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En recintos del cantón Echeandía buscan medios para desplazarse
Por medio de cuerdas desplazan el gigante utensilio de cocina para transportar sus productos, víveres y hasta personas, para mandarlas de un lado al otro
“Tengo miedo, pero no hay otra opción que subirme a la tarabita. La necesidad me hace adaptarme”, dice resignada Aurora Caizaguano mientras pega un ‘ojazo’ al vacío sobre el que va a cruzar.
Enseguida, se trepa sobre una enorme olla y se acomoda ahí con miedo. ¿Una olla? Sí, como lo leen, en ese utensilio la mujer se moviliza de un lugar a otro, en la zona rural de la provincia de Bolívar, donde enfrentan daños a consecuencia de las intensas lluvias.
Ella es habitante de la comunidad Carimara, una de las seis localidades que están incomunicadas en el cantón Echeandía. El problema lo enfrentan desde enero, cuando perdieron parte de la carretera. Una fuerte lluvia hizo que el terreno cediera y ahora los separa un gran abismo.
Entonces decidieron poner la olla, pero no en la cocina, sino que la usan como tarabita y por medio de una cuerda se desplazan.
Este utensilio con capacidad de 400 litros, donde cabe una persona, les fue donado por la fábrica de lácteos de Edwin Tuqueres, quien buscó la estrategia para que los habitantes no pierdan sus productos y tampoco dejen de abastecerlo de leche.
Con ese objetivo, entre las siete comunidades afectadas: Carimara, Cruz Loma, La Pradera, Guarumal, San Miguel de Cañitas, Las Cañitas y Selva Alegre se unieron en minga para tender cuerdas y sujetaron la gran olla para enviar sus productos y por qué no, cruzar ellos también.
Aurora menciona que la primera vez no dejó de orar porque temía que la olla se virara y ella cayera. Dos meses después, los más de mil comuneros utilizan, obligatoriamente, la olla-tarabita. Ya son más expertos.
Segundo Quinatoa asegura que desde hace dos meses deben esforzarse más para trasladar sus productos. Antes, la ranchera (camioneta) llegaba hasta su comunidad, situada a unos 40 minutos de la cabecera cantonal, pero por el estado de la vía ya no se puede. Ahora, recorrer ese trayecto les toma dos horas y más, porque deben caminar, pasar por la tarabita improvisada y seguir caminando hasta llegar a sus casas.
No pueden circular ni en moto, porque estas no pueden seguir por los pequeños senderos en medio de la montaña.
La olla-tarabita les ha servido para cortar camino para transportar la leche y la poca producción. Otra opción es ir hasta Camarones, el lugar más cercano por donde pasan los vehículos, pero para llegar a ese sitio les toca caminar cerca de una hora.
No dejan perder la leche
Son más de mil habitantes los que deben caminar más y poner la confianza en la olla para no dejar de vender la leche que les permite sostener sus hogares.
La carretera, que hoy está interrumpida, les comunica a Echeandía con el cantón Las Naves. Ahora, por este contratiempo, son pocos los productos agrícolas que pueden sacar, así como exiguos los insumos que adquieren para sus hogares. Solo compran lo necesario, aseguran.
Como una manera de ayuda, cada domingo en dos turnos, llega una ranchera que los espera antes del sitio donde ocurrió el derrumbe para seguir sus rutas.
Ellos no saben qué pasará en alguna emergencia. Se sienten en incertidumbre y clama a Dios para que las lluvias no causen más afectaciones.