Exclusivo
Actualidad
Cirugías reconstructivas están paralizadas en el Ecuador
Sufren por sus malformaciones y no pueden acceder a una cirugía por el alto costo. En los hospitales se están retomando estos procedimientos.
Dicen que la sonrisa es la mejor carta de presentación de una persona; sin embargo, hay quienes nacieron con malformaciones congénitas en su rostro o quienes durante su vida han sufrido accidentes que les han desfigurado la cara.
Para ellos, sonreír se ha convertido en un anhelo. Un privilegio. Porque no pueden hacerlo, porque les duele, porque necesitan una intervención quirúrgica para arreglarlo.
Daniela (nombre protegido) siente que la cabeza le va a ‘explotar’. Los calmantes no hacen efecto y debe soportar más de dos horas de dolor. Se pone de mal genio. Cae en depresión. En ocasiones siente que no quiere vivir.
La joven, de 18 años, tiene una malformación en el cóndilo derecho que la desarrolló durante su crecimiento. Esta parte ósea de la mandíbula se articula con el cráneo y en el caso de Daniela está creciendo más que el cóndilo izquierdo.
El problema le está desfigurando parte del rostro y le ha generado molestias para masticar. Ella empezó a cubrirse esa parte de la cara con su cabello. Dice que el aspecto estético no le asusta, por el momento. Lo que le preocupa es su estado de salud.
Hace dos años empezó a padecer fuertes dolores de cabeza. Creía que era por las muelas del juicio, pero luego de su extracción, las molestias permanecían. Luego llegaron los dolores en las articulaciones de la cara. Dejó de comer alimentos que implicaran masticar con fuerza. Ahora, hay ocasiones en las que no puede ponerse de pie con fuerza porque dice que empiezan los dolores. “La pastilla a veces no funciona y tengo que hacerme masajes porque es insoportable”, comenta.
Desde noviembre del año pasado el problema se intensifica a diario. Sandra Leida, madre de Daniela, la llevó con especialistas quienes le diagnosticaron la malformación. Le dijeron que la única solución es entrar al quirófano para que le cortaran el hueso que está creciendo irregularmente. Son dos intervenciones que sobrepasan los 8.000 dólares. Leida no tiene el dinero.
REALIDAD DEL PAÍS
Michael Quisilema, cirujano maxilofacial y uno de los dueños de la fundación Rebirth, comenta que el sistema de salud pública está retomando este tipo de cirugías luego de que la mayoría de quirófanos de hospitales de tercer nivel en los que se practicaba se transformaron en áreas COVID.
Añade que existe el recurso humano, pero no hay materiales como los tornillos y placas que se ocupan para hacer estos procedimientos. El doctor fue jefe de servicio del Hospital Pablo Arturo Suárez, en el norte de Quito, y dice que en la actualidad no se realizan intervenciones maxilofaciales. “Antes de la pandemia hicimos cirugías de alta envergadura como reconstrucciones por tumores con injertos”.
El cirujano reconoce que en el sector privado el costo de estas operaciones son elevadas. Por eso, y por una convicción personal, se puso su fundación en la que operan a personas que no tienen dinero, pero necesitan la cirugía porque su salud empeoraría. Ayudan a cubrir parte de los gastos, según la situación económica y de salud del paciente.
Quisilema enfatiza que hay que diferenciar entre una cirugía funcional y estética. La primera es indispensable para arreglar la anatomía del paciente y que tenga un buen funcionamiento en sus movimientos y articulaciones. El estético es para verse bien.
El médico indica que existen seguros privados y hospitales en los que no se contemplan las intervenciones maxilofaciales como algo funcional y “al ser estético, que pague el paciente”.
UN CAMBIO DE VIDA
Nicole Mera se sentía desagradable. No quería mirarse al espejo. Cuando salía se cubría el rostro con una bufanda. Durante la pandemia, la mascarilla le ayudó a ‘sentirse segura’. No sonreía. Cuando le tomaban fotos estiraba sus labios y aparentaba felicidad. Era insegura.
La chica, de 21 años, tenía prognatismo mandibular. Esta anomalía genética es cuando la parte inferior de la mandíbula se desarrolla en exceso hacia adelante. Nicole empezó a notar cambios cuando tenía 13 años. La malformación aparte de verse estéticamente mal le provocó problemas de salud. No podía respirar bien y tenía constantes resfriados. En el colegio se cansaba rápido porque su boca prácticamente estaba abierta.
Cuando tenía 16 años acudió a varios médicos especialistas, quienes le dijeron que puede existir un tratamiento de ortodoncia para mejorar la desviación de los dientes, pero lo de la mandíbula debía ser una intervención quirúrgica que constaría unos 12.000 dólares.
Paula Mera, madre de Nicole, recuerda que fue un martirio para ella ver cómo su hija se deprimió por su malformación. “No sonreía ni en Navidad”. Se desesperaba por reunir dinero. Es madre soltera y gana el sueldo básico. Lo poco que le sobraba lo ahorraba.
Por un tiempo trabajó como guardia de seguridad por las noches y prestó dinero para sacar algo de los intereses.
La llevó a la red de salud pública, pero había una lista de espera de más de 60 personas y le dijeron que podrían operarla en dos años.
En 2019 conocieron a Quisilema, quien al ver su situación económica y de salud la ayudó mediante su fundación. Nicole es una de las 400 personas que han sido operadas por él.
Ahora, Nicole se siente una nueva mujer. Ya puede tomarse selfis sin tener vergüenza de sí misma. Colocó una foto en sus perfiles de las redes sociales. Sale más a menudo con sus amigos. No tiene miedo de sacarse la mascarilla ni de hablar en público. Se siente más segura. Sonríe... “Una operación puede cambiar la historia de una persona. Puede darle una nueva identidad”, dice.
CUIDADO DE LOS ‘TRUCHOS’
Édison Ramos, presidente de la Sociedad Ecuatoriana de Cirugía Plástica Reconstructiva y Estética (Secpre), revisa algunos expedientes de la Fiscalía. Le han llamado como perito para verificar si los médicos que practicaron una cirugía y la cual resultó ser una mala práctica médica cumplieron con los protocolos requeridos.
Menciona que en el país hay personas que sin ser cirujanos realizan intervenciones reconstructivas. Enfatiza que hay que diferenciar a un cirujano plástico de un médico estético. El primero tiene formación en quirófano, el segundo solo puede hacer intervenciones superficiales. “Ha habido cosmetólogas que inyectan gasolina de avión en la cara de las mujeres”.
El médico recomienda a los pacientes que antes de practicarse una cirugía verifique si el cirujano tiene un título profesional en la Secretaría de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación (Senescyt).