Fue un jugador de los buenos, aquellos a los que se llama un top. Pero ahora está entre el periodismo y la política, y lo que pocas saben es lo que nos reveló su esposa...

Resulta que en plena actividad futbolera, el tipo tenía miedo a dos cosas: hablar y viajar en avión. Pero las vueltas de la vida lo llevaron a viajar por todo el mundo y aprender a desenvolverse mejor, primero para dar las entrevistas y luego como político.

Los temas los pudo superar gracias a su doña. “Si supiera los miedos que tuvo al inicio”, recuerda ella. Su primer viaje fue cuando a su equipo (uno del Astillero) le tocó jugar ante El Nacional en Quito.

Aquel jueves, antes de llegar a la concentración, ella le habló hasta las cuatro de la mañana calmándolo para cuando se subiera al avión. Tenía tantos nervios, que en su casa el jugador se subió a una hamaca y su doña lo movía, simulando que estaba en el avión. Pero en vez de reírse, al jugador le entraron los nervios y hasta se fue al baño a orinar.

“Te subes al avión, te sientas y haces como que estás dormido”, fue la recomendación de su esposa. Ahora que han pasado los años se ríen en casa al recordar ese día.

Luego, el temor a hablar se lo sacó en la cocina de su casa. En esos tiempos vivían en la ciudadela Kennedy, de Guayaquil. Ella le daba una cuchara como micrófono y para que hable, le decía: “ya sé que tienes otra, habla, defiéndete”. El jugador pensaba que era verdad la acusación, pero fue la única forma de ir soltando la lengua; con el tiempo, el tipo se hizo un experto en hablar, que hasta la política lo llamó.

Esos temores ahora los jugadores los vencen con tutoriales en sus megateléfonos. A fin de cuenta, los futbolistas son tan humanos como todos.