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La camiseta de mi marido... (la columna de la ex)
Con las ediciones muchos salieron afectados., pero las verdades duelen. Palabrea de la Doña del fútbol.
Año 2009. En Guayaquil se vendían dos clases de camisetas del equipo en el que mi esposo jugaba. Estaban las ‘falsetas’, que en realidad en ese tiempo sí que eran falsas, no como ahora, que hay unas que se parecen a las ‘propias’; y también vendían las oficiales.
Las camisetas que usaba mi marido tenían algo especial: un hilo rojo en la parte de atrás del cuello. Era un puntito y casi no se lo veía. Él en cada partido en el camerino se lo hacía, es por eso que siempre llevaba aguja e hilo rojo. Según él, era para protegerse de las malas energías, la envidia y el mal de ojo. Era una creencia de mi difunta suegra, quien creía en todo eso.
Resulta que mi marido es feíto, pero a mí me gusta y punto. Cuando nos conocimos, él estaba en la sub-17, y la verdad es que nadie me le ‘paraba bola’.
Cuando lo presenté en la casa de mis padres, en mi querido Sauces (Guayaquil), mi hermano mayor dijo: “Y está cosa es tu amor”.
Cuando comenzó a jugar y llegó a la selección sub-20 de Ecuador, el feíto se me hizo hermoso. Y lo peor de todo es que él se creía bello, y yo lo molestaba.
Lo raro del caso es que a mí no me consta que me haya sido infiel; creo que no, él me dice que no, y yo le creo.
Pero aquel diciembre pasó algo raro. La chica de la tienda a dos cuadras de donde vivíamos cargaba la camiseta de mi esposo, con su número y nombre. Yo le reclamé que por qué se la había regalado. Él me dijo que no, pero me quedé con la duda, hasta que un día ella se la volvió a poner, y mande a un amigo a comprar leche con guineo. Su misión era ver la camiseta y tocarla, para verificar si era original y si tenía el famoso hilo rojo.
La respuesta fue brutal: teñía el hilo rojo. Él lo negó todo, pero yo estaba sobreaviso.