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El ataúd del policía asesinado fue cargado en hombros por familiares, entre ellos el exfutbolista Pedro Quiñónez.Luis Cheme

Sargento Jicson Ayoví, asesinado en Guayaquil: Dolor y despedida en Esmeraldas

Al policía asesinado le dieron un adiós con vallenatos y baladas

Con profundo dolor, la mañana de este jueves 27 de febrero de 2025, amigos y familiares despidieron, en el camposanto Solange de Esmeraldas, al sargento segundo Jicson Eduardo Ayoví Rodríguez, quien fue asesinado en Guayaquil.

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La tristeza impregnaba el aire. El cortejo mortuorio avanzaba lentamente, mientras vallenatos y baladas resonaban. Eran melodías que Jicson disfrutaba en vida, pero la canción que más se repetía era ‘Se me fue’ de Myriam Hernández. La letra parecía narrar el sentir de los asistentes. “Se me fue con el sol, sin hablar, sin un adiós…”.

Cada nota musical parecía resonar en el corazón de quienes conocieron a Jicson y recordaron su compromiso con la comunidad, su alegría y su espíritu indomable.

El exfutbolista Pedro Quiñónez, hermano de Jicson, se encontraba al lado del féretro, con la mirada en el piso.

La imagen de un hermano que se va tan repentinamente es una carga pesada que pocos pueden soportar”, dijo Pedro, quien con su corazón desgarrado cargaba el féretro de su ñaño, a ratos cediendo el peso a otros familiares.

Como “un hombre que supo ponerse bien el uniforme y servir a la comunidad”, lo definió un familiar, con la voz entrecortada por la emoción.

¿Dónde ocurrió el ataque?

La tragedia ocurrió en la cooperativa Los Claveles 2, en Guayaquil, cuando Jicson se dirigía a su hogar tras cumplir con su deber de proteger a dignatarios. Al percatarse de un robo en proceso, no dudó en intervenir. Ese acto de valentía le costó la vida. Los delincuentes, al verse acorralados, dispararon sin piedad. La injusticia de su muerte dejó a todos preguntándose cómo un hombre que dedicó su vida a proteger a otros pudo ser víctima de una violencia tan brutal.

Cuando el sol comenzaba a ocultarse en las nubes cargadas, el ambiente se tornó aún más solemne. En el momento de la despedida final, el silencio se apoderó del lugar, y todos los ojos se centraron en el ataúd. Las flores, cuidadosamente colocadas, eran un símbolo de amor y respeto, pero también de la pérdida irreparable. La tierra, húmeda y fresca, parecía absorber el dolor de quienes allí estaban.

Al finalizar la ceremonia, los amigos y compañeros de Jicson se unieron en un abrazo colectivo, un gesto de unión y solidaridad frente a la adversidad.

La comunidad se sentía herida, pero también fortalecida por el recuerdo de un hombre que dio su vida por el bienestar de los demás.

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