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Amigos en su salsa: los veteranos que ponen a gozar en el Malecón 2000
El grupo salsero no ensaya, pero lleva la música en la sangre. Todos los sábados y domingos reúnen cerca de $ 60, pero lo más importante para ellos es poner a bailar al público del Malecón 2000.
Kromber Lainez se dio cuenta que sabía cantar por un karaoke que hizo con amigos en Estados Unidos hace dos años. Sus referentes no son de la salsa: si quiere escuchar música lo hace con Serrat o Milanés tomando vino, pero eso no le impide en absoluto entonar a Héctor Lavoe y Marc Anthony con una pasión desmesurada.
Tampoco le es necesario cerrar los ojos para inspirarse. Su pequeño cuerpo se agita como bailarín caleño de la época dorada, aunque a veces sus pies no vayan al compás.
Eso, a fin de cuentas, es lo de menos, al igual que si el sonido de los instrumentos suena demasiado alto y se distorsiona un poco durante sus presentaciones en el Malecón 2000.
El más joven de la orquesta, Freddy Rodríguez (48 años), es el director, toca la campana y el bongó. Junto a él está Luis (68), un ecuatoriano que cantó en Perú y Venezuela; Jorge Jurado (68) se encarga del bajo y los barriles, Pedro Herrera (69) de la tambora y Lainez (65) también es otro de los vocalistas.
Los cinco juntos son un cuadro que, perfectamente, si se colgara en La Topa Tolondra de Cali le brotaría salsa por los poros con el sonido de la campana y la tambora de fondo.
No ensayan, porque llevan la música en la sangre. Rodríguez deja que cada uno de ellos tenga poder de decisión en la banda y que se gocen el show de sábados y domingo, el cual dura desde las 14:00 hasta las 19:00.
Durante esas cinco horas ‘azotan’ baldosa. Pasan por exitos de la Fania All Stars, Óscar D’Leon, El Gran Combo de Puerto Rico, Marc Anthony, El Grupo Niche, Willie Colón, Frankie Ruiz y también lo que el público les pida, porque están para ellos.
El show
La gente que va pasando por el largo corredor del Malecón, primeramente, es atraída por el sonido. Hay canciones que son la ‘Clave’ para enganchar.
‘El Cantante’ tiene la obligación de ir atrayendo con su energía y de eso Lainez sabe muy bien. No se guardan ningún ‘Periódico de ayer’ y dejan todo sobre el escenario, armado con instrumentos que tienen desde hace décadas.
Cuando el sol empieza a ‘azotar’ no pasa nada. Toca tomar ‘Decisiones’ y mantienen una cola al lado de un parlante para ir pasando la sed.
El público se les agolpa alrededor, en bancas y otros tantos empiezan a bailar. Esos son ‘Los olores del amor’, pero a veces, cuando son excesivos, eso sí ‘Qué pena’.
Cuando uno de los cantantes vocalmente se agota, no pasa nada, nadie es ‘El Gran Varón’ y entre Luis y Kromber se van pasando el micrófono.
A veces es necesario cambiar para que no sea ‘Tarde Ya’ y el show caiga.
Como cuatro de los cinco integrantes del grupo casi se jubilan, están a la espera del día de su suerte. No es un ‘Idilio’, como en ocasiones les han dicho.
El show salsero es un recorrido musical desde Cuba, pasando por Puerto Rico, llegando a Colombia y aterrizando en Ecuador. Entonan toda la tarde para sacarse $ 60 por día. Cada uno se lleva cerca de $ 10 para la casa o, en ocasiones, terminan ‘rematando’ la rumba en cualquier bar con unas bielas.
El dinero es lo de menos. Son amigos, vecinos que se criaron cerca del Cerro Santa Ana y llevan la vida como un carnaval, en honor a Celia Cruz.
Sobre el final del show, cuando empieza el ‘Conteo regresivo’, aunque las familias pidan más, les advierten que ‘Todo tiene su final’ y la última canción que entonan es su lema: ‘Vivir mi vida’.
Si se empiezan a pasar del tiempo, un guardia del Malecón se les acerca y les muestra el reloj. Le hace entender a cualquiera de ellos que ‘Usted abusó’, pero no es intencional. Lo único que quieren es seguir gozando.
Los ‘abuelitos’ de la salsa, que no se sienten así ni por las curvas, dicen que toda la semana esperan el sábado y domingo para prender la fiesta.
Solo quieren aplicar una frase de Guayacán: “Si usted va llegando váyase entonando, que de baile en baile se va acomodando”. Porque como dice uno de los espectadores del show de los salseros del Malecón es que este género musical, a diferencia de otros, “te puede decir las cosas más tristes, pero con la música más alegre. No provoca sentarse a llorar sino mover los pies”.