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El 'centro' del terror: Los parques no son lugares turísticos
Los parques del centro de Guayaquil han sido ‘secuestrados’ y es casi imposible pasear o disfrutar de estos. Basura, indigentes, trabajadoras sexuales, libadores y hasta hombres que hacen sus necesidades ‘a vista y paciencia’ de los demás se encuentran en estos espacios públicos.
Cuando Mario era ‘peladito’ solía encaramarse en la estatua ubicada en el centro del parque Centenario como si fuera un mono. Eran otros tiempos, recuerda.
Él trepaba y trepaba solo para alcanzar un punto alto de la Columna de los Próceres. “Ya después cercaron el monumento para que nadie se subiera”, rememora con una sonrisa, por los buenos momentos que experimentó en aquel espacio del centro de Guayaquil, cuya inauguración data del 7 de octubre de 1920.
Sin embargo, ahora ya no hay niños jugando a su alrededor. Son indigentes los que pernoctan por la zona, donde también hay trabajadoras sexuales que ofrecen sus servicios y consumidores de drogas que inhalan y fuman a la vista de todos, locales y extranjeros.
Diario EXTRA realizó un recorrido por varios parques y plazas del centro de la urbe porteña (Centenario, La Victoria, Medardo Ángel Silva, Parque de la Madre, Chile, Parque España, el Juan Montalvo, La Merced, plazas Garibaldi y Rocafuerte) y constató que en muchos de ellos saltan a la vista ciertas ‘novedades’ con las que poco a poco han ‘secuestrado’ a las áreas de recreación de los ciudadanos.
“No hay seguridad. Aquí (calle Vélez, paralela al parque) y del lado del Centenario, la gente pasa con temor porque hay bastantes personas que aparentan estar bien, pero en realidad son pillos”, comenta Mario Vinueza, maestro pintor de 62 años, quien recuerda haber visitado el lugar desde que tenía uso de razón, a los 4 o 5 años, dice. “A veces he tenido que entrarles a puñete para defender lo mío”, afirma Vinueza.
Y no se equivoca. Mientras un equipo de Diario EXTRA recorre la zona se observa a un hombre que usa una palmera del interior del parque como su baño. ¡Como si estuviera en su casa y sin vergüenza alguna!
Pasar rapidito y salir
El urbanista Luis Alfonso Saltos sostiene que este ‘fenómeno’, al que denomina la pérdida del uso del espacio público, no es ‘de la noche a la mañana’, sino que ha sido progresivo.
“Hace varios años se ha visto el deterioro en la calidad de los espacios públicos”, manifiesta. Y lo explica con ‘manzanitas’: dice que el parque Centenario pasó de tener todas sus puertas abiertas a solo una; luego dos y, finalmente, cómo se la encuentra ahora, abierta de vez en cuando.
“Esto lo ha convertido en un lugar de tránsito, mas no para estar”, diagnostica y recalca que es un problema que se ahonda con los repuntes de violencia y criminalidad en los que Guayaquil se ve involucrada.
Aunque Saltos use de ejemplo al icónico espacio de la 9 de Octubre, no solo sucede allí.
En el parque Victoria, a unos cinco minutos del punto inicial, comerciantes informales suelen soltar todas sus ‘alforjas’ y regar los objetos que venden en un lado del espacio. Mientras que en la acera de enfrente, dos mujeres con poca ropa ofrecen servicios de ‘compañía’.
Cerca de la Bahía, en el parque Juan Montalvo, donde EXTRA reportó un incidente con arma blanca en agosto del año pasado, tres personas duermen ‘plácidamente’ en las banquetas, pues nadie controla el ingreso o desarrollo de actividades en aquel espacio público.
Mientras que el parque San Agustín, frente a la iglesia que lleva el mismo nombre, ya tiene ‘dueños’ de casa. Una mujer, que parece estar pernoctando en los exteriores del enrejado, barre su ‘portal’ para mantener la pulcritud. Y como también quiere mantener limpias sus prendas de vestir, estas lucen tendidas en los barrotes del parque para que se asoleen y se sequen. ¡Esta es como su casa! No obstante, por más que la mujer haga algo de limpieza, la pestilencia que proviene de esa zona, por la orina humana, es inaguantable.
Y en el parque Chile, entre las calles Capitán Nájera, Noguchi, Cacique Álvarez y Febres Cordero, más informales se ‘sueltan’ a un lado. Retazos de absolutamente todo tipo de cosas están tirados por ahí.
“Aunque no es algo agradable a la vista, el término ‘afear’ no está bien empleado”, sostiene el sociólogo Carlos Tutivén, quien explica el impacto de lo que se observa a diario allí en la ciudadanía.
Este problema no solo afecta al presente, sino que hasta puede influir en la historia de Guayaquil al mundo y en el turismo, precisa. El primero lo sustenta Willington Paredes, historiador. “El deterioro de los íconos de la ciudad va cambiando poco a poco el significado que representan en los corazones de los ciudadanos”, afirma.
Por el turismo habla Holbach Muñetón, presidente de la Cámara Provincial, quien sabe que esto es perjudicial para los ingresos de este sector.
“Me reuní con unos empresarios dominicanos. A ellos poco más y les habían rogado no venir a Guayaquil, porque pensaban que tendrían que permanecer encerrados. Ya estando aquí se dieron cuenta que eran solo exageraciones”, sentencia.