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Opinión
Editorial: ¡El TCE cruzó la línea!
El mismo Tribunal abrió una peligrosa puerta contra la libertad de expresión
El Tribunal Contencioso Electoral ha tomado un rumbo que pone en jaque la democracia. Con una mayoría de tres jueces, se atribuyó un rol de Corte Suprema que no le corresponde, y despojó de sus derechos políticos a la vicepresidenta electa por voto popular.
En la práctica, esto equivale a una destitución disfrazada: le quitan todas sus funciones, aunque formalmente conserve el cargo. Una decisión que se aleja de la Constitución y que vulnera el principio de representación democrática.
Sin embargo, la amenaza no termina ahí. En un giro preocupante, el mismo Tribunal abrió una peligrosa puerta contra la libertad de expresión: ahora, criticar a una funcionaria pública (incluso sin tintes machistas ni sexistas) podría ser considerado violencia política de género. Bajo esa lógica, cualquier desacuerdo se vuelve un riesgo judicial, un obstáculo al debate ciudadano.
Lo que comenzó como un enfrentamiento entre figuras políticas ha derivado en una seria transgresión al marco constitucional. El TCE, al ceder ante presiones políticas, ha perdido el norte institucional. Ha dejado de ser árbitro para convertirse en actor, y eso siempre cuesta caro en una democracia.
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