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En sus amanecidas por la zona lo acompaña su pareja. Tomalá también pasa allí en las mañanas y se gana la vida vendiendo diarios.CHRISTIAN VÁSCONEZ / EXTRA

Canillita es el 'ángel' de los niños en hospital guayaquileño

En sus primeros años de trabajo fuera de la casa de salud, incluso ayudaba a los camilleros cargando a los pequeños que llegaban a ser atendidos. 

En una cena navideña con los guardias del hospital de niños Francisco de Icaza Bustamante, Christian Tomalá Calle entendió que aquel lugar se había convertido en su segundo hogar.

Siempre ha trabajado vendiendo EXTRA y Expreso fuera de esa casa de salud, ubicada en el sur de Guayaquil, pero su mayor satisfacción es aliviar un poco el peso de los padres de los pequeños pacientes con lo que esté en sus manos.

Actualmente, labora de canillita en el exterior. Está durante las mañanas. También suele regresar a la noche para amanecerse vendiendo bebidas, mascarillas y libros infantiles.

Sus madrugadas allí son especiales. Combate el frío tomando un cafecito de esos que llegan a vender en pomas guardadas en canastas plásticas. Pero él, sonriendo, dice que también se abriga del frío con solidaridad.

En una ocasión, compró medicina para una madre. Eso pasó cuando tenía 15 años. A esa edad trabajaba de mensajero en las farmacias cercanas. Una vez llegó una señora desesperada a cotizar una receta para su bebé, pero no le alcanzó la plata para comprar.

“Le dije al encargado que me la apunte y que me vaya descontando el costo”, recuerda. La mujer, quien era de otra provincia, en agradecimiento, vino a Guayaquil algunas veces a regalarle gallinas, frutas y otros alimentos.

En su memoria viven los rostros tristes de los padres que llegaban con sus pequeños por alguna emergencia. En esa época, hace 23 años, no había suficientes camilleros en el hospital y él les daba la mano para trasladar a los niños hasta el área donde serían atendidos.

23 años lleva laborando por esa zona de la urbe porteña.

“Siempre sentí esa vocación de ayudar a los demás en lo que pudiera”, comenta. Con su actitud cosechó muchos panitas, como guardias del hospital y el personal de salud.

Precisamente con los celadores tuvo una experiencia que le tocó el corazón. Una Navidad estaba solo, sin tener a dónde ir, pero terminó cenando con un par de ellos, quienes estaban de turno. “Fue ahí que me di cuenta de que es mi segunda casa”, explica.

Christian tiene alma de motivador. En esas amanecidas en que le toca ver a tantos papás preocupados por sus hijos, simplemente le fluyen las reflexiones para darles ánimo.

“Muchos padres salen a buscar un café, un chocolate, miran la calle vacía, miran detrás y ven el hospital y quieren llorar. Pero yo les digo que al menos ellos tienen una familia y yo no”, recalca.

Christian le compra café a otros comerciantes para calentar sus madrugadas.CHRISTIAN VÁSCONEZ / EXTRA

Estas expresiones reconfortan a quien tiene que pasar la noche ahí fuera, sentado en algún cartón o colchón, esperando una buena noticia.

La pregunta que más se hace este canillita es cómo, al tratar con niños y padres a diario, él aún no tiene hijos. Es irónico, piensa, pues con estas vivencias considera estar mínimamente preparado.

Dice que las cosas pasan por algo. Que seguramente Dios, por ahora, quiere que su instinto paterno lo ponga en práctica con los ‘peques’ del hospital.

Christian se toma con seriedad y cariño el cordón umbilical que lo une a este hospital. Está agradecido con todo lo que vivió ahí y dispuesto a ayudar a quien lo necesite.