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Mis Historias Urbanas: Un taxista ‘rodado’

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"‘Full’ tráfico, llevo 20 minutos y el taxi no se ha movido, ya estoy cerca". Alí sonrió. Justifiqué mi mentira devolviéndole la sonrisa y me ajusté el cinturón de seguridad. "Del taxista se puede escribir un libro gordo", me dice a manera de saludo antes de arrancar. "Eso que usted hizo ahora no es nada".

Recuerda que un día, una enfermera cogió su taxi casi a la medianoche y le pidió que por favor no vea el retrovisor. "A medias me di cuenta de que se estaba cambiando de ropa". La muchacha le pidió que se dirigiera a un lugar de borrachines. "La ‘pelada’ también trabajaba en una barra". 

En el camino, ella le explicó que lo hacía para completar la pensión de sus estudios, pero eso es otra historia. En otra ocasión, le hizo una carrera a un ejecutivo. Alí intenta describirlo: "Si usted lo veía, se enamoraba. No es que me gusten los hombres ni nada, pero el ‘man’ era ‘pinta’ en serio". 

El empresario era adinerado. Lo supo cuando le dijo que lo llevara a la Kennedy. Antes de llegar, puso sobre la pierna de Alí $ 200. Le dijo que estaba molesto con su pareja y que él le gustaba mucho. "¡Vamos a un hotel!", le imploró lujurioso. Según Alí, aunque fue un mal día en el negocio, no accedió a la propuesta indecente, pero eso… eso es otra historia.