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Cada vez que sale el cortejo fúnebre, el animal toma la delantera del grupo para abrir paso. ag - periodista ag - granasaPATRICIA OLEAS

Zambo, el perro guardián de los duelos en Riobamba

Descubre cómo un cana se ha convertido en un símbolo de compañía y respeto en los cortejos fúnebres

En la calle España, en el corazón de Riobamba, provincia de Chimborazo, la ruta por la que llevan a los difuntos a su descanso eterno transita un personaje singular. Allí, entre casas de velación y cortejos fúnebres, camina un perro, un alma sin dueño que asumió el papel de guardián de los duelos.

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Algunos lo llaman Zambo, aunque su pelaje es liso y sin rizos. Otros le dicen Bigotes o Jefecito. No importa el nombre. Lo cierto es que, desde hace algunos meses, este ‘peludo’ entre blanco y café ha tejido un lazo invisible con la muerte y el luto.

Su presencia no es un hecho aislado. Con una rutina precisa, casi ritualística, cada día aparece por las funerarias, husmea entre los dolientes, se acuesta junto al ataúd y, cuando el cortejo inicia, camina al frente, ladrando como si anunciara que el viaje a la eternidad ha comenzado. No pertenece a nadie, pero es de todos.

Un misterioso compañero en tiempos de duelo

“Siempre está ahí, si no tenemos servicio, no viene”, indica Beatriz Olivo, trabajadora de una funeraria. “Llega hasta el féretro, se da la vuelta, se recuesta en un rincón y observa en silencio. A veces se queda toda la noche, otras veces desaparece. Pero siempre regresa antes de la misa. Es como si supiera exactamente cuándo debe estar”, acota la mujer.

Cuando salen con el féretro, el Zambo toma su puesto. Con ladridos firmes y constantes alerta a los conductores que transitan por la calle España. Es su manera de pedir respeto y permitir el paso para el que parte. Luego avanza, siempre adelante, como si guiara el alma del difunto a su destino final.

Al llegar al cementerio, da una última vuelta entre las tumbas, olfatea el aire cargado de incienso y flores, y luego se instala en la puerta, inmóvil, como un centinela. Cuando el último adiós se ha dicho, el Zambo se marcha sin dejar rastro, hasta el siguiente funeral.

El Zambo acompaña día a día a decenas de deudos hasta el camposanto. ag - periodista ag - granasaPATRICIA OLEAS

Su origen es desconocido

El equipo de EXTRA intentó seguir al animal después de un entierro, con el fin de descubrir a dónde iba cuando su labor terminaba. Pero antes de poder rastrear su ruta, otro cortejo fúnebre comenzó y el Zambo, como si respondiera a un llamado invisible, se puso alerta y corrió a unirse a la nueva despedida.

Silvana Pérez, trabajadora de otra funeraria, recuerda que al principio pocos reparaban en él. “El perrito venía, pero no llamaba la atención porque es muy tranquilo. No molestaba, no pedía comida. Simplemente estaba ahí. Se subía en los muebles y se dormía al lado de los dolientes”.

Primero, pensaron que era un perro callejero buscando refugio. Pero con el tiempo, su comportamiento empezó a ser imposible de ignorar. “A veces pasa la noche con la familia en vela, y cuando llega la hora, sigue el cortejo hasta el cementerio”.

El animal siempre procura ir delante de las personas que llevan al difunto.PATRICIA OLEAS

El debate sobre su instinto

El veterinario Rafael Paredes, especialista en comportamiento canino, ha observado al Zambo y reconoce en él un instinto fuera de lo común. “Es un perro extremadamente sociable, pero lo más asombroso es que parece comprender el ritual del duelo. Se coloca al frente del cortejo y detiene el tráfico como si fuera parte del protocolo. No busca comida, busca compañía”, alega.

Pero su fidelidad lo pone en peligro. En más de una ocasión, los conductores han tenido que frenar bruscamente al verlo deteniendo los autos. “Ya lo han lastimado en la nariz, porque se mete entre los vehículos sin miedo”, lamenta Beatriz Olivo.

¿Por qué lo hace? Se preguntan muchos. Algunos creen que el Zambo busca a alguien. “Tal vez perdió a su dueño y lo busca en cada funeral”, sugiere Olivo. “Llega al cementerio, olfatea, observa los ataúdes, como esperando encontrar algo”.

Sobre le origen del animal poco se sabe, solo lo ven diariamente entre las funerarias de Riobamba.PATRICIA OLEAS

Otros piensan que simplemente entendió la tristeza humana y decidió acompañarla. Lo cierto es que, aunque se deja acariciar, el Zambo evita el contacto prolongado. Varios han intentado adoptarlo, llevarlo a un veterinario, darle un hogar. Pero él siempre escapa.

En una de las funerarias le han puesto un plato con agua y comida. Pero en cuanto alguien intenta sujetarlo, sale corriendo. “Quisimos cogerlo para bañarlo y desparasitarlo, pero no se deja”, cuenta Silvana. “Incluso le queríamos poner una ropita para identificarlo, pero no quiere. Es un perro de la calle, pero no de cualquier calle: es de esta, la calle España”.

Su labor sorprende a muchos

Su historia ha conmovido a la ciudad. El video que hizo viral su historia fue grabado por los dueños de una de las funerarias, quienes notaron cómo el perro se sumaba a cada despedida con una solemnidad sorprendente.

En redes sociales, los videos sobre el Zambo acumulan miles de reproducciones. Muchas personas han compartido su testimonio. “Nos acompañó cuando enterramos a mi papá”, escribió una usuaria. “Ladró cuando el féretro salió, caminó con nosotros hasta el cementerio, y después desapareció”, comentó otro.

Para muchos, el Zambo es más que un perro, es un símbolo. Un espíritu leal que, sin palabras, ofrece consuelo a quienes enfrentan el momento más doloroso de sus vidas.

El veterinario Rafael Paredes ha analizado el comportamiento del animal. veterinario ag - periodista ag - granasaPATRICIA OLEAS

Los trabajadores de las funerarias y vecinos del sector buscan protegerlo. Algunos creen que deberían encontrarle un hogar, pero saben que no será fácil. “Ya tiene su rutina, ya está acostumbrado a la calle”, dice el veterinario Paredes.

Mientras tanto, el Zambo sigue ahí, en la calle España. No pide nada. No espera nada. Solo aparece cuando la muerte llega, camina junto a los dolientes y los acompaña hasta la última morada.

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