El pastor indígena Luis Ortega, líder de la iglesia Camino a Betania, del cantón Alausí, provincia de Chimborazo, dice que tras ver las imágenes de la incineración del sospechoso se puso a llorar.

“La comunidad seguramente estaba asustada, cansada, y como allá la vida es tranquila, no quieren que esta se altere. De pronto, se dejaron llevar por el rencor y la indignación. Es que algunos guamoteños que viven en la Costa han perdido la vida por las ‘vacunas’”, indica.

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Según Ortega, es probable que los comuneros tuvieran miedo de que el joven regresara con venganza y tomara represalias, cometiera más delitos o que incluso llevara a otros antisociales.

Otra evangélica, la adulta mayor Francisca Delgado, cuenta que ver el ajusticiamiento le recordó la escena en la que María Magdalena fue sorprendida en adulterio y casi la apedrean, pero Jesús les dijo: “El que esté libre de pecado que tire la primera piedra”, para luego manifestar: “Ni yo te condeno, ve y no peques más, es decir, no vuelvas a hacerlo”, parafraseó la fémina.

Ella también cita otro fragmento de la palabra de Dios. “En la Biblia Dios dice: ‘Mía es la venganza’. En resumen, nos aconseja no tomar justicia por nuestras propias manos, hay que dejárselo todo a Él. Es más, hay otro versículo que dice: ¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!”, expresa.

Ángel Zuña, creyente de la comunidad de Totoras (Chimborazo), asegura que si él hubiese estado en el linchamiento, habría tratado de evitarlo. “Nadie tiene derecho a privar la vida de nadie, por más errores que alguien haya cometido. He estado en varios castigos indígenas, pero nunca en uno en que se llegara a este extremo. Los han ortigado, hasta guindado”, sostiene Zuña.

“Quienes decidieron hacer este acto parece que no conocen la palabra del Señor. Se les nubló la mente, enfurecidos por el odio. Se tuvo que dar una segunda oportunidad al chico, porque de pronto, con un severo castigo, recapacitaba”, declara Ortega.

¿Y qué pasa con el alma del ajusticiado? El pastor responde: “Nadie sabe. Si él clamó a Dios y le pidió perdón y encomendó su espíritu, podría pasar como el ladrón que fue crucificado junto a Jesús. Él le dijo: ‘Acuérdate de mí en tu reino’. Lo reconoció como rey. Por eso Jesús le contestó: ‘De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso’. Pero si la víctima maldijo, renegó, obtuvo muerte eterna”, concluyó.

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