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En las noches, gente se instala a beber alcohol en la vía pública alrededor de la cancha de fútbol de la ciudadela. Fines de semana es peor.Carlos Klínger / EXTRA

Guayaquil: Borrachos y 'cachineros' generan insalubridad y robos en la Ferroviaria

Los habitantes también se quejan de los ladrones en motos, que roban a peatones y los accesorios de los carros. La Policía no asoma nunca, aseguran.

Cansados de los ladrones, ‘chamberos’ y ‘peloteros’, que usan las jardineras y paredes como urinario público, afirman estar los residentes de la ciudadela Ferroviaria, ubicada en el centro de Guayaquil. Estos aseguran que son víctimas de la delincuencia a diario y que quienes se atreven a caminar por las calles secundarias se exponen a que ‘la moto que roba’ los alcance y los despoje de todos sus objetos de valor.

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Esta ciudadela queda a pocos metros de una universidad privada, por lo que muchas casas de la zona alquilan departamentos, suites y cuartos a los estudiantes universitarios, quienes al salir de clases e intentar llegar a sus casas suelen ser víctimas de los pillos.

Adrián Salazar, estudiante machaleño de Derecho, contó que hasta hace dos meses habitaba en esta zona, pero que tuvo que irse porque sufrió dos robos en menos de quince días, lo que lo obligó a huir del sector.

“Salgo de noche y como estaba a cinco minutos caminando, me iba a pie hasta mi departamento, en ese lapso pasaron motos y me quitaron la mochila, el celular y diez dólares que cargaba. No estoy seguro, pero hasta creo que en las dos ocasiones fue la misma moto y el mismo ladrón”, relató.

"Tuve que irme a vivir a otro lado porque no hay seguridad. Me robaron dos veces en 15 días". Adrián Salazar, estudiante universitario

Esta situación se repite a diario y no pueden hacer nada al respecto, aseguran los habitantes, quienes también dijeron que salvo que los llamen, los policías nunca aparecen por la zona. “El problema no son solo las motos sino también los ‘cachineros’ que se roban todo lo que quede ‘mal parqueado’ en los portales de las casas.

Tampoco se puede dejar un carro estacionado en la calle porque en el primer descuido se roban los accesorios”, aseguró la dueña de un negocio de comida en la calle Séptima, la cual no se quiso identificar por temor a represalias. Mientras conversaba con el equipo de EXTRA, que recorrió la zona, miraba con insistencia a todos lados para corroborar que nadie la viera hablar.

¿Por qué los deportistas generan molestias a los habitantes?

Los vecinos se quejan de los borrachos que orinan en las jardineras y paredes.Carlos Klínger / EXTRA

La vecina también contó que los ‘peloteros’ que utilizan la cancha de fútbol ubicada al ingreso de la ciudadela genera malestar, debido a que luego de jugar “se cruzan a las tiendas, se compran trago, se instalan a tomar y se ponen a orinarse en las jardineras o en las paredes de las casas. En la mañana hay que echar agua porque toda la calle apesta y está llena de charcos de orine”.

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La mencionada cancha es administrada por el Municipio de Guayaquil, que alquila las instalaciones y pese a las numerosas quejas de los residentes, no ha hecho nada por evitar que esto ocurra, dijeron varios vecinos.

Los chamberos merodean constantemente la zona y se roban todo lo que queda desatendido por sus dueños.Carlos Klínger / EXTRA

Martha Cordero, adulta mayor que vive a pocos metros de la pileta luminosa del Malecón del Salado, también en la ciudadela Ferroviaria, indicó que los recicladores se roban los cables y suelen dejar sin los servicios básicos a los moradores. Además, se han tomado la parte baja de los dos puentes que hay en el lugar y los utilizan de dormitorio, para orinar, defecar y almacenar lo que han recolectado y robado durante el día.

"Los chamberos se roban los cables y nos dejan sin servicios básicos por días. Nadie hace nada al respecto".Martha Cordero, residente

Durante el recorrido de este Diario por el sector se pudo corroborar que falta iluminación, no hay patrullaje policial y que efectivamente los recicladores habitan y almacenan sus botines debajo de los mencionados pasos a desnivel y, pese a que había dos guardias privados cuidando el malecón, nada hacían por evitarlo.

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