Incertidumbre. Es la palabra que define el sentir de capitalinos ante el anuncio de 14 horas de cortes de luz debido a la grave crisis eléctrica que enfrenta el país.

Este 25 de octubre, incluso los sectores que no tenían apagones entraron, repentinamente, al cronograma de suspensión del servicio. Una de estas zonas fue La Tola, centro de Quito, donde su cercanía al hospital Eugenio Espejo y al edificio del ECU-911 le libraba de esta ‘tortura’.

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En un recorrido de EXTRA por este importante barrio se constató la desgracia que ahora afrontan sus residentes. Uno de ellos es Omar Sánchez, de 57 años, quien tiene su negocio de tapicería automotriz se quedó sorprendido cuando abrió su taller y no hubo luz.

“En otros barrios sí se cumplen los horarios. Pero acá no sabemos a qué hora regresará porque no se iba nunca”, detalló el artesano durante la mañana de este viernes. Pero el ‘golpe’ que más le dolió a este morador fue la decisión de extender más de mediodía el corte.

Sánchez explicó que no tiene un plan para sacar a flote su negocio que mucho antes de la crisis eléctrica ya afrontaba problemas. “Como se puede observar (durante este viernes), no hay gente que venga acá”.

Esa misma incertidumbre la sentía Fernanda Villegas, quien regenta una farmacia en la calle Valparaíso, la arteria vial de La Tola. En su caso, el haber cortado la energía en un punto donde no estaba previsto es un total desastre. “La mayoría de medicamentos no se estropean, pero sí puede suceder con la insulina que ofrezco porque necesita refrigeración”.

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A más de esto, Villegas enfrenta otro problema: el administrativo. Ella usa programas computacionales para tener en regla las cuentas de la farmacia. “Se tendrá que anotar a mano lo que se venda y si uno se olvida, se complicará porque luego se descuadrarán los inventarios”.

Pero a estos problemas dentro de los negocios y de las casas se suman los que se darían afuera. “Si de por sí nuestro sector se ha caracterizado por ser inseguro, ahora mucho más”, indicó Marta Mora, habitante de La Tola que también fue sorprendida por el apagón. La mujer detalló que todas las mañanas sale a coger un bus para sus actividades personales pero ahora será mucho más complicado porque puede ser víctima de los criminales.

David Solórzano, quien tiene un local de venta de accesorios para computadoras y teléfonos celulares. “A las 20:00 de ayer (jueves) se fue y nadie sabe sobre los horarios para nuestro sector”.

Su negocio, como la gran mayoría, depende de la energía eléctrica y con los cortes su situación se hará mucho más difícil. Y para evitar el cierre de su local, Solórzano indicó que estaría dispuesto a buscar un generador eléctrico. “Pero es un gasto que no estaba contemplado. Más que nada porque ni siquiera hay dinero”, lamentó.

Este ‘lujo’ de adquirir un generador no se lo podría dar tampoco comerciantes como Julio López, dedicado a la venta de sal marina en el sector Santa Clara, norte de Quito. “La falta de luz perjudica muchísimo y más si son 14 horas al día. Eso me ha impedido incluso de contratar personal porque soy un emprendedor. No tengo dinero adicional para un empleado”.

En el caso de López, la energía le ayuda a secar la sal ya que al ser de origen marino, llega húmeda y si se la mantiene en ese estado se puede dañar. Además requiere de máquinas selladoras para las fundas donde se pondrá el producto y balanzas eléctricas para pesar con mayor precisión la cantidad de sal a venderse.

Para Jorge Sosa, defensor de Derechos Humanos y experto en Derecho Constitucional, una cosa es la crisis energética producto del estiaje y otra, muy distinta, es la forma cómo ha enfrentado el problema de los apagones el Gobierno.

“En el primer caso, la naturaleza ha sido inclemente con el país y hay que admitir que ello no es responsabilidad del Ejecutivo. Pero para el tema comunicacional y para la toma de decisiones han sido un desastre y una segunda catástrofe”.

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Sosa detalló que se ha manejado una normativa populista y con la designación de ministros de Energía sin experiencia han agravado la situación de los apagones, generando una percepción de incertidumbre y desidia que impacta a toda la ciudadanía.

“Generar falsas expectativas de reducción de horas y luego hacer lo contrario es jugar con el proyecto de vida de todos nosotros como ecuatorianos. Una cosa es la naturaleza pero otra muy distinta es la forma ligera, populista y poco técnica como ha manejado el Ejecutivo esta crisis que se vuelve insostenible”, finalizó el especialista.

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