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Los 'años viejos' ya se venden en Quito
Los monigotes se ‘adueñaron’ de la Teniente Hugo Ortiz, sur de Quito. La mayoría fue traída de Guayaquil.
Andrea Portilla caminaba indecisa en medio de los coloridos monigotes que fueron colocados en la vereda derecha de la avenida Teniente Hugo Ortiz, sur de Quito.
Ayer, la compradora, de 45 años, aprovechó que los vendedores levantaron sus puestos para ofertar los ‘pelotones’ de figuras traídas directamente de Guayaquil. Ella quería un modelo agradable para quemarlo a la medianoche del sábado 31.
“Pero me suben y me bajan el precio”, se quejaba mientras daba la espalda a la montaña de opciones que iban desde el Hombre Araña, Gokú, un policía del GIR hasta el presidente Guillermo Lasso.
Édison Chiguano, propietario del puesto que Portilla recorría, contó que, actualmente, la tradición de fin de año ha tenido una metamorfosis en la gente. No se compra tanto al monigote de ropaje y aserrín, sino que se llevan a los esculpidos en papel del Puerto Principal. Esto porque los primeros, generalmente, contaminan más. “Parece que las personas tienen un poco más de conciencia medioambiental”, precisó.
Chiguano dijo que el 24 de diciembre, luego de la cena, se embarcó en el viaje a Guayaquil. Junto con su familia fueron a la famosa calle 6 de Marzo. Recorrió buena parte del lugar y se trajo para Quito, al menos, unos 100 muñecos cuya semejanza a los personajes que representan era impactante.
Vendedor
No todos son bonitos
La mañana avanzaba y los ‘viejos’ batallaban contra el viento que los tumbaba. La presencia de compradores era escasa y “posiblemente vengan más durante el sábado”, auguró Blanca Muñoz.
Esta apacible comerciante ha mantenido la tradición de la venta de monigotes de aserrín durante 50 años, ella tiene 68.
Ella era la única que exhibía los monigotes hechos con ese material. Sin casi nada de ostentación, los apilonó frente a su puesto que estaba ‘hundido’ entre los demás que mostraban las llamativas figuras ‘guayacas’.
Por su confección, los ‘viejitos’ de Muñoz parecían sacados de la utilería de una película de terror: decapitados. “Para ponerle la cabecita, le damos esto”, explicó esta mujer de baja estatura mientras sacaba de una funda una pelota hecha con una media nailon, rellena de papel y con un palo que simulaba ser el cuello.
Pero aunque no fueran los productos más bonitos, la mujer rogaba que se vendieran todos porque el año pasado el negocio sí fue boyante. “Las cosas están bien caras, mi señor, casi se han triplicado los precios y ya no ganamos como antes.
Usuaria
Para tener una idea, la señora calculó que en años pasados compraba las 100 caretas de cartón a 50 dólares y ahora las adquiere casi en 100 ‘latas’. Lo mismo pasa con las cabezas de ese mismo material.
“El papel también está caro”, asintió Sonia Almache, quien se aventuró a ir también a Guayaquil por los bien elaborados monigotes, cuyo valor depende tanto del diseño como del tamaño: pueden costar hasta 100 dólares los que sobrepasan el metro con ochenta centímetros.
Poquísimos ‘viejos’ se vendieron, pero Portilla no se animó a llevarse un Chucky de cartón. “Voy a traer más plata porque este año, lo quemamos porque lo quemamos”, finalizó.