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Farándula
Héctor Napolitano: “Un trago calienta la sangre y la memoria”
El artista, también llamado Viejo Napo, canta a lo sencillo de la vida, a la gente de a pie. Ahora le rinde tributo a 'Las huecas de Guayaquil'
Lo suyo es narrar historias cotidianas. Héctor Napolitano, o simplemente Viejo Napo, ya le cantó al ‘Bolón de verde’, al ‘Sancocho de hueso blanco’, incluso a los ‘Platos sucios’ y ahora lo hace a ‘Las huecas de Guayaquil’.
Con 66 años, el artista porteño le confiesa a EXTRA que es amante de la comida y de un buen trago. Solo en 2007, cuando le detectaron un tumor cerebral, en el lóbulo parietal derecho, bajó el ritmo de la ‘chupa’, pero ahora indica que está “peor que antes”.
¿Cómo así se le ocurrió cantarle a las huecas de la ciudad?
Estaba comiendo en el Mercado del Río y conversando con un amigo cuando surgió la idea. Es un aporte a nuestra identidad gastronómica, ahora que estamos despegando de todo lo vivido últimamente (pandemia de COVID).
¿Sigue la línea de lo cotidiano?
Me gusta resaltar nuestras costumbres porque es mucho más fácil narrar algo que me ha sucedido que inventar una cosa que no es real. Recurro a las vivencias del día a día y a la noche con una buena cerveza y unos ricos cangrejos.
¿Necesita algún ‘apoyo’ para crear una canción?
En el acto de componer y grabar estoy en mis cinco sentidos, aunque no me crean. Siempre he sido más músico que el resto de cosas que me meto. Es muy extraño, porque bebo, y bebo bastante, pero a la hora de componer lo hago en sano juicio.
¿Y cuándo está en el escenario?
Siempre un traguito calienta la sangre y la memoria. No me digan a mí que los músicos nacieron para estar en los altares. Un trago, en vivo, calma los nervios.
¿Se ha olvidado la letra de las canciones en el escenario?
Estaba cantando en la Universidad Técnica Agraria en Babahoyo y se me acerca Juan Carlos Vergara, mi director musical, y me dice que teníamos 20 minutos tocando la misma canción, pero no tenía control sobre eso. No sabía que tenía un tumor cerebral.
¿Y qué hizo?
Volví a Guayaquil y me puse en manos del doctor Efrén Vargas. Cuando me hicieron el primer examen me dijeron que tenía seis meses de vida.
¿Después de eso cambió su vida?
Sigo peor que antes.
¿De qué se abstiene ahora?
No he hecho en mi vida nada que me avergüence de contar. He sido inquieto, he tenido siete hijos en siete madres diferentes. Mi vida es abierta como las puertas de la Catedral.
El medio artístico está ligado a las drogas y al alcohol, ¿sí o no?
El artista está ligado en el 90 por ciento a las bebidas espirituosas o las drogas. Le decía a un amigo rockero que su carrera no desarrollaba porque es más marihuanero que músico. En cambio, yo soy más músico que marihuanero.
¿Qué canciones no pueden faltar en su show?
Las canciones son como los hijos, hay unos más feos y otros mal agradecidos, pero nunca dejo de cantar lo que me pide el público.
¿A cuál de sus canciones le tiene un cariño especial?
Hay canciones más y menos famosas. ‘Gringa loca’ y ‘Guajira a Guayaquil’, evidentemente, pero no por eso son las que pondero. La música es la máquina del tiempo, es lo más preciso para remover los sentimientos.
¿Cómo lo afectó la pandemia?
Vi morir a tantos músicos, amigos y familiares, no entro en detalles porque se me rompe el alma. Los que sabemos vivir con lo necesario, la llevamos bien. Con tal de comer con aceite de oliva, ajo, pan y unos fideos, me siento feliz.
¿Se contagió?
A mí me dio duro dos veces, pero este viejo es durísimo, además como cebolla y vivo en Zhumir, el virus tiene que pensarlo dos veces. Ahí me pusieron de apodo ‘contra todo pronóstico’.