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El derrame de petróleo les ha afectado a decenas de moradores en sus diarias actividades.Luis Cheme

Derrame de petróleo en Quinindé desencadena una crisis ambiental y humanitaria

Moradores que residen cerca de ríos contaminados están comprometidos a luchar por una remediación

Elina Baque no puede recordar la última vez que olió a tierra fresca. Desde el 13 de marzo de 2025, cuando se reportó el daño en el SOTE, en Quinindé, provincia de Esmeraldas, el olor al hidrocarburo se ha convertido en su realidad diaria. En la hacienda La Libertad, donde vive con sus cuatro hijos y su esposo, el aire se siente pesado.

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“Respiramos hidrocarburo día y noche”, dice Elina mientras observa las orillas del río El Achiote, donde el crudo se adhiere a la tierra. La maleza que antes florecía a su alrededor ahora yace muerta.

Por las orillas de los ríos Caple y Achiote hay un panorama devastado. En algunas zonas, el crudo alcanza hasta un metro de altura, dejando una marca indeleble en el entorno. Las piedras, que alguna vez fueron testigos de la corriente cristalina, están impregnadas de petróleo.

“El río es nuestra vida”, dice Fernando Salazar, un agricultor que ha trabajado la tierra durante más de dos décadas. “Sin él, no solo perdemos nuestros cultivos, sino también nuestra identidad. Este derrame no es solo un problema ambiental; es un ataque a nuestra forma de vivir”. Para los habitantes de esta zona, el Caple y el Achiote, ya son ríos muertos.

Una gran masa aceitosa y negra ha contaminado varios afluentes.Luis Cheme

Moradores cuestionan acciones

Elina menciona que Petroecuador ha instalado un dique de contención de crudo en su hacienda. Sin embargo, su preocupación crece al ver que no hay señales de recolección manual del crudo en su área, a diferencia de lo que se está haciendo en la entrada a Cube y la parroquia Viche. “¿Por qué aquí no?”, pregunta, con lágrimas.

A medida que avanzamos por la orilla, otros habitantes se suman al lamento de Elina. María Gómez, una madre de tres hijos, comenta que sus vástagos “solían jugar en el río, ahora no, está contaminado y es peligroso”.

Pasos más adelante el olor a crudo se hace más intenso. El sol quema y la humedad levanta la emanación nauseabunda que se ha convertido en parte de la vida de estos habitantes. Las pequeñas islas de petróleo son visibles desde la orilla, una muestra del desastre. “Esto no es solo un derrame”, dice Fernando, “es un crimen contra nuestra tierra y nuestra gente”.

En las orillas de los ríos hay grandes manchas negras.Luis Cheme

Tras tres horas de recorrido, la realidad se hace evidente: el derrame de petróleo en los ríos Caple y Achiote no es solo un desastre ambiental, sino una crisis humana.

¿Qué están haciendo los habitantes?

La falta de respuesta adecuada por parte de autoridades agrava la situación. “No hemos recibido información clara sobre lo que sucederá”, dice Elina. “Nos dicen que están trabajando, pero no vemos resultados”.

Elina y Fernando, junto con otros moradores, han comenzado a organizarse. “No podemos quedarnos de brazos cruzados”, afirma Fernando. “Debemos exigir que se tomen medidas urgentes. Nuestros hijos merecen un futuro, y no podemos permitir que el crudo acabe con nuestras vidas”.

Por ello se han convocado para tratar sobre la situación que están viviendo. Las reuniones comunitarias se han vuelto frecuentes, en ellas comparten sus preocupaciones y planifican acciones conjuntas.

“No solo luchamos por nosotros, sino por las futuras generaciones”, afirma Elina. Su voz, aunque cargada de tristeza, también refleja una chispa de esperanza.

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