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Mis Historias Urbanas
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Mis Historias Urbanas: Salvación con escopeta
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27 de diciembre, 2015
Los marinos estaban borrachos cuando llegaron al hospital el día en que el doctor Mario Cucalón estuvo a punto de morir. Ya se habían quemado los viejos de ese fin de año de 1999 y la sala de Emergencias tenía mucho movimiento a las primeras horas del 1 de enero del 2000. Al ver entrar al grupo de uniformados, el ‘doc’ buscó al paciente. Era uno de ellos. Había sufrido un infarto.
Otro del gajo, que lloraba por su teniente al pie de la camilla, levantó el rostro al ver al médico y le inyectó una mirada de odio con las pupilas dilatadas por el whisky de 12 años que acababa de tomarse. "Sálvelo", le ordenó. Cuando el ‘doc’ vio el arma, pensó en sus hijos. No escuchaba ya las amenazas del marino, que le decía balbuceante que su amigo era un respetable teniente y que, además, era su compadre.
Un camillero avispado se le tiró encima al hombre armado, cual película de acción, en un movimiento que hizo que la bala, ya detonada por el borrachín, se disparara hacia el techo en una milésima de segundo. Los guardias pudieron entonces advertir el caos que se armó. Llamaron a la Policía, se llevaron preso al marino y el doctor Cucalón, que estuvo a punto de morir, pudo salvar a su paciente.
Un camillero avispado se le tiró encima al hombre armado, cual película de acción, en un movimiento que hizo que la bala, ya detonada por el borrachín, se disparara hacia el techo en una milésima de segundo. Los guardias pudieron entonces advertir el caos que se armó. Llamaron a la Policía, se llevaron preso al marino y el doctor Cucalón, que estuvo a punto de morir, pudo salvar a su paciente.