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El emprendedor, Édison Díaz, posa fuera de su local.cortesía

Choquilla, el payaso que ahora saca risas con encebollados

La pandemia y la estabilidad familiar frenaron la vida circense de Édison Díaz, un habitante de Santa Rosa que ha encontrado en la gastronomía un modo de subsistir, pero sin dejar del todo su anterior oficio. Te contamos su historia

Eran los últimos días del siglo pasado, cuando un joven payaso y su circo sufrieron un percance mientras viajaban por los pueblos de la costa ecuatoriana. La vieja camioneta en la que se movilizaban se quedó sin combustible en la vía Puerto Inca-Machala, por lo que el elenco de artistas debió caminar varios kilómetros para llegar a algún pueblo a reabastecerse.

En el duro trayecto, bajo el inclemente sol, los caminantes se encontraron con un oso hormiguero. Eran tiempos en los que no se cuestionaba que los circos trabajen con animales y el payaso, que entonces era solo un veinteañero, arengó a sus compañeros a atrapar al oso para incluirlo en sus presentaciones.

Sin embargo, al poco tiempo se dieron cuenta de que no era una tarea fácil. El animal dio dura batalla y antes de ser dominado por ese raro grupo de payasos, trapecistas y malabaristas, propinó algunos zarpazos a sus captores.

"Las grandes garras de ese animal lograron incluso dañarme la ropa y los zapatos", cuenta Choquilla, el payaso cuya familia militó en recordadas carpas como el Circo Mexicano de Fieras, el Circo de los Hermanos Lainez,  hasta convertirse en la propietaria del Circo Rex.

La anécdota le trae grandes recuerdos a este cuarentón inscrito en el Registro Civil como Édison Díaz Lucas, y quien con el surgimiento de la pandemia de coronavirus tuvo que retirarse casi completamente de esa vida que tantas alegrías le había dado. Casi, porque esporádicamente se pinta la cara y se pone su peluca y traje multicolor para animar fiestas infantiles en Santa Rosa, ciudad orense donde vive actualmente.

En épocas de confinamientos y cero fiestas por la Covid, a Choquilla (bautizado así por su padre porque de pequeño se la pasaba comiendo un chocolate con esa marca), le ha tocado hacer de cerrajero, vendedor de cloro y otros 'malabares' para poder llevar el pan a casa.

REINVENTARSE  PARA SUBSISTIR

Su vida después de payaso no ha sido fácil. El "buen billete" y los amigos que ganaba cuando su carrera artística estaba por lo alto, hoy son un mero recuerdo.

Tras recoger para siempre la carpa, a inicios de 2020, Díaz se metió en el oficio de la soldadura, gracias a un primo cerrajero, que hacía puertas y ventanas de hierro.

"A mi pareja, Roxana Zambrano, la conocí en Buena Fe. Era una admiradora de Choquilla. Yo la hacía reír bastante. La conquisté con eso porque no creo que tenga buena pinta".

"Pero luego vinieron nuestros vecinos venezolanos a cobrar más barato, y ya no nos salía mucho trabajo", rememora, "entonces decidí trabajar en la venta de cloro, aprovechando la alta demanda de este desinfectante de pisos y otras superficies, que el coronavirus provocaba".

Choquilla recuerda que estando en ese negocio, muchas veces viajó "a la calle de los mariachis" (la Gómez Rendón), en Guayaquil, a comprar la lejía para diluirla y llenar cada galón, que luego vendía en 2 dólares, ayudado por su vieja camioneta con megáfono.

"La gente me preguntaba por qué estaba vendiendo cloro siendo yo payaso -recuerda-. Yo les decía que de la payasada ya no podía seguir viviendo y que tenía que trabajar en lo que sea".

"Nosotros los ecuatorianos somos alegres, divertidos, nos caracterizamos por eso, incluso con la pandemia".

Todo iba de perlas con el cloro, pero la crudeza de la pandemia no iba a ser eterna y cuando fueron bajando los picos de contagios y muertes, a finales de 2020, la gente dejó de demandar el producto.

Los días de crisis volverían a su familia pero Choquilla es de los que no se dejan vencer. Dice que como buen ecuatoriano, él es resiliente, se dobla pero no se rompe.

Nacido en Santo Domingo de los Tsáchilas, en el hogar formado por Víctor Díaz, un payaso, trapecista y lanzador de puñales; y Doris Lucas, "la mujer con el pelo más fuerte del Ecuador", Choquilla estudió varias alternativas de emprendimiento en una época de tan dura crisis, en la que nadie compra ropa ni gasta en diversión. Así fue que recordó que la gente nunca deja de comer, y ahí se le ocurrió meterse en la venta de encebollados, quizás el plato más popular del Ecuador.

Una foto del recuerdo de Choquilla en sus tiempos de payaso.Cortesía

La idea la fue 'cocinando' hasta que en 2021 montó el restaurante en las calles Guayas y Eloy Alfaro. Al principio le fue bien con unos cuántos comensales pero Santa Rosa es una ciudad llena de picanterías, muchas de las cuales incluso venden el cebiche con arroz con pollo, un plato ícono de la localidad.

Con una competencia así, el negocio podría caer en cualquier momento -pensó-, así que 'craneó' la forma de aumentar su clientela. La única estrategia 'marketera' que se le ocurrió fue enviarle a la gente el mensaje de que él no era un vendedor o dueño de restaurante cualquiera, sino que detrás de su negocio estaba el  popular payaso que tantas risas sacó a la gente durante más de tres décadas.

UNA ESTRATEGIA QUE LE ESTÁ DANDO RESULTADOS

Choquilla entregando los encebollados a sus clientes.cortesía

Así fue como, un día de mediados de 2021, empezó a atender a sus clientes vestido con camisetas con la imagen de Choquilla y calzando esos zapatos de colores con bolas en las puntas, que aún conserva. El resultado: la aceptación de los clientes.

"La gente me ha dado su visto bueno, tengo buena clientela gracias a mi Dios, incluso gente de Loja viene a mi local", comenta a EXTRA el ahora emprendedor.

El nombre del local también hace alusión a su antigua profesión: Encebollados los del Payaso Choquilla. Diariamente, vende entre 60 y 100 platos de este manjar, cuyo costo es $ 2.00, "Es que la albacora es cara también", justifica.

Aquí en uno de esos días que solo usa la camiseta con la propaganda de su negocio.cortesía

Además del encebollado, Choquilla vende también cebiche blanco, rojo y un plato llamado Super encebollado, que consta de pulpo, calamar, camarón y la albacora.

De vez en cuando, el manjar hecho de con albacora es acompañado por alguno que otro chiste que Choquilla se manda ante sus comensales.

"Todavía acostumbro a contar  que un día pasaba una señora hermosa y le dije: 'Hola rubia intelectual, y ella me dijo: 'Adiós, burro natural'".

UNA VIDA LLENA DE HUMOR

Este hombre de 1,60 metros,  a quien se le metió el bichito del circo cuando tenía 5 años, gracias a que sus padres trabajaban en esa actividad, el buen humor nunca se le va, ni en las circunstancias más difíciles.

"En noviembre me dio covid. No fue fuerte, gracias a Dios como harto encebollado y eso me tiene con buenas defensas naturales".

Hoy podría ser médico, ingeniero o un gran empresario, pero nunca le gustó mucho estudiar.

No se arrepiente de haber desertado del colegio, pues considera que cada persona tiene un propósito en la vida y él cumplió el suyo: divertir a la gente y servirla desde cualquier lugar. Ayer fue desde las carpas, hoy desde un pequeño restaurante.

"Nosotros los ecuatorianos somos alegres, divertidos, nos caracterizamos por eso incluso con la pandemia", rubrica Choquilla, quien es padre de tres hijos menores de edad y por quién dejó de recorrer los pueblos para verlos crecer y estudiar.

Ahora que ha encontrado una ocupación  más estable después de dos años de incertidumbre, este artista no piensa cambiarla, a menos claro que tenga un poco de suerte y lo descubra algún empresario del famoso Circo del Sol canadiense o del Big Apple Circus, de Estados Unidos. Pero ahora vive solamente su realidad, que es una vida tranquila, hogareña, con un trabajo honesto donde también regala una sonrisa a la gente.