lo que tiene lo ha obtenido gracias a su trabajo duro, no faltan los ‘sufridores’ que dudan de su honradez.
“La gente es envidiosa, ve que compras algo con esfuerzo y lo primero que piensan es que andas metido en negocios ‘chuecos’, que andas vendiendo droga y no es así. Mi esposa y yo somos la prueba que con dedicación se puede salir adelante, incluso vendiendo chocolate en los buses. Quien dice que no hay trabajo está mintiendo, lo que falta es voluntad”, concluyó.
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