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Mónica le gusta correr toda la cancha, a veces hasta quiere festejar los goles que hacen a los que dirige.Christian Vinueza

Del Mundial al barrio: Mónica Quinteros, la jueza sin paro

“Cada vez que veo jugar a mis amigas en equipos y en la selección me entra una nostalgia, quiero volver a estar activa, pero sé que mi lesión me dejó fuera. Pero las ganas están como cuando era una pequeña y quería ser jugadora de fútbol profesional. Fue la voluntad de Dios que pase todo esto”, dijo Quinteros

Alos 13 años fue descubierta por el entrenador Gary Estupiñán. Era una gacela en la cancha, corría durísimo, tenía un ‘cohete’ en los pies.

Pasaron los años y cuando tenía 25, algo increíble le cambió la vida a Mónica Quinteros. El partido entre Ecuador y Trinidad y Tobago estaba 0-0, ella entró al cambio en el segundo tiempo y cuando se jugaba el minuto 91 la pelota viene desde la izquierda y cae en el área. Mónica -la Mona, como le dicen- estaba para la hazaña: se levanta, cabecea y golazo. Ecuador alcanzaba así su primera clasificación a un mundial de fútbol femenino, en Canadá 2015.

Un abrazo interminable siguió a la euforia. Aquel gol hizo que Mona pase a la historia de nuestro balompié. Luego tuvo un paso por el fútbol de Israel y todo iba bien, hasta que una lesión la dejó fuera del deporte.

Lo más duro llegó: la depresión se apoderó de ella, no quería nada más que jugar, pero no podía.

Entonces se refugió en su hogar. Y volvió los ojos hacia su profesión, profesora de cultura física. Hoy está a punto de ser magíster.

La semana pasada, por las fiestas de Guayaquil, EXTRA la encontró en una cancha de indor fútbol en el sector del parque de Puerto Lisa, rodeada de hombres. A sus 34 años, Mónica es árbitro de fútbol amateur, donde imparte justicia sin miedo alguno.

Corre todo el partido y a la hora de pitar es cosa seria: “¡No me hagas drama, juega. A mí no me vas a venir con ese teatro, solo dedícate a jugar”, le dice a un jugador medio lamparoso.

Mona Quinteros es una crack de la vida. El fútbol lo lleva en sus venas, debido a que desde los 6 años acompañaba a su mamita a jugar. A los 14 ya jugaba su primera eliminatoria con la Tricolor, en 2003. Pero hoy es Mónica, la árbitra.

Te vemos correr en toda la cancha, nos sorprendimos al ver a la Mona Quinteros de árbitro.

No digas eso, soy la misma, la misma corrida de las canchas grandes. Aquí estoy haciendo lo que me gusta, claro que el sueño era de volver a jugar, pero no se puede por la lesión que tuve, aunque como árbitra me defiendo.

¿Desde cuándo eres árbitro barrial?

Después del Mundial de Canadá me fui a jugar a Israel. Pasó cerca de un año, me lesioné y decidí ser árbitro, es una mezcla con lo que hago de lunes a viernes, que soy docente, pero los fines de semana hago de árbitro. No creas que es fácil, es difícil serlo, porque me dan ganas de jugar, de correr para hacer un gol, de festejar.

Hasta quedaste campeona con el Kiryat Gat de Israel.

Fue una linda experiencia, algo inolvidable que duró un año y dos meses. Marqué 9 goles, fue una locura, luego llegó lo peor, me lesioné; me detectaron ligamentos cruzados y meniscos trizados y por eso me desaparecí de las canchas. Hice unas recuperaciones y tengo cinco años pitando partidos en los barrios... y me va bien.

Dejaste lo que amabas.

Sí, es verdad. A los 29 años dejé el fútbol, fue la decisión más dura de mi vida, dejar lo que amas es duro. Una cosa es decir ‘te retiras’, pero mi vida han sido las canchas, y fue algo feo comenzar a ver desde lejos las jugadas, los partidos. Creo que eso me hizo ser árbitro.

¿Qué pasó con la lesión?

El doctor Bosco Mendoza, que en paz descanse, me dijo que era la misma lesión que tuvo Franklin Salas y que no podía volver a jugar. Pero me recuperé y jugué con Carneras, luego con 7 de Febrero, pero ya no podía correr igual, yo que soy rápida no lo podía hacer.

¿Cuánto lloraste por eso?

Confesaré la verdad, porque es la primera vez que me lo preguntan, hasta ahora lloro, es duro dejar el fútbol. Cuando veo jugar a la selección quiero estar con ellas. Tengo 34 años y me imagino que todavía puedo dar, pero la verdad de todo es que no puedo hacerlo y eso me hace dar una pena inmensa.

¿Otra cosa más complicada?

¡Es día de confesiones! Nunca lo había dicho: me dio depresión, me desaparecí de todo lo que sea fútbol, no quería saber nada de nada y me sentía deprimida.

Todos pensaban que me había desaparecido por agrandada, que estaba hecha la creisi (loca), pero no era así, estaba deprimida.

¿Cómo saliste de la depresión?

Fue un proceso durísimo, me ayudó mi pareja, mi familia y me dediqué a estudiar una maestría y sigo dando clases de cultura física y me ha ido bien, pero extraño jugar como no tienen idea. Ahora sigo en el fútbol desde otra parte.

¿Cómo es ser árbitra en partidos de torneos de varones?

Es cosa seria, hay varones malcriados que piensan que por ser mujer no sé de esto. Cuando pasa eso, se las aplico y entienden o entienden, no hay de otra; conmigo se dedican a jugar o les voy sacando una de mis tarjetas que tengo en el bolsillo, que no son de crédito, son de color amarillo o roja.

¿Eres tarjetera?

Todo depende del jugador, si es malcriado, seguro que se va a ir de la cancha; esto es fácil, se viene a jugar o se va. Ojo, yo en el 2018 me porté malcriada y no me pitaron un penal y ‘bravié’ y me dijeron que me iban a botar, eso me sirvió de mucho para ahora ser árbitro.

Ser árbitro es recibir insultos a las mamitas al por mayor...

La plena (verdad), he recibido varios insultos de varones, pero todos me dijeron que dentro del campo de juego yo mando y les saco la tarjeta y hasta los saco del partido de ser el caso.

Como árbitro, ¿disfrutas?

Al igual que cuando era jugadora, los goles, las jugadas, el toqueteo, la adrenalina, los festejos, lo que dice la gente desde las gradas. El fútbol es un regalo de Dios.

¿Es verdad que como árbitro celebras los goles que hacen los que diriges?

Sí, pero no es que sea hincha del equipo que haga un gol, a mí me gustan los goles y cuando alguien hace un bonito gol lo festejo, es raro decirlo, pero es verdad. El fútbol es mi vida.

¿Y ahora qué viene?

Ser magíster y seguir trabajando como profesora, y que mi carrera de árbitro siga creciendo.

¡Buena pinta para árbitro barrial!

Ya sabe, la pinta siempre ha estado ahí (risas).