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La lucha incansable de Dolores Guerra por la verdad sobre la desaparición de su esposo
En su mente todavía retumba la voz de su esposo, Johnny Gómez, desaparecido en el operativo en una farmacia del norte de Guayaquil en 2003
De la Dolores Guerra, la joven esbelta que durante años clamó en marchas y plantones por la entrega del cuerpo de su esposo Johnny Gómez, desaparecido en un operativo policial en una farmacia del norte de Guayaquil, queda poco. Y ella lo admite.
La angustia, ansiedad y el tormento de no saber desde hace 21 años (desde el 19 de noviembre de 2003) dónde está su amor, el hombre con quien se casó y padre de su hijo, han fracturado su salud.
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El hipotiroidismo que padece la ha llevado al sobrepeso. Pesa más de 200 libras, lo que conlleva a obesidad tipo 2, diabetes, reflujo, hipertensión y dificultad para dormir.
Un baipás gástrico podría ayudarla, pero no puede costear la operación debido a su alto precio. A pesar de sus cambios físicos a los 47 años, su fortaleza y fe para continuar luchando por justicia y la entrega de los restos de Johnny siguen intactas.
Su imagen de modelo, que la llevó a trabajar para una marca de cigarrillos y a salir en las páginas de entretenimiento en diarios locales, la trasladó a las portadas y a la sección Sucesos. Nunca más volvió al gimnasio, porque su vida la dedicó a su hijo y a encontrar respuestas que hasta el momento nadie le da.
“No ha sido fácil llevar el luto mental, tampoco a un hijo que quedó de 5 años y que hasta ahora, a los 26, te pregunta todos los días qué pasó, dónde está mi papá y tener que resignarnos a ya no verlo, aunque el tiempo me ha dado la razón”, comenta.
La última llamada de Johnny
En búsqueda de la felicidad, se comprometió y volvió a ser madre de una niña que actualmente tiene 10 años. Cuando conoció al padre de su hija quiso abrir un camino en su vida, darse una oportunidad, pero no pudo.
Al no estar dispuesta a hacer infeliz a nadie, prefirió terminar la relación y ser madre soltera, porque en su vida hay un capítulo inconcluso que no le permite ser feliz.
“Cuando no cierras un capítulo en tu vida, es muy complicado tener que abrir situaciones nuevas. Como volver a tener un hogar, un matrimonio. Quizás mucha gente lo ha logrado. El luto concluye en el momento en que sepultas a ese ser querido al que también le dices adiós. Ahí se termina todo”, explica.
Pero el caso de su esposo, cuya voz dice escuchar pidiéndole ayuda, es algo que permanece en su cabeza, que está ahí, latente. La tortura a diario.
“La voz de él está en mi mente, en mi oído... Me dice: ‘Ayúdame, estoy dentro de la PJ (Policía Judicial), me van a matar’, tal cual como fue la última llamada que me hizo cuando se lo llevaron”, recuerda Dolores, quien ha debido pasar por psicólogos y psiquiatras para poder continuar con su vida. Sin embargo, el alta médica está lejos de llegar.
Esto concluiría, dice, con el hallazgo del cuerpo o los restos de su esposo. Primero pedía su cadáver, que lo dejen enterrarlo; luego pidió sus osamentas; después sus cenizas y ya no sabe qué más pedir.
“He pedido muchas cosas, a través del tiempo. Si lo quemaron, lo enterraron o lo que me quieran dar, solo deseo coger sus restos, era el padre de mi hijo, el joven de quien me casé muy enamorada. No tener un lugar donde ponerle flores, una tumba, algo que poner en su epitafio. Recordarlo en Navidad, Fin de Año, cumpleaños”, reclama.
Todo por una firma
A estos problemas se suma otro. El impedimento para conseguir un crédito bancario que le permita comprar una casa, un carro o cosas básicas. La razón es que al seguir legalmente casada con Johnny Gómez debe tener para cualquier proceso crediticio la firma de él o sea del deudor solidario.
Al seguir ligada a un matrimonio que ya no está, en su cédula consta que todavía se encuentra casada, cuando debería decir ‘viuda’, pero para eso se debe declarar la muerte presunta de Gómez y que un juez no lo declare fallecido el día en que se lo llevaron, el 19 de noviembre del 2003, sino en 2024, cuando aquello no fue así.
“¡Imagínate!, ¿cuándo voy a ser feliz? Alquilo un departamento al que le pago lo que cancelaría mensualmente por un crédito hipotecario y eso es el llamado derecho al buen vivir, y, sin embargo, a mí se me ha quitado ese derecho a tener vivienda propia”, se lamenta.
De quien fue el amor de su vida, salta el recuerdo de una foto cuyo contenido hasta la fecha da de qué hablar por lo cuestionado y violento del operativo policial, a esa imagen ella le llama de la crueldad, “de ver cómo atan sus manos y le tapan el rostro, tal como si fuese un animal al que llevan al matadero”.
Insegura
Admite tener miedo cuando va por la calle. El caso ‘González y otros’ (antes llamado ‘Las Dolores’) la enfrentó a entidades y personas con cierto grado de poder. Camina viendo a su alrededor. Si va a algún lugar, está pendiente de las personas y si ve a alguien sospechoso, se retira.
“No tengo una vida libre, tampoco vida social, en la que pueda estar feliz y divertirme. Salgo del trabajo y me voy directo a mi casa, a encerrarme y a estar con mi hija”, asegura Dolores, quien labora como ayudante en la función judicial, entidad a la que llegó luego de estudiar Derecho.
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Ella fue una figura importante por su participación y la cara más visible en las investigaciones en el caso, lo que la llevó a estudiar Derecho y a entender cada foja del proceso, sobre todo, a conocer el significado del término ‘delito flagrante’. Dos palabras que, según dice, siempre se usaron en defensa de los agentes y que no las cumplieron ni se les respetó a las víctimas el debido proceso.
“En ese tiempo no existía el COIP, sino el Código Penal y hablaba de las personas que eran capturadas en el momento y que debían ser puestas a órdenes de la autoridad competente para poder determinar su culpabilidad o inocencia y ¿quién era la autoridad?, pero ellos -los policías- fueron jueces y parte”, indica con las bases que aprendió en la abogacía.
- - Dolores, ¿eres feliz?
(Hace una pausa y respira)... “Te puedo decir que cuando tengo a mis hijos a mi lado, siento que soy feliz, pero si me preguntas si llevo una vida llena de felicidad y de tranquilidad, no... He pasado por muchos procesos en los que le pregunto a Dios qué pasó, qué sucedió en mi vida, que me diga en qué momento cambió todo. Me quedé de 27 años con muchas ilusiones”, finaliza mientras seca sus lágrimas.
Su vida y algo más
Se quedó a la mitad de los estudios en la carrera de Comunicación, a la que iba a regresar luego de casarse.
Su hijo tuvo que salir del país hace pocas semanas, al ser abordado y golpeado por varios sujetos. El hecho tendría que ver con la sentencia de 26 años que se dictó a los implicados en la muerte y desaparición de Johnny Gómez.
El nombre del caso fue cambiado de ‘Las Dolores’, en alusión al nombre que coincidentemente llevan las viudas: Dolores Guerra, Dolores Vélez y Dolores Briones, por ‘González y otros’.
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