Luis Miguel Baldeón Loza es quiteño de hace rato: 55 vueltas. Suma 36 de corajuda y recursiva carrera. Con el viento en contra, volando bajo y sin instrumentos, incluso: un agitado vuelo en el periodismo radial, varios suelazos que dejaron huella.

Viene de lejos, a pata: cancha inclinada, camerino inundado. Barrio La Concepción, clase media y apretada; infancia con madre violenta, padre frío y distante, dos hermanas. “Nos unía ver el box: Ali, Foreman, Spinks, Joe Frazier, Larry Holmes, Alfredo Evangelista”.

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Escuela en el Borja 3, la obra de Julio Verne ilumina el verano. El miedo: el acoso de los grandotes, sumarse al fuerte para no vivir jodido. Colegios San Gabriel y Mejía, en el Patrón ya cacha que había un montón como él: luchadores, en fuera de juego.

Desde maltón su obsesión por la fama, la necesidad de reconocimiento. ¿Futbolista? No: es solo un correlón, desprovisto. Y, frágil: canillas de sigse, emocionalmente blando, indisciplinado. Apuesta por mirar de cerca ese mundo. Y va por el periodismo futbolero.

En la U. Central, la teoría. ¿La realidad laboral? Precaria, servil, mediocre. Desde 1988, en Nueva Emisora Central, se encasta por un estilo que parte del pleno conocimiento de la materia. Y fluye disruptivo, bizarro, auténtico; humor quiteño a la vena.

Tras décadas de no claudicar, hoy es una estrella que bota fuego. Baldeón deja al Loco, cuidando la moto bici en la que se mueve, encadenada a un poste en la vereda de EXTRA en la capital. Pase al vacío. Y no arruga.

Baldeón no logró olvidarlo, nunca. Navidad de 1992: en una radio le dan un canasto con fundas de harina de haba, de maíz y de pescado; un frasco de trago y dos quimbolitos. ¡Tipo perro! La miseria, cobra. “Periodismo hace cualquiera: vendes un cupo publicitario y estás dentro. Somos la última rueda del coche”.

Los colegas de otros medios, con canastos de verdad. Con la chirez, merodea la envidia. Fueron veinte años de raspar la olla, de inestabilidad laboral; los últimos quince mejoró la cosa. Hacia 2010, el Baldeón ya va siendo el Loco. “Fui yo mismo: poder pensar, decir, ser uno mismo”.

‘La fama’, de Joe Arroyo, es su mantra fundador e ídolo. Entre 2014 y 2021 en Radio La Redonda se consagra, con secuelas. Fue perseguido por los censores del correísmo y, en esas, se bronqueó con su director, Esteban Ávila. Se cargó. Pidió disculpas, Ávila no dio chance. “Un gran periodista, arrogante”.

Rompe con La Redonda, muchos esperan que el Loco se joda. En 2022 ‘El Futbolero’ le pone otro centro, capitaliza su sabiduría e histrionismo: es una máquina de hacer videos y sacudir el entorno. ¿Se agrandó? “Pago mis deudas, proveo la mesa, educo a mi hijo”.

El Nacional estalló en su alma. Una infancia feliz: desde el 76 al 86, son 7 títulos en 10 años. Pero saliendo a Pasto, el rojo arruga. “Era el fútbol nuestro, no se pensaba en Copa Libertadores”.

Con el Barcelona de Isidro Romero, advierte otro nivel: podía perder en cualquier cancha sudamericana, pero daba guerra; el más grande. “¡Esa final de la Libertadores, la del 90!”. Hoy, dirigentes ineptos: ni presente, ni futuro; reciclador de jugadores.

La FEF de Lucho Chiriboga: “Codicioso, antipático”. Transformó nuestro fútbol, clasificación a tres mundiales. Sobornos, corrupción. La de Francisco Egas: “Uno más”. Un mundial; vamos por otro: 7 de 10, todos entran, tipo chancho solidario.

Los ídolos: Pepe Villafuerte, Torres Garcés, Polo Carrera, Maravilla Tenorio, Holguer Quinóñez, Wilson Nieves, Álex Aguinaga: líder combativo, cracksote: sacrificio inteligente, táctico. Iván Hurtado: cátedra, clase para salir, le faltó en juego aéreo.

Farfullas: Alfaro Moreno, “chanta y fantoche”. Kitu Díaz, “un 10 para fútbol local”. Vallecilla: “Falsa, mentirosa compulsiva; hizo sobrevivir al rojo”. Tito Manjarrez: “¿Pegarle a un viejo? ¿Qué te pegue un viejo? Mejor correr. Arrugó con los argentinos de Tucumán”.

No se trabaja a los cracks. Brasil, Argentina, Uruguay: competencia brutal a los 10 años. Nuestro jugador es limitado técnicamente. Marca, desgasta, mete: centrales grandotes, mediocampistas cumplidores. Sin delanteros, no pasaremos fase de grupos, venga quien venga.

Félix Sánchez Bas: dirigió Catar, equipo de plomeros. “Un desconocido, no sé por qué no le quieren” ¿Gustavo Alfaro? “Chanta, seductor del lugar común”. ¿Kendry? “Como él, 20 al año en Argentina”. ¿Plata? “No hay componte”. ¿Zambrano? “¡Toma la pastilla que le da la novia!”. Irresponsables, informales. ¿Hoy se bebe menos? “No. Como toda la vida”.

El ecuatoriano, a sí mismo, se ve inferior, poquito. Nos lo dijeron y lo creemos. “Borrachos, vagos, tristes. Crecí con eso: la no aceptación de nosotros mismos, no poder verte en el espejo. Somos indios, unos en jean; otros en bermuda, así se vean caribeños, boricuas. Soy indígena, pero me siento jíbaro”.

El Loco en su tercer cuarto de hora. Dos libros, cuatro gatos, un hijo; Emiliano: 22 años, guapo, pintero. ¿Pura madre? “Dicen que sí”. Duerme con Enzo, su gato goloso. “Agresivo, macho alfa, obeso, acosador: le adoro”.

Ya no hay mucho tiempo. Un 20 de diciembre de 2023, envejeció a sus 55: cuida la energía, bajó presión, explosión y velocidad. “Es mi final: lo poco que me queda es para mi trabajo”. Copa América, otro mundial y los juegos olímpicos: seguro le salen.

Lo que viene es bravo. “El partido está por terminar. Toca definir: precisión en velocidad, con la presión del reloj”. Y no temblará en la tanda de penales. “Creo que podré convertir, por amor propio, por experiencia; pero no quiero llegar a penales”.

Ahí, puede perder. “Pasas perdiendo, toda la vida. Ganas unas tres veces: Romario, Maradona; cuando ganas, lloras”. No es llegar, es el trayecto; como sentenció Cristian Pellerano, el padrino de Independiente del Valle. “Y yo soy un perdedor consuetudinario”.

Se queda con el cariño de la gente: costeños y serranos. He aquí el Loquito: fajadote, peliaringo, como perro de vulcanizadora. Trepando al Round 8, como Roberto ‘Mano de Piedra’ Durán; en tercera, con turbo y pegado a la raya, como Wilson Nieves.

Baldeón Loza vuela a filmar un comercial. Arranca la motito, coreando al boricua Marvin Santiago, el Sonero del pueblo. Auditorio azul, verde la esperanza... Auditorio azul, bajo el cielo añil… ¡Vivito y coleando estamos aquí! ¡Taca-ta-trán!

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