A las 08:30 de ayer, María Eugenia Mora llegó hasta el cementerio Ángel María Canals, ubicado en el suburbio de Guayaquil, para cerciorarse de la información que le había dado la persona encargada de los servicios exequiales de su papá, Pedro Mora, quien murió producto de un infarto.

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El funerario le había manifestado que en el camposanto del suroeste porteño no había atención al público, tampoco bóvedas porque la tarde de este miércoles 26 de junio habían matado al administrador, César Geovanni López Reto, de 48 años.

“¿Y ahora yo qué hago con el cuerpo de mi papá? Él murió el miércoles (el mismo día del asesinato de López), su deseo era ser enterrado junto a mi abuelo. Tenemos bóveda propia, pero vengo al cementerio y los guardias me dicen que no hay atención hasta segunda orden”, expresó con indignación la guayaquileña.

Media hora después, María Eugenia, quien llegó acompañada de uno de sus hermanos, se subió a un auto y se retiró del camposanto con la preocupación de no saber dónde sepultar a su progenitor.

Sin embargo, ella no fue la única persona que ayer acudió al cementerio para realizar un trámite o visitar la tumba de un familiar. Sandra Gómez llegó portando un ramo de flores para colocar en la bóveda de su madre, quien cumplía un año de muerta; también se retiró sin poder entrar al camposanto.

Un guardia de seguridad que solicitó la reserva de su identidad indicó que tras el asesinato de administrador habían recibido un comunicado del Municipio, donde le indicaban que “temporalmente no iba a haber atención en el cementerio Ángel María Canals para salvaguardar la seguridad de los ciudadanos”.

López Reto estaba en su oficina, ubicada al costado derecho de la puerta principal del camposanto, cuando fue acribillado por un hombre que llegó junto a una mujer, a bordo de una tricimoto, fingiendo que iban a realizar un trámite.

Una fuente policial indicó que, de acuerdo a versión de trabajadores, desde hace un mes el personal que labora en dicho cementerio ha sido amenazado de muerte por personas que se quejan de que no encuentran bóvedas o nichos para enterrar a sus parientes.

“El asesino vestía camisa roja, jean azul y llevaba mascarilla. La señora que lo acompañaba luego del hecho salió por la puerta posterior del cementerio. Al administrador le dispararon por la ventana. El occiso, al parecer, había recibido varias amenazas. Pensaban que él era el encargado de dar las bóvedas en el cementerio”, explicó el investigador.

En el lugar de los hechos, la policía recogió 15 indicios balísticos y un papel donde, presuntamente, dejaron un mensaje amenazante.

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