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La historia del sueño roto de Roberto Cabezas
Janaira Simisterra recuerda a su hijo, un futbolista lleno de sueños cuya vida se apagó el día de su cumpleaños, dejando un vacío en su familia
La madrugada del lunes 7 de octubre de 2024, cuando la mayoría aún dormía, Janaira Simisterra se levantó a las 04:00 para rezar. Un ritual que la conectaba con sus esperanzas y anhelos, especialmente los que tenía para su hijo, Roberto Cabezas, quien, paradójicamente, ese día estaba de cumpleaños. “Siempre le enviaba un mensaje a las 05:00 de la mañana, deseándole un buen día y bendiciones”, recuerda con voz entrecortada. Pero aquel lunes, el mensaje que envió nunca tuvo respuesta.
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Janaira había planeado sorprender a su hijo en su cumpleaños, pero la vida tenía otros planes. “Ese día no pude ir a Quito porque estaba cuidando a mi hermana, que estaba enferma. Por eso madrugué para escribirle, pero nunca pudo leer mi mensaje; a esa hora, ya estaba muerto”, relata.
A medida que pasaban las horas, la ausencia de respuesta de Roberto comenzó a inquietarla. “Pensé que estaba dormido, que me contestaría más tarde”, dice, tratando de aferrarse a la normalidad. Sin embargo, se desmoronó cuando recibió una llamada que cambiaría su vida. “Era un policía. Al escuchar su voz, supe que algo estaba mal”, narra Janaira, mientras las lágrimas brotan. “Me dijeron que mi hijo había fallecido”.
En ese instante, le embargó el dolor y confusión. Cabezas había fallecido en un siniestro de tránsito en la autopista al Valle de los Chillos, en Quito, que dejó dos fallecidos, entre ellos el jugador de Independiente Juniors.
Roberto, un joven lleno de sueños y promesas, había enfrentado innumerables desafíos en su carrera futbolística. Desde los 11 años, había dejado su hogar en Quinindé, en Esmeraldas, para perseguir su pasión, viviendo lejos de su familia en un entorno que, aunque lleno de oportunidades, también era solitario.
“La vida no fue fácil para él”, dice Janaira, recordando las múltiples lesiones que sufrió a lo largo de su carrera. “Siempre estaba luchando, pero nunca perdió su alegría”, resalta.
SU ÚLTIMO CONTACTO
La última vez que Janaira habló con su hijo fue el domingo 6 de octubre por la tarde. “Estuvimos haciendo videollamada con su hija, y él estaba emocionado por volver a entrenar después de una larga recuperación”, contó.
“Me dijo que estaba feliz, que iba a volver a la cancha”. Esa conversación, llena de amor y sueños, se tornó en un recuerdo desgarrador cuando la noticia de su muerte llegó. “El dolor de perder un hijo es indescriptible”, dice con su voz quebrándose. “Los padres no deberían enterrar a sus hijos, sino al revés. Quiero despertar de esta pesadilla, pero no puedo”, implora.
En medio de la tragedia, Janaira se aferra a los recuerdos, a las risas compartidas y a los sueños que, aunque truncos, seguirán vivos en su corazón.
En su casa, en medio de la sala, hay un altar dedicado a Roberto con fotografías, trofeos, medallas y una camiseta de la selección que él le regaló a su mamá. Ese altar de recuerdos fue construido por el futbolista con su primer sueldo. “Siempre será mi niño, mi amor eterno”, susurra la madre al mirar el altar.
LA FAMILIA TIENE DUDAS
La familia se enfrenta ahora a especulaciones y rumores. “Dicen que los futbolistas son irresponsables, que se entregan a la fiesta”, expresa Janaira con indignación. “Mi hijo era una persona humilde y trabajadora, siempre preocupado por su familia”, enfatiza mientras se aferra a los recuerdos de Roberto, quien siempre pensó en su hija, en su madre, en su hogar.
La familia de Cabezas tiene dudas respecto a si era él quien estaba conduciendo el vehículo, y planean contratar un abogado para aclarar esa interrogante que carcome sus mentes y sus corazones. “Sabemos que eso no nos va a devolver a Roberto, pero queremos que él descanse en paz y tranquilidad, también para nosotros”, dice José Luis Cabezas, su padre.
También hablan de la falta de apoyo por parte del club que lo vio crecer. “Nos llamaron una vez para preguntar si era cierto, pero no hemos recibido nada más. No esperamos nada, pero el silencio duele”, lamenta Angi, la hermana del futbolista.
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