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El bosque de los ‘sin techo’
Miraflores es el único pulmón del centro de Quito. Unos dicen que dan mal aspecto y dañan el espacio, otros los defienden porque no son agresivos.
Pese a que los habitantes de cuatro covachas fueron desalojados hace un par de semanas, los vecinos siguen viendo fogatas en sitios incluso más recónditos del bosque de Miraflores, ubicado en el centro de Quito.
Son ‘sin techo’ que estarían volviendo de a poco a ese lugar, según Soraya Moreno, moradora. “Daban mal aspecto y hacían daño al espacio verde”, dice.
Algunos vecinos, organizados en colectivos de protección del bosque, lograron que las autoridades intervinieran.
Soraya vive al frente. En las noches divisa el fuego que prenden los ocupantes, aunque ya no están tan cerca de su casa. “Antes hasta saludaban, se acercaban a mí. No tuve problemas”, comenta.
De pronto empezó a sentir temor cuando ya vio a estos hombres consumir alcohol y atestiguaba las peleas entre ellos. “También me daba pena no poder ayudarlos más, porque son vulnerables”, agrega.
NOSTALGIA
Por este bosque han pasado glorias del Atletismo como: Rolando Vera, Silvio Guerra, Martha y Franklin Tenorio y otros deportistas extranjeros, así lo recuerda con nostalgia Rafael Jarrín, también morador.
Los ‘sin techo’ han aumentado en los últimos meses, no solo en este sitio, sino en toda la ciudad. Según Sandy Campaña, administradora municipal de la Zona Centro, quienes tenían trabajos esporádicos... con la crisis lo perdieron todo y se volcaron a las calles. Esta zona es la que más habitantes alberga en la capital, aunque no existen cifras específicas, detalla. Este bosque ha sido intervenido varias veces, la última el 21 de abril.
Esteban Ruiz va todos los días a esa zona para trotar con sus perros. “Nunca fueron agresivos. Eran mendigos y bebían, pero nunca hicieron problema”, relata.
Incluso, algunos moradores habrían tenido que regalarles unas ollas porque unos pillos les robaron las pocas pertenencias que tenían.
OTROS PROBLEMAS
A esto se suma otro asentamiento irregular, parte del bosque, que se encuentra a más de 3.170 metros de altura. Allí, las chancheras y aguas servidas emiten olores nauseabundos, pues los líquidos se quedan empozados.
“Entiendo que hace muchos años les dieron esas tierras, pero esa población ha crecido”, dice Jarrín.
Esto ocasionaría que los árboles sean talados cada vez más y se afecte al único pulmón del centro de la urbe.
Quienes sí resultan peligrosos, señala Ruiz, son los pillos que asaltan a los transeúntes en la parada de buses de la avenida Mariscal Sucre.
“Arranchan celulares y carteras y suben corriendo para esconderse (en el bosque)”, añade.
También el sitio se ha convertido en punto de encuentro de personas que consumen drogas y grupos de otros barrios que se reúnen a beber. “Pero los ocupantes de las covachas no eran”, espeta Ruiz.
Para el vecino, su desalojo fue injusto, pues lo único que hacían era sobrevivir.